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Jorge Cibeira: “En el Echagüe encontré lo que fue mi segundo hogar”

En exclusiva, Jorge Cibeira, eterno del barrio e ícono del básquet del Echagüe dialoga con Flores de Papel.

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Escribe Felipe Clemente

Cualquier momento es oportuno para reivindicar a quienes construyeron los sitios emblemáticos que hoy conforman el barrio. Porque aquello que se camina y se vive no siempre fue como es hoy, y hay alguien que puso las primeras piedras, levantó los primeros edificios o incluso, encestó los primeros triples de un club que en la actualidad es un símbolo de Flores.

– Preséntese para la gente que no lo conoce. ¿Cuánto tiempo vivió en el barrio?
– Soy Roberto Jorge Cibeira, y tengo 92 años. Nací y viví siempre en el barrio de Flores. Para dar una idea, en ese momento las calles eran de tierra y casi todos los negocios eran ambulantes, tanto el panadero como el lechero, el pescado, el pollo, el hielero, todos.

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En cada casa, había una pequeña granjita donde se cosechaban más que nada verduras o especias para utilización familiar, o algunos árboles frutales que eran esencialmente de uso barrial. En una casa había un tipo de fruta. En esos tiempos existía un gran sentimiento de comunidad; Uno podía utilizar árboles de una casa o de otra incluso hasta sin pedir permiso. En lo personal, tengo tres hijos y seis nietos, prácticamente algunos ya adultos. Ellos son los que me siguen dando alegría y un sentido a mi vida.

– ¿Qué lo llevó a acercarse al básquet?
– El club Echagüe, que en su momento se denominaba Nacional Argentino, fue creado principalmente por un equipo de fútbol de vecinos en el año 1933. Primero fue un equipo de fútbol y después se fueron agregando actividades como bailes, reuniones familiares, charlas, y poco a poco se fue creando otro ambiente cultural. En el año 1943, con la llegada del golpe militar, se prohibió usar el nombre de “Argentino”, así que hubo que cambiarlo.

Entonces, como era común que al club viniera el escritor Juan Pablo Echagüe a dar charlas, en asamblea se propuso la idea de denominar al club “Pedro Echagüe”, como su padre. A partir de ahí, se empezó a llamar “Institución Cultural y deportiva Pedro Echagüe”. Con el advenimiento de gente nueva, se sumaron actividades como el básquet, que se convirtió en una actividad importante para el club. Al principio con una cancha medio improvisada en Laferrere al 3383.

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Inicialmente al básquet jugaban mayores. Nosotros, que éramos más chicos, nos acercábamos al club principalmente para jugar al papi fútbol. Pero con el tiempo la gente grande que jugaba al básquet nos fue introduciendo y nos interesó aprender el deporte. Entre los años 42 y 44, el club compró dos casas en lo que hoy es la sede, en Portela 836 y 844. Yo tenía 14 años y junto con los otros chicos empezamos a practicar y jugar en un equipo en el que éramos más o menos todos infantiles. Cuando el club se mudó a la sede actual, ya se utilizaba una cancha reglamentaria con piso de baldosa como en la mayoría de clubes. En ese momento el Echagüe se afilió a la Asociación Argentina de Básquet. Ahí comenzamos a jugar en ese equipo de infantiles.

– ¿Qué lugar fueron tomando el básquet y el Echagüe a lo largo de su vida? ¿Cómo recuerda el histórico ascenso?
– Como infantiles, se podía jugar hasta los 15 años. Luego hasta los 18 años teníamos que jugar en la división cadetes. En ese momento en la Asociación Argentina de Básquet solo existían Primera División, Segunda de ascenso, Quinta, Cadetes e infantiles. Nosotros comenzamos a jugar en Quinta mientras los mayores ya jugaban en segunda de ascenso, e íbamos alternando en ese equipo.

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En el año 1948, se logró el ansiado ascenso a Primera. Fuimos partícipes muchos de los que jugamos desde infantiles y cadetes, y que éramos amigos de toda la vida. Cuando ascendimos yo tenía 20 años. A partir de ahí, comenzamos a jugar en Primera División, en 1949. Mi entrenador y mis compañeros me honraron dándome la capitanía, que utilicé durante toda mi campaña, los 7 años que jugué. Cada partido era un acontecimiento para el barrio, y como nosotros éramos un club de dimensiones chicas para la demanda de gente que venía, sumado a los que traían también los adversarios, uno podía ver gente hasta en las terrazas que había alrededor de la cancha.

– ¿Qué representaba el club para el barrio?
– Lo que el básquet generó en el barrio podemos denominarlo como una revolución. Uno podía ver aros improvisados en muchos árboles de las casas, y los chicos emulaban lo que veían en nuestros partidos. El ambiente que provocaba el básquet se vivía no solo en el club, también en el barrio en general. El club tenía un rol importante en la parte social del barrio debido a la popularidad que había tomado en parte gracias al básquet.

Personalmente, en ese ambiente conocí a la que terminó siendo mi esposa. Muchos chicos gracias al club y al deporte pudieron salir de la calle y formar una gran comunidad tanto social como cultural. El club fue parte de mi familia, y todo esto fue muy importante para mí. Mi papá falleció cuando yo tenía solo ocho años, y para mí el club fue muy acogedor porque encontré lo que fue mi segundo hogar, y era el destino obligado para estar después del trabajo.

– ¿Está al tanto de la actualidad del club? ¿Cómo lo ve comparándolo con su época? ¿Extraña algo de ese momento?
– Estoy un poco distante de la actualidad del club. Durante mucho tiempo estuve permanentemente conectado porque uno de mis grandes amigos, Angel R. Albamonte, fue presidente y casi permanente participante de la comisión directiva. Aunque no todo el tiempo físicamente, siempre estuve en contacto con él, y me informaba de los sucesos del club. Hoy, solamente ver al Echagüe es un orgullo, porque uno piensa lo que era y lo que es hoy, y puede ver que uno puso su granito de arena y ahora otras personas lo están disfrutando. Muchos chicos y hasta instituciones culturales utilizan el club y realmente es un orgullo para el barrio.

– ¿Tiene algún recuerdo u objeto de esa época?
– Hace no mucho, en la inauguración de un sector histórico que hay en la institución, me hicieron el honor de colgar mi camiseta, con lo cual estoy muy agradecido. Aunque ya no conozco a los miembros de la comisión directiva, fue un orgullo saludarlos, felicitarlos y agradecerles el trabajo que han hecho con la obra que siguen haciendo por el bien de la comunidad.

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