Ojos de poeta

Escribe Lucía D´Anna Urteaga

Esta historia ocurrió en nuestro querido barrio de Flores, precisamente en la calle Terrada, donde mi mamá y yo, Alejandro, alquilamos una casa, con ayuda de unos amigos de ella. Les cuento un poco sobre esta mujer: siempre me decía que haga la tarea, ordene mi habitación y recoja los juguetes tirados en el suelo. Pero además, mi mamá era libre, decidida, justa, valiente, preguntona y sobre todo, trabajadora. Fue costurera, moza, actriz, maestra, periodista, profesora de teatro, etc… ¡Podría seguir todo el día con sus oficios!

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Resulta ser que cuando nos mudamos a esta casa las plantas estaban secas y mi mamá detestó esto. Por eso, todas las mañanas, antes de ir al colegio, las regábamos con alegría. De este modo, todas resucitaron, menos una que desafortunadamente seguía muertecita. Entonces esta mujer estaba decepcionada, muy triste, así la noté yo. Cuando volví del colegio ella me contó lo sucedido el día 12 de noviembre, que para ese momento me parecía hoy. . Ay, por qué no falte el colegio!!!, pensé después.
Lo que había pasado era lo siguiente: Mi madre, como todos los santos días de su vida, estaba sentada en un banquito, al sol, disfrutando de la naturaleza. Mientras, leía un libro, su preferido, sumergida en la lectura.

No tan sumergida porque se había dado cuenta de nuevo que la planta estaba marchita. Como la ponía nerviosa esa enredadera!!! En ese momento yo le hubiese dicho que la tire, que no servía para nada. Pero ella estaba convencida de que iba a revivir. Justamente, mi madre cerró el libro, tomó un cuaderno, una lapicera Parker y su frasco de la imaginación. Se levantó del banquito verde y no hace falta decir que se dirigió a la horrorosa planta.

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¿Para qué?, me sigo preguntando yo. Entonces, mi mamá empezó a componer una poesía, que era muy buena para eso, también. Su letra prolija, sus palabras bien rimadas y su talento para la literatura, se marcaron en la hoja amarillenta del cuaderno. (Desearía tener la misma letra, pero no, es grande y tosca la mía) Lo que terminó ocurriendo fue que ella le cantó los versos de la poesía y brotaron los pétalos de las flores. Lo que faltaba era el centro, por eso, la mujer miró hacia allí y se terminó formando un círculo, del color de sus ojos. GUAU, exclamé yo cuando me contó, con todos los detalles del mudo, la historia matutina.

A esta planta le pusieron el nombre OJOS DE POETA, por su linda creación. Ah y me olvidé de decirles, a ustedes vecinos del barrio de Flores, como se llamaba mi mamá. Bueno, su nombre era Alfonsina Storni.

(*) Lucía tiene once años y es vecina de Flores. Junto a su prima Alma, fundaron la Biblioteca gratuita infantil Alfonsina Storni en el Museo Barrio de Flores.