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El Zoo “Cuatro Patas”

Escribe Lucía D´Anna Urteaga, tiene 12 años y es vecina del barrio de Flores.

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Escribe Lucía D´Anna Urteaga

En la Tierra, hace mucho tiempo, vivían los elefantes. Seguramente las próximas generaciones se preguntarán de qué monstruo, criatura o ser sobrenatural les estoy hablando, ya que no tuvieron la magnífica oportunidad de compartir planeta con estos bellos animales de trompa alargada, orejas grandes y cuerpo pesado, como Daniel.

Él, cuando cumplió sus 6 años, visitó un zoológico y vio jirafas, leones y elefantes, entre otros, en estado de prisión. Pero como era chiquito no tomaba conciencia de que el encierro de animales para exhibición estaba mal, re mal, por eso disfrutó su día al máximo. Cuando tuvo el doble de edad, se dio cuenta que los animales debían estar libres, en su hábitat natural, por eso, intentó convencer a su hermana menor, Camila, de no organizar lo mismo para su cumpleaños. Ella, entendía perfectamente el razonamiento de Daniel, pero tenía un mejor plan.

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– Mirá, Dani, le dijo señalando un dibujo suyo que parecían mamarrachos. Cuando entremos al zoológico nos portamos bien, como cuando vamos de shopping con la abu, pero después que me cantan el feliz cumpleaños, salimos corriendo y liberamos a los animales de las jaulas y listo: felices para siempre, ddijo sonriendo la pequeña, entusiasmada.

– Pará, pará, pará. ¿Vos estás loca Cami? No es tan fácil como crees. Primero, hay que saber dónde están las llaves de las jaulas, porque de lo contrario, no podremos sacarlos jamás. Segundo, hay que conseguir un camión para transportar a los animales y un chofer que conduzca. Tercero, ¿dónde los ponemos después de la liberación y el escape? Cuarto…

– Pará vos, interrumpió Camila, agotada de tantas palabras adultas. Si somos positivos, lograremos nuestro objetivo, exclamó imitando a la protagonista de una serie infantil.

Y así fue como llegó el día tan esperado por los chicos. Camila se levantó más radiante que nunca y Daniel, con menos sueño. Luego de la jornada escolar, tomaron rumbo hacia el zoológico “Cuatro Patas”. Los papás no sabían nada de los planes de sus hijos, por lo tanto estaban despreocupados y tranquilos por algo que resultaría alborotador.

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Cuando llegaron, Daniel tuvo muchos recuerdos, mayormente buenos, pero no había cambiado de opinión, no iba a defraudar ni a su hermana, ni a los pobres animales. Camila sopló las velitas y pidió, en vez de 3, un sólo deseo: PODER SALVAR Y DARLES UNA MEJOR VIDA A AQUELLOS PRISIONEROS INOCENTES. No con esas palabras, en realidad pensó: QUE MAMÁ Y PAPÁ NO NOS RETEN AL RESCATAR A LOS ANIMALITOS, pero era lo mismo.

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El zoológico carecía de guardias de seguridad y apenas tenía algunos empleados, por lo que conseguir las llaves fue pan comido. Abrir las jaulas, no tanto, porque las cerraduras estaban oxidadas, pero igual pudieron. Valentía y coraje tampoco les faltó al enfrentarse con los animales más fuertes, como tigres y rinocerontes, aunque estos confiaban en los niños.

En un momento, casi cuando terminaban su labor, los padres los encontraron liberando a los chimpancés y se sorprendieron muchísimo.

– ¡Ya tenemos una perra y un gato! ¿Ahora quieren un mono?, dijo el papá.

– No solo un mono, sino todo el zoológico- alerto la mamá, viendo como los animales subían en fila al camión mosquito de su hermano (el tío de los rebeldes)

– Estamos rescatando a los animales Ma, con ayuda del tío Facu, dijo Cami, frustrada.

– Bueno, nosotros los ayudamos, accedieron los adultos, que se sentían los mejores padres del universo para sus hijos pero los peores para los dueños del zoo.
(*) Lucía D´Anna Urteaga tiene 12 años y es vecina del barrio de Flores.

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