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Las cafeterías de César Aira

Recopilamos –en primera persona- parte de las recientes declaraciones del genial autor florense –que este mes cumple 74 años- para el medio internacional Asymptote.

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Recordamos que César Aira hoy supera las 120 obras, editadas en más de 30 países. Se calculan que unas 16, transcurren en Flores.

“La cafetería es el ambiente ideal para escribir porque puedo escribir allí durante una hora (es todo lo que necesito para completar el trabajo del día) ya que solo tengo mi Montblanc y mi cuaderno conmigo, mientras que en casa tengo libros para leer, música para escuchar, películas para ver, mi esposa para charlar…En mi casa siempre hay algo más importante que hacer que escribir. Me preguntan cómo puedo concentrarme en una cafetería llena de ruido y movimiento y con el espectáculo de la calle al otro lado de las ventanas. Sucede que para escribir, para escribir lo que escribo, necesito desconcentrarme. La concentración me conduciría inexorablemente al tedioso tema de mi propia vida aburrida.

“Escribo sobre lo que me pasa. Porque escribir, como actividad libre que no produce más placer que hacerlo, es una forma inofensiva de obsesión. En la época prefreudiana se llamaba vocación.

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“La realidad me da el material que necesito para escribir. Luego viene algo, que se puede llamar inspiración, arte, talento, oficio, o simplemente trabajo, con lo cual organizo ese asunto.

“La realidad es lo que me proporciona todo lo que necesito para escribir. Es inagotable, y no tengo más que dejarlo venir, como el hada con la varita mágica que cumple todos los deseos, al menos los de todos los escritores. Siempre es diferente, variada, delirantemente cambiante. Le debo las mejores cosas que he escrito y he aprendido a esperar su ayuda cuando no sé cómo seguir. Solo invento en casos extremos donde la realidad no se manifiesta. Pero son casos raros, excepcionales. La gran realidad Diosa Dadaísta es generosa, tiene demasiado que dar para ser tacaña. Mi trabajo es básicamente hacer las transiciones entre sus dones. Es por mi devoción a la Realidad que odio el Realismo, ese corsé inhumano que apaga todas las luces de lo maravilloso.

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“Desde el momento en que doy un libro a una editorial, desprecio para siempre ese libro, sus reediciones, traducciones, compilaciones, lo que sea. Es más, se me olvida de qué se trataba.

“No soy joven, no muy saludable, me falta energía, me faltan ambiciones literarias. Debería tomarme un descanso. Lo digo en serio, pero es inútil. Me gusta escribir, siento que el día que no escribo es un día perdido, y además, tengo tal colección de los mejores bolígrafos del mundo, y cuadernos de papel exquisitos, que sería una pena no usarlos. Incluso si no sale tan bien como antes, y supongo que cada vez saldrá menos bien, seguiré escribiendo”.

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