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Aira, el genio literario que no quiere perder su pseudoanonimato

Si bien su obra es enorme, el de Cesar Aira no es un rostro muy identificable por las multitudes. El escritor de Flores es conocido por ser una persona muy privada y por no gustarle ser asediado por la prensa y la gente en general.

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Si bien su obra es enorme, el de Cesar Aira no es un rostro muy identificable por las multitudes. El escritor de Flores es conocido por ser una persona muy privada y por no gustarle ser asediado por la prensa y la gente en general. Y aunque disfruta pasar desapercibido en los pasillos de los supermercados del barrio o los bares donde siempre se pide un diminuto café sin ser reconocido por los mozos, esto está empezando a cambiar. “Cuando andas en la calle, ¿la gente te reconoce?”, le preguntaron desde un medio de Literatura Latinoamericana Contemporánea.

“Muy poco, por suerte. También está el hecho de que la gente es bastante tímida, a veces me reconocen. Yo he aprendido a reconocer esa mirada ¿no? Pero no dicen nada”, contestó, para agregar luego una anécdota de su vida cotidiana: “A veces creo ser totalmente anónimo. No es que haya hecho cosas malas o delictivas, pero estaba en la pescadería comprando pescado porque mi mujer me había mandado y había atrás de mi un matrimonio, una pareja y atrás de ellos un chico, un muchacho joven. Y el pescadero, un muchacho muy popular, me dice: ‘usted es escritor ¿no?’ y la cajera dice: ‘no piense que él leyó sus libros. Él los vio en un diario en una fotocopiadora’. Entonces la mujer de atrás dice: ‘no es un escritor más, es un gran escritor’ y el muchacho que estaba atrás dice: ‘el mejor de la Argentina’. O sea, que todos me conocen ya, de no ser por el pescadero yo me hubiera ido tan tranquilo pensando que nadie me reconocía”. Justo antes, a modo de broma y quizá un poquito de verdad, dijo que ganar el Premio Nobel de Literatura, al cual hace años es candidato, “sería un horror” porque se convertiría en una “figura pública”. “Perdería mi anonimato, me seguirían en la calle, andando en bicicleta, no que feo, no”, aseguró entre risas. Ese mismo pseudoanonimato que aun le permite disfrutar de la bicisenda de la calle Bonifacio en las mañanas.

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Por otro lado, en la misma nota Aira contó que comenzó a escribir poemas de adolescente, a los 14 o 15 años, y a los 17 o 18 nació su primera novela. La misma se llamaba Individual, y al igual que las otras 20 o 30 que escribió hasta a los 31 años ya en su hogar en Bonorino – donde vive desde los 18 -, nunca se publicó. “Quedan para publicaciones póstumas”, confesó. “¿La primera novela que se publicó fue Moreira, ¿verdad?”, le preguntaron. “La primera que se imprimió porque la imprimió un editor que se llamaba Achával Solo. Ese fue el nombre de la editorial también, porque antes había tenido un socio, pero le había ido muy mal con el socio, entonces dijo: ‘socio nunca más’ e hizo su editorial Achával Solo. Imprimió esta novela: Moreira, pero le faltaba la tapa y fue el golpe del 76, el golpe militar y Achával desapareció, se escondió, se fue al Uruguay, no sé. Se quedó toda la novela impresa sin tapa en un sótano y hacia el 81 creo, se publicó una novela… otra, Ema la cautiva. Y cuando salió Ema, Achával había vuelto a la superficie y me dijo: ‘le ponemos la tapa y la sacamos’ y efectivamente salió, así que no sé cuál es mi primer libro… el primer libro impreso, el primer libro publicado”, contestó entre risas.

Al ser consultado sobre su predilección por personajes marginales, el vecino de Flores reveló que la misma “es simplemente que se les ve mucho. Las periódicas crisis que tenemos los argentinos, hay mucha gente que se queda sin casa, revuelve la basura… es gente que entra en mi campo visual. Yo pienso que es bastante realista, ¿no? En Las noches de Flores son estos señores que reparten pizza. Eso surgió de una cosa… una noche había ido con mi mujer a comer pizza a la pizzería y como mi hija estaba en la facultad y volvía tarde a la media noche a la casa iba a querer comer algo. Compramos una pizza y se la llevamos, los dos caminando por la calle con la pizza. Era un lindo trabajo que hacer ¿no? Llevar una pizza en la noche, y ahí inventé a esta parejita que termina siendo totalmente otra cosa”.

Finalmente, sobre sus proyectos para el futuro aseguró que su plan es “seguir escribiendo”. “Para nosotros Borges es una referencia ineludible ¿No? El Borges después de los 60 años decayó mucho su producción, su último libro bueno fue El hacedor, él tenía 60-61, y a partir de ahí pues, cuentos como: El informe de Brodie, El libro de arena son muy inferiores. Ya yo pasé los 60 años hace mucho, lo cual me ha obligado a preguntarme: ¿yo también estaré decayendo?, y bueno, eso me intriga y por eso voy a seguir escribiendo, para ver si decaigo o no”. En ese sentido, contó que está, por primera vez, reescribiendo un trabajo suyo. “Yo había publicado hace muchos años una novelita de ciencia ficción que se llama El juego de los mundos y ahora la editorial Emecé está haciendo la biblioteca Aira, rescatando libros viejos míos, y quería hacer eso. Entonces lo releí, lo encontré muy flojo, entonces lo reescribí completamente, lo amplié. Vamos a ver, porque ahora seguramente algún lector va a leer las dos versiones… Creo que quedó mucho mejor, porque la amplié, le di mucho más vuelo. No sé qué van a decir, la gente es mala, y quizás van a decir: ‘Qué lástima, tan buena que era aquella’”.

Con 71 años, Aira sigue expandiendo su colección literaria. En estos días, llegó a las librerías Fulgentius (Literatura Random House), una novela sobre un egocéntrico general romano que quiere montar una grandiosa tragedia en plena campaña. Esta vez quedarán afuera los mendigos de avenida Rivadavia y la villa del Bajo Flores que aparecieron en algunas de sus más de cien obras. Aunque, como promete, su lapicera seguirá escribiendo en la libreta mientras mira por las ventanas de los cafés del barrio y, para felicidad y orgullo de los vecinos, Flores siempre logra estar presente en su escritura.

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