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La figura del Papa Francisco irá creciendo con el tiempo
Escribe Martín Bourdieu, cura párroco de la Basílica San José de Flores.

Escribe Martín Bourdieu
Al Papa Francisco hay que entenderlo en dos dimensiones. La primera es Jorge Mario Bergoglio, que es el que conocimos cuando estuvo aquí en la Argentina, que caminaba nuestras calles, nuestros barrios, que se movía en el transporte público…era un poco como un vecino más, más allá de su rango importantísimo como arzobispo de Buenos Aires. No perdió su esencia de ciudadano, de porteño, le gustaba la ciudad, le gustaba su barrio, le gustaban sus calles.
Y después, llevado a la figura del Papa, hay que verlo como pastor universal, como aquel que fue un líder indiscutible de nuestra época. No solo para la Argentina, sino para el mundo entero, en un planeta que está muy carente de líderes, apareció y rompió la figura de Francisco como un faro, que se sentaba y hablaba con todos y tenía un discurso disruptivo, difícil, y que muchas veces era comprendido, muchas otras no. Como todo líder, generaba controversia. Él la generó, la generó mucho, pero…
Yo creo que la figura de Francisco va a ir creciendo con el tiempo, creo que la historia lo va a poner en un lugar absolutamente preponderante. Desde ya que estoy convencido que es el argentino más importante de la historia, pero me parece que su figura va a trascender mundialmente, digamos, va a estar en la galería de los grandes de la historia de la humanidad.
Más adelante, nos quedamos con el Francisco que no se olvidó de su Flores, nos dio repetidas muestras de cariño, cercanía, interés; en conocer cómo estaba la Basílica, cómo estaba el barrio y determinadas personas, preguntaba por ellas.
Hasta en las últimas fiestas patronales (ya muy enfermo), se encargó de mandarnos un regalo, un famoso cuadro pintado por un ruso. El se acordó que existía ese cuadro y como una especie de testamento, dijo, bueno, quiero que ese cuadro vaya para Buenos Aires, para la Basílica de Flores…Increíble. Son todos detalles muy cercanos, muy fraternos y muy de él, que lo pintan de punta en blanco, digamos, así era él, el hombre de los gestos y de los detalles.
Más allá de su carisma personal, Francisco tenía este plus que lo convierte sin duda en un líder querible, entrañable y extrañable. Yo creo que se lo va a extrañar mucho.
Desde el punto de vista vecinal, a mí me sorprendió, y lo hemos comentado con varios sacerdotes, que mucha gente vino a pedir perdón. Eso nos movilizó, mucha gente vino a confesarse, a pedir perdón por el trato, o por sus críticas.
Por el otro lado, el afecto que supo demostrar la gente durante todos estos días fue inmenso. Fueron días imparables, de miles de personas caminando dentro de la basílica -las 24 horas- que se acercaban al confesionario, se quedaban rezando, dejaban su cartita, sus fotos y sus flores. Ese confesionario se convirtió en un santuario. La reacción ha sido hermosa, emocionante, conmovedora. Evidentemente, hubo un personaje que nos perdimos, digamos. Y creo que la Argentina, en eso, sí, somos complejos. Nos cuesta reconocer a nuestros héroes, ¿verdad?
Durante siete días, presentamos las condolencias a una gran persona, como si fuera un familiar. Se nos murió (a todos) el mismo familiar. Vivimos días de sensibilidad afectiva, de unión barrial, de diálogo, de paz interior.
(*) Martín Bourdieu es cura párroco de la Basílica San José de Flores.
