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Intervenir la realidad: el poder de la participación colectiva en tiempos de crisis
Maximiliano Feroleto es Sociologo y nos comparte una reflexión sobre la importancia de la acción colectiva en tiempo de crisis.
Escribe Maximiliano Feroleto (* )
Una idea que deviene en acto, una apuesta, la voluntad de crear e intervenir la realidad social. Una vez que arrojamos la piedra hacia el agua, sólo podemos percibir una mínima porción de sus consecuencias. Materializaciones de este tipo, por más sencillas que parezcan, son las que mueven el mundo y lo transforman constantemente.
Así sucedió, hace apenas unos días, con la creación de la biblioteca Alfonsina Storni en el Museo de Flores. Sus progenitoras, Luchi y Alma, nos recordaron que la acción colectiva es lo único que puede mantenernos de pie en momentos de turbulencia. Juntas, dieron las primeras pinceladas de un cuadro sin marcos que se proyecta en constante crecimiento, una obra que ya es parte de todo el barrio.
Teniendo en cuenta la gran repercusión que este hecho tuvo en tan poco tiempo, no solo porque se hizo eco en los principales medios de comunicación sino también, por la cantidad niñas y niños del barrio que se acercaron rápidamente entusiasmados al Museo, cabe preguntarnos, al menos, ¿cómo es posible que en tiempos de creciente virtualidad, genere tanto interés la creación de un espacio para compartir libros? ¿De qué manera se inscribe este fenómeno en el contexto que estamos atravesando? ¿Desde qué lugar nos interpela como vecinas y vecinos?
Indudablemente, la palabra crisis es una de las más utilizadas durante el último tiempo puesto que solemos emplearla para describir situaciones adversas y momentos de caos que atentan contra eso que solemos llamar normalidad.
Sin embargo, es posible hacer foco en otra de las acepciones -un tanto olvidada- que tiene este término y ver cuán valioso puede resultarnos este ejercicio. Etimológicamente, el vocablo crisis (krisis, en griego) significa <decisión> y su verbo (krinein) designa el momento adecuado para decidir, el punto de inflexión de una situación dada.
Cuando Alma y Luchi sintieron que las reuniones por video habían llegado a un punto crítico en su cotidianidad, lejos de lamentarse, con los recursos que tenían a mano, tomaron una decisión y actuaron en consecuencia.
En momentos de incertidumbre, de encierro y aislamiento, el lazo social se debilita y no existe virtualidad suficiente que pueda morigerar el impacto. Es evidente que, hoy en día, la solidaridad social -uno de los principales factores que caracterizan a toda sociedad- se resiente ante las dificultades que, producto de la situación epidemiológica actual, se nos presentan para compartir espacios comunes.
Esto requiere del surgimiento de nuevas formas que permitan seguir relacionándonos sin perder la esencia de nuestro entramado social. Ante esto, se vuelve imprescindible el surgimiento de iniciativas como las que tuvieron estas dos pequeñas, compartiendo su mirada sobre el estado de las cosas y aunando voluntades para cambiar aquello que tanto las afectaba.
Si estas prácticas cobran tanta importancia para la vida social es debido a que poseen un efecto multiplicador sobre el conjunto y permiten una recuperación de la dinámica social, posibilitando que los lazos sociales vuelvan a enraizarse por las calles del barrio, fortaleciendo la cooperación y el sentido de pertenencia de vecinas y vecinos.
La invitación a compartir un libro, hacerlo circular, recomendar lecturas e intercambiar opiniones sobre éstas, va más allá del acto material, conlleva un poder simbólico que sigue el recorrido de cada libro desde la biblioteca del Museo hasta el interior de cada hogar, ida y vuelta. Más aún, la biblioteca Alfonsina Storni oficia de núcleo central vinculando a las partes entre sí, integrándolas en una verdadera red social, convirtiendo las vivencias personales en experiencias colectivas que alimentan al estado de ánimo general. Se trata de un trayecto circular que nos conecta con nuestras reflexiones más profundas y nos anima a compartirlas e intercambiarlas con los demás; se trata de realizar un recorrido que nos remonta a nuestros orígenes en común -no es casualidad que este suceso ocurra en un barrio tan afecto a la cultura literaria.
En definitiva, si el impacto de esta pandemia alteró de pleno nuestra cotidianidad, si la vida social en su conjunto entró en crisis, hemos visto que solidariamente podemos transformar esta nueva e incómoda normalidad en un momento propicio para aguzar el criterio y decidir de qué manera volveremos a ponernos en marcha; por el contrario, el estancamiento y el desapego solo nos conducen al desgaste en solitario.
Así como la piedra que irrumpe en la quietud del lago, lo que ocurrió con la biblioteca del Museo de Flores forma parte de aquellas prácticas sociales fundamentales para ponernos en movimiento, porque nos acerca, nos anima a participar, nos interpela, nos convoca a salir de la parálisis que genera una pandemia, reavivando la participación vecinal y nutriendo esa conciencia colectiva que insufla de vida al barrio.
(*) Maximiliano Feroleto es sociólogo.