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El susto
Si de mitos y leyendas urbanas, se trata, muchas historias que se cuentas de generación en generación, sin ser registradas por escrito, hay distintas versiones debido a que van cambiando con el tiempo debido al interlocutor que la cuentan, muchas veces varían las épocas, los protagonistas o el orden del suceso, también surgen dudas precisamente de la ubicación geográfica de los acontecimientos. Lo que si podemos afirmar es que nunca podremos saber es realmente si los hechos sucedieron o si la narración es original, la siguiente es como a mí me la contaron.
Escribe María Julia Costa
Si de mitos y leyendas urbanas, se trata, muchas historias que se cuentas de generación en generación, sin ser registradas por escrito, hay distintas versiones debido a que van cambiando con el tiempo debido al interlocutor que la cuentan, muchas veces varían las épocas, los protagonistas o el orden del suceso, también surgen dudas precisamente de la ubicación geográfica de los acontecimientos. Lo que si podemos afirmar es que nunca podremos saber es realmente si los hechos sucedieron o si la narración es original, la siguiente es como a mí me la contaron.
Esta historia es muy complicada de determinar en qué momento sucedió exactamente, ya que según quien la relate sucedió en los años 60, otras versiones la ubican en los 70 y hasta algún atrevido la centra a fines de los 2000.
La leyenda cuenta que un joven, de aproximadamente 23 años, llegó buscando trabajo, se encontraba predispuesto a realizar todo tipo de trabajos, se desconocía su procedencia.
Luego de mucho caminar en busca de trabajo, en las marmolerías y florerías cercanas al cementerio, alguien le transmite que estaban necesitando operarios para realizar el cuidado y mantenimiento del cementerio del barrio de Flores, este lugar conserva las características pueblerinas de su concepción. Entre las bóvedas que se encuentran en él se destacan las de la familia Flores, Tomás Millán, Terrero, Bunge y Ojeda. Además, descansan los restos del tan mentado payador Gabino Ezeiza. Comprende un predio de 27 Ha y está delimitado por las calles Balbastro, Varela, Castañares y Lafuente. Tenía cierta experiencia en la construcción con lo cual comenzó a trabajar al instante en el trabajo que le ofrecieron.
El trabajo comenzaba todos los días a las ocho de la mañana, cuando se encontraba con sus compañeros en la entrada principal del cementerio ubicadas en la intersección de la avenida Varela y la calle Balbastro. Hasta que un día cuando caía el sol y se tomaba como finalizado el día laboral para el conjunto de hombres, todos los operarios se retiraban a descansar,
menos este muchacho, al cual le llamaba la atención la arquitectura del lugar, con los panteones con sus ángeles alados en las alturas, las distintas estatuas que se encuentre entre ellos, y las antiguas tumbas que datan de 1903.
Luego de su apetecible paseo enfiló hacia una de las salidas del cementerio, pero para su sorpresa, la hora había transcurrido y era casi las siete de la tarde, horario en el cual, siendo verano, aún hay un poco de luz solar, por eso no había tomado en cuenta lo tarde que era. A simple vista no encontraba forma de salir. Lo único que se le ocurrió fue caminar por los pasillos cercanos al muro que separa al cementerio del resto del barrio. A estas alturas ya se encontraba muy nervioso ante tal situación, hasta que divisa a lo lejos a una mujer mayor con un ramo de flores frente a una tumba, en ese momento logro tranquilizarse un poco al encontrarse con alguien que podría ayudarlo a resolver este problema en el cual se encontraba. Se acerco, avergonzado a solicitarle ayuda a dicha mujer, la cual lo tranquilizó, ofreció su ayuda y le explicó que muchas veces le había pasado lo mismo debido al cierre temprano del cementerio, comenzaron a caminar juntos hablando de la poca seguridad que había en el lugar que siempre se retiraban dejando a alguien encerrado dentro del predio, hablaron del clima, de la tormenta que se avecinaba y de las cosas bellas de la vida.
Al acercarse a un lugar cercano al muro que separa al cementerio de la calle Castañares, la mujer le indica que allí estaba la salida, el muchacho no veía ninguna puerta y hace una pregunta de la cual se arrepentiría toda su vida “…Pero, ¿Cómo haces para salir por ese lugar?…” la mujer sonriendo, le dirige una mirada fija y tierna, camina hacia el paredón y al aproximarse lo traspasa como si nada hubiera allí, como si su cuerpo se desintegrara y desapareció a través de los muros de concreto que separa al camposanto del resto del barrio.
El joven, al observar lo que esta desconocida mujer hizo, comenzó a correr condesesperación, chocándose con tumbas, nichos y panteones, hasta que pudo encontrar una de las puertas que se encuentra en la calle Balbastro, en la cual hay un portón de ingreso para vehículos enrejada pudo treparse en ella y saltó al exterior. Lo único que pudo hacer fue ir hasta la terminal cercana de la línea de colectivos que se encuentra enfrente al cementerio y pedirle a una de las unidades que comenzaba su recorrido que lo alejase de ese lugar. El contratista de las obras nunca volvió a verlo. Dice el mito urbano que nunca volvió al barrio de flores y que ni para la sepultura de sus familiares volvió a acercarse a un cementerio.
Se desconoce el nombre del protagonista de esta historia, aunque si varias personas que residen en el barrio aseguran haber visto un espectro traspasar el muro del cementerio, siempre a la misma hora en que cae el sol y comienza a anochecer. Ninguno se animo a establecer contacto visual con la anciana, dado que observar el suceso pensaban que era fruto de su imaginación o no se quedaban a indagar sobre el tema, lo que provocaba que alejaran de la zona lo más rápido posible. Por estos relatos muchas personas del barrio evitan transitar por el límite de la necrópolis que es delimitada por la calle Castañares, en el anochecer de cada día.