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El Fenómeno Airarlt

Hoy puedo decir con orgullo que Aira y Arlt se parecen. Que juntos formarían algo así como un “Airarlt”, dos fenómenos de Flores que tenemos el gusto de disfrutar en el “barrio de las letras”.

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Escribe Roberto D´Anna

La primera vez que fui a buscar a César a una famosa librería me respondieron: “¿De Arias, buscás? No, no tengo nada”. Y seguí buscándolo, hasta hoy tener más de 300 libros, editados en una veintena de países, desde Japón, Chile, Estados Unidos, Italia o Alemania. No fue tarea fácil. Por el más difícil, el primero, tarde diez años. Es creer en alguien y persistir.

Es darse cuenta que una persona es “distinta” como lo fue Haroldo “Buby” Mahler, un vecino de Berazategui y su fábrica de autitos; Diego con la pelota; Jorge con los franciscanos o Arlt con sus Aguafuertes porteñas y que se puede llegar alguna vez a tocar el cielo con las manos.

De ese día, que empecé a conocer a Aira, pasaron casi dos décadas. De buscar y buscar. De leer sus libros que hablaban de mi Rivadavia, de mis gimnasios, de los vecinos adultos mayores que hacían delivery, de la villa o del puesto de diarios de Directorio y Bonorino, entre otros. De verlo crecer. De verlo caminar por las calles de Flores.

De estar cerca de él, de tomar desde un pequeño café, a una cerveza en la esquina de Yerbal y Bolivia el día de mi cumpleaños, aunque él no lo supiera. Aira representa mucho para mí. Quizás en él busqué al Roberto Arlt de los años 30 o me atrapó esa forma de escribir, la famosa “hoja por día” que produce tres libros de excelente uso del lenguaje por año.

Aira es como un fantasma que aparece cuando menos lo pensás, por eso surgió en estos días en todos los medios nacionales y varios internacionales luego de obtener el premio Formentor, aquel ganado por Borges en los años 60 y que tendrá que “aparecer” a retirarlo en Túnez, en septiembre, pandemia mediante.

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Ese día de abril, el 14 creo, fue como una venganza. Es tanta su obra en todo el mundo que nadie puede leerla completa y ese día fueron tantas las notas aparecidas sobre el escritor de Flores, que él no pudo leerse en su totalidad.

Y se bancó no hablar. No dar reportajes a medios nacionales ni extranjeros (esta vez). Era el día justo para escribirle de más, de colocar algo que no le guste. Conociéndolo, y luego viéndolo caminar por Flores con barba y barbijo, en él nada cambiará. Porque Aira es Aira. Es nuestro César. Nuestro humilde César que sin anestesia me dijo hace unos meses “apareces en mi última novela”. Y yo me quedé helado junto a mi hija, Lucía. Y aunque suene mágico lo que voy a decir, quiso buscar su obra dentro suyo -porque no llevaba nada en la mano- y dármela. Se puso a buscar hasta que se dio cuenta que no la tenía.

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Me fui volando como él cuando caminaba por Bonorino. Mirando las nubes. Novelado por Aira. Quizás mi gran premio a la trayectoria como periodista fundador de este medio. En algún momento entré en la cabeza de Aira, y me mezcló con sus personajes en el libro “El Pelícano”.

Hoy puedo decir con orgullo que Aira y Arlt se parecen. Que juntos formarían algo así como un “Airarlt”, dos fenómenos de Flores que tenemos el gusto de disfrutar en el “barrio de las letras”. Dos delanteros de área. Diferentes pero que marcan goles históricos. Los dos ganaron por “prepotencia de trabajo”, con un poder increíble de visualización de la realidad, de sus personajes y sus crónicas. Dos fenómenos del siglo XX y XXI que trascienden el mundo de los normales, y que debemos cuidar y proteger.

¿Por qué Aira ganó el premio Formentor?

El único escritor argentino candidato al Premio Nobel de Literatura, César Aira, con 107 libros publicados entre novelas, relatos y ensayos, ganó el Premio Formentor 2021, dotado de 50.000 euros, destinado a reconocer la obra completa de un escritor. El jurado del premio anunció desde la ciudad de Sevilla que decidió elegir a César por “la infatigable recreación del ímpetu narrativo, por la versatilidad de su inacabable relato y por la ironía lúdica de su impaciente imaginación”. A los 72 años, el autor de Ema, la cautiva y Cómo me hice monja, entre otros títulos, quien reside en nuestro barrio desde joven, luego de su Coronel Pringles natal y de la mano de la familia Montesano, quienes lo acercaron a vivir cerca de la Plaza Misericordia.

Ese mismo premio fue ganado por Jorge Luis Borges en 1961, compartido con Samuel Beckett. El jurado del Premio Formentor, presidido por Basilio Baltazar e integrado por Anna Caballé, Francisco Ferrer Lerín, Juan Antonio Masoliver Ródenas y Gerald Martin y Basilio Baltasar, destacó que “la escritura de Aira adopta técnicas cuyo rigor, frescura y soltura recuerdan las claves jazzísticas de la improvisación artísticas” y agregó que “sobre las estructuras invisibles de la inspiración, el autor levanta escenarios y voces que desconciertan y alimentan la perplejidad del lector”.

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Han pasado cuarenta años desde que publicó su primera novela, Ema, la cautiva (1981), aunque muchos sostienen que su primera obra fue Moreira. “Las convenciones de tiempo y espacio, paradigma que regula el oficio narrativo, aparecen en la obra de Aira como formalidades secundarias que son sustituidas a menudo por destellos y fulgores, recursos y licencias puestas al servicio de una bulliciosa inventiva”, precisó el jurado en el acta del premio. “El relato emprendido por Aira desde sus primeras publicaciones, el centenar de novelas escritas por el autor argentino, su fecunda y perseverante creatividad, conforman una audaz fábula del mundo postmoderno y confirman el arte poético de un excepcional malabarismo estético: sus incesantes variaciones literarias han hecho de su escritura una fuente inagotable de gozo, deleite y asombro”, concluyó el jurado de esta edición.

Una de las principales fans de Aira es Patti Smith. La cantante estadounidense escribió una reseña para The New York Times sobre El cerebro musical, traducido al inglés como The Musical Brain (2015), pieza que está exhibida junto a Moreira en el Museo Barrio de Flores. Patti dijo que el escritor argentino tiene una “mente improvisadora” y un “ojo cubista que ve desde todos ángulos”. “Sus personajes, ya sean rufianes de tiras cómicas, monos, partículas subatómicas o una versión de su propia infancia, se mueven en un paisaje cambiante de situaciones inestables que trastornan nuestra existencia temporal y la hacen fantasmagórica, sin dejar de parecer cotidianas conforme se desarrolla la trama –plantea Smith-. Su enfoque natural que acepta incluso los episodios más extravagantes, suspende la incredulidad y promueve el sentido propio de desplazamiento, de liberación de la banalidad”.

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