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Veintitrés
Veintitrés años de Flores de Papel. Levantemos el puño bien alto. Hemos ganado por prepotencia de trabajo, sin jefes ni amos.
Escribe Roberto D´Anna
Casi dos docenas. Un ramo grande. Cada flor representa algo. Con dulces perfumes y algunos agrios momentos, transitamos este tiempo, de los cuales hoy 3 de agosto, se cumplen 23 años.
Quizás para algunos será un año que no termine en cero, en un lustro, no son Bodas de bronce, plata u oro, ni final de siglo, pero para nuestro equipo de valientes significa mucho.
Atravesar la pared. Romperla. Superar la pandemia imprimiendo, sin esconderse un solo mes. Surfear una inflación constante que apaga sueños y nos quiere hacer achicar o desaparecer. O hacernos irnos del país, como en el 2001, cuando titulamos en tapa: “Nosotros nos quedamos”.
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Veintitrés años de ver muchos vecinos que hoy no están. De ver casas que ya no están. De ver cosas que se repiten, en su mayoría injusticias en una ciudad desigual fundamentalmente con nuestros jubilados, maestros, médicos, bomberos, ex combatientes, policías y tantos otros. También con los pequeños comerciantes locales que todos los días suben sus persianas, mientras Comunas, Defensorías del Pueblo o Aysa, por ejemplo, siguen parcial o totalmente cerradas.
Veintitrés años de sentir un barrio que sufre más de lo que disfruta. De esperar que la próxima generación salve a la anterior.
Veintitrés de luces que se apagan como la de Brian, de crisis, de vecinos que se mudan desesperados buscando otros horizontes. Y que no vuelven.
Veintitrés años de tener una villa, aunque políticos manden pintar sus laterales y le cambien de nombre y no digan que es un barrio de casas “de cuatro por cuatro, sin un baño decente y un piso de tierra”. Barrio fue el que soñó el diputado Caferatta hace un siglo en los pasajes de Flores y que la política no pudo seguir construyendo. Ninguno de los pasajes de Flores hoy lleva su nombre, pero sí de ingleses piratas.
Veintitrés años de ver caerse a la clase media, a la cultura, a los clubes barriales, a sus galerías, como del último piso del gran edificio de Carabobo y Rivadavia. Sí. Ese de Galante, cuando era Galante.
Veintitrés años de competencia ilegal, de centros comerciales de bolsas negras y ningún logo; de talleres textiles clandestinos en los que mujeres (en su mayoría importadas, sin documentos) amamantan bebés recién nacidos.
Veintitrés años de promesas incumplidas. De pozos en calles y veredas. De teatros abandonados, de sanatorios intrusados, de Trata, en nuestros edificios. De ver el lago de agua servida que corre por Bilbao y Rivera Indarte, aunque ahora le pongan un inútil lomo de burro entre autos que estacionan en tres filas.
Veintitrés años que no se olvidan, que dejamos registrados en tres libros, un Museo funcionando y 276 ediciones mensuales consecutivas, guardadas una por una. Veintitrés años de defender a Aira, Arlt, a tu bisabuelo, a tu abuelo, a tus padres y a vos.
Veintitrés años del Compre en Flores. De ayudar a las escuelas públicas y privadas, que forjaron grandes vecinos en nuestra pequeña patria llamada Flores.
De pedir y repartir mantas por nuestros tres hospitales, el Álvarez , el Piñero y el abandonado Israelita, por el cual, la colectividad no tuvo memoria ni piedad.
Veintitrés años ver pasar al mismo tren, con cruces de largas filas de autos, motos y camiones. De gente triste, amontonada. Suicidada.
Veintitrés años dando un mail, un teléfono, un celular o un WhatsApp para estar más cerca del lector, del artista, del escritor, del tanguero, del pintor, que necesitaba un empujoncito para crecer.
Veintitrés años de producir noticias locales para vecinos de todo el mundo. Desde Flores al Vaticano, llegamos. Formamos a varios jóvenes que luego volaron y flamearon alto. Tuvieron su editorial, fueron periodistas en Rusia, en Uruguay o en España. También, actualmente en medios nacionales. El “hecho en Flores por vecinos de Flores” fue nuestra marca más preciada.
Somos el barrio. Somos Flores. Somos locales. Un día se nos ocurrió decir que “Flores siempre es bello”, para los que lo quieren ver crecer o para aquellos que insinúan querer ensuciarlo. Flores es política de estado para nosotros.
También nos dijeron que éramos “fundamentalistas” por ser tan fanáticos. Allá quedaron.
Veintitrés años recibiendo aplausos, bofetadas, plaquetas, insultos y amenazas por denunciar los que otros callaban.
Veintitrés años de estar del lado del vecino. El vecino corriente. El vecino auténtico. Nuestro silencioso héroe diario.
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Veintitrés años de aciertos y errores. Veintitrés años de Flores de Papel. Levantemos el puño bien alto. Hemos ganado por prepotencia de trabajo, sin jefes ni amos.