Flores resiste

Escribe Roberto D`Anna

Un movimiento de resistencia es un conjunto de grupos dedicados a oponerse a un invasor en un país ocupado. Puede tratar de alcanzar sus objetivos bien mediante la resistencia no violenta (algunas veces llamada resistencia civil) o por medio del uso de la fuerza.

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El término resistencia es generalmente usado para designar un movimiento considerado legítimo. Así, organizaciones e individuos críticos a la intervención foránea y que apoyan formas de movimiento organizado (particularmente donde los ciudadanos son afectados) tienden a favorecer el empleo del término.

Cuando tal movimiento de resistencia emplea la violencia, aquellos que estén favorablemente dispuestos a ella pueden hablar también de “luchadores por la libertad”.

Comercios y profesionales del barrio de Flores

Hasta aquì la teoría.  Vayamos a la práctica.

Hoy, Flores resiste. Resisten los que luchan para sacar al segundo enemigo invasor. En verano y otoño, fue protagonista el Dengue. Hoy, nos enfrentamos -en serio- con el feroz Coronavirus, del cual algunos menosprecian pero que se lleva miles y miles de vidas en las que decían llamarse potencias mundiales o continentales.

En los ùltimos meses, Flores se organizó. Armó grupos dedicados a entregar desde máscaras, alimentos o a solucionarle problemas a los vecinos, en plena pandemia. Es importante valorar a los que salen a defendernos y a los que colaboran. Y así, se formaron anónimos que dan de comer a los más necesitados o vecinos que ayudan a otros con cosas impensadas hasta el momento, desde un trámite al pago de un servicio.

Por otro lado del barrio, de repente, las persianas suben y en días, vuelven a bajar. Y nadie sabe a ciencia cierta si se podrán levantar más. Si en Flores se podrá vender. Lo sufren desde el Centro Comercial Avellaneda, en el norte; la avenida Rivadavia en el centro o Varela, al sur.

Para muchos, Flores no es potencia y aparece siempre primero en los ránkings de las desgracias. En mi primer libro, allá por el 2008, dije que Flores es termómetro de la ciudad. Que cuando a Flores le sube la fiebre, algo anda mal en la ciudad. Cuando en Flores abundan  los motochorros, también sucederá en Recoleta.  No es casualidad que de Flores se desprendieron en la historia, una veintena de barrios, que luego cada uno, generó su propia idiosincracia.

Flores resiste. Resisten sus  maestros, sus médicos, sus enfermeros, sus comerciantes, sus empleados, sus bomberos, sus policías, todos resisten al invasor con valor e hidalguía.  “De esta, salimos todos juntos”, dijimos los primeros días por redes sociales o el #FuerzaFlores, que se empieza a tomar como tendencia, aparte del bajón de màs de cien días de lucha y encierro.

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Resistencia en el discutido y polémico mundo runner (o de los corredores) es “la capacidad psicofísica de la persona para resistir a la fatiga”. Y los dìas de encierro producen fatiga, aún sin correr. Y suma incertidumbre, con ingresos “hechos picadillo de carne”.

En varios grupos formados en nuestro barrio entendieron por resistencia la capacidad de mantener un esfuerzo de forma eficaz durante el mayor tiempo posible.  Y  así estamos saliendo adelante, aunque no parezca. No queremos muertos tirados por dìas en nuestras calles. No queremos que desborden los prestigiosos hospitales Alvarez o Piñero.  No queremos que el enemigo invada nuestros centros educativos ni culturales. Respetemos a nuestros representantes elegidos por la mayoría, democráticamente.

Todo nace y crece de la cooperación. “Unidos y Organizados”, quizás suene a frase o ex frente polìtico, pero es el camino para lograr salir de nuestras casas lo antes posible. Armemos grupos de familiares, amigos. Formemos batallones de vecinos por cuadras. Grupos de anónimos. Grupos de valientes. Grupos de solidarios. Grupos de cercanía. Esos grupos actúan en bien del todo. Liberan egoismos. La salvación es horizontal, común y natural.

En toda guerra, se ven miserias humanas (luego la sociedad los juzgará) y se ven héroes, que quizás no tengan hoy el nombre de alguna de nuestras calles, pero que lo tendrán algún día. Ellos ayudan, sin que se note. Ellos contagian amor. Ellos son los faros del camino del centro oeste porteño.

Los dramas interminables nublan la conciencia. El exceso de ruido abruma los sentidos. La continua sobreinformación oscurece la genuina lucidez interior. Otórgate tiempo a la reflexión silenciosa. Permite que los sentidos descansen y se aquieten un momento. Respira hondo.

Esta pandemia permitió conocer al “de enfrente”, aunque sea con barbijo y máscara. Tenemos una mejor conexión.  Más horizontal. Más humana. Más solidaria aunque ni un abrazo pueda darse cuando se consigue una bolsa de arroz de treinta kilos para un comedor, cuando antes ni sabìamos que las bolsas de arroz tenìan ese peso y venían en bolsas de arpillera. “Seamos arpillera”, gruesos y ásperos fabricados con diversos tipos de estopa (de cáñamo o de yute). Debemos ganarle al enemigo en julio. Ya volveremos a ser seda, suaves y románticos, como nuestro Baldomero.

Uno, que camina estas calles desde hace 21 años como periodista de este medio local, nota que hay silencio, que hay tristeza. Se entera que hay vecinos que mueren antes. Todo pasa. Lo bueno y lo malo. Todos queremos que esto termine.  Flores resiste. Empujemos un poco más del carro, que el barrio saldrá del pantano, de la trinchera y recibiremos la primavera, con el enemigo doblegado, sin fuerzas para atacarnos.  Y ese dìa, volveremos a abrazarnos y a festejar, libres y unidos, con un asado de carne o vegetales comprado en mi caso, en la carnicerìa de Dany.  Estarán invitados todos mis héroes en una mesa muy larga, como las de antes, cuando las familias eran famiglia.