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El “Santo de la Espada” y San José de Flores

San José de Flores sobresalió por su aporte a la construcción de la historia grande. Hay varios ejemplos para dar pero sólo aludiré a un episodio, digno de destacar, que vincula a Flores con San Martín. A 171 años de su paso a la inmortalidad le rendimos sincero y emocionado tributo.

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Escribe Hugo C. Perri (*)

San José de Flores sobresalió por su aporte a la construcción de la historia grande. Hay varios ejemplos para dar pero sólo aludiré a un episodio, digno de destacar, que vincula a Flores con San Martín. Qué no puede decirse de José Francisco de San Martín. O, si se quiere, qué se puede contar de este modelo de hijo, hermano, esposo, padre, abuelo, estadista y militar ejemplar que ya no se sepa. Casi nada. Sin embargo existe un hecho para difundir, poco conocido, que protagonizó él y puso de relieve la gratitud de un Pueblo y la grandeza de un Hombre con mayúscula.

El 5 de abril de 1818 se libró en Chile la decisiva batalla de Maipo o Maipú en la que las fuerzas conjuntas patriotas al mando del Capitán General en Jefe del Ejército de los Andes, derrotaron a las tropas realistas del Brigadier General Mariano Osorio. Días después, el 1º de mayo, el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata Brigadier General Juan Martín de Pueyrredón le envió una significativa carta.

Veintidós

En ella se refería al viaje que el Libertador tenía previsto hacer a Buenos Aires para descansar en el seno de su familia, a los preparativos para recibirlo con muestras de amistad y a las manifestaciones que no podían rehusarse “pues hay ciertos sacrificios que es de necesidad sufrir a favor de la sociedad en que se vive y del puesto que se ocupa”.

A la vez le adelantaba que la ciudad preparaba “la carrera de su entrada con arcos y adornos al héroe de los Andes y Maipú”, le pedía que midiera sus jornadas para hacerlo de día, que le avisara la hora y si quería ingresar a caballo se lo advirtiera para mandarle uno suyo. Todo para que el Pueblo, el Estado Mayor y la Comisión de tres amigos que debían felicitarlo pudieran salir a su encuentro en San José de Flores, donde ya estaba situada una División de Artillería para rendirle honras.

Habituado a sostener que no quería “bullas ni fandangos”, el “Gran Capitán” renunció a los honores. Este es uno de los 16 principales “renunciamientos a la gloria, al poder y a la riqueza” que realizó el “Padre de la Patria” a lo largo de su brillante carrera y contabilizó el Instituto Nacional Sanmartiniano para resaltar su austero estilo de vida. Es probable que ese Pueblo se apenara al frustrarse el ansiado homenaje. Empero, nada faculta razonablemente a presumir que no comprendiera la actitud del que llegó a ser uno de los Grandes Próceres de la Argentinidad. Debemos estar muy orgullosos de ese pasado que nos toca tan de cerca. Mientras tanto San José de Flores y San Martín siguen unidos en el tiempo a través del propio Pueyrredón, su dilecto amigo y camarada de armas que no dejó de apoyarlo en su lucha independentista, que desde lo alto del pedestal ubicado en el principal espacio público de este pintoresco paraje del oeste capitalino oficia de Patrono, lo representa y mantiene vivo su legado por el que tanto hizo al ser uno de los que más adhirió a la Campaña Libertadora.

El “Santo de la Espada”, como lo llamó el historiador Ricardo Rojas, Libertador de Chile y Perú del que fue Protector, creador del Escuadrón de Granaderos a Caballo, artífice del épico Cruce de los Andes y Gobernador de Cuyo, por citar algunos de sus antecedentes, nunca deja de sorprendernos. Como cuando supimos que era amante de la música y tocaba muy bien la guitarra – su instrumento preferido – pues según cuenta el autor español Agustín de Hernán Matorras supo tomar lecciones con el compositor Fernando Sors.

O cuando nos enteramos que era muy culto, autodidacta y tenía una importante biblioteca con numerosísimas obras abarcativas de diversas disciplinas de reconocidos autores, que llevaba siempre consigo y terminó donando – buena parte de ella – para la formación de la Biblioteca Pública de Lima que fundó en 1821. O cada vez que releemos las “Máximas” a su hija Merceditas, un conjunto de virtuosas reglas sobre educación, comportamiento y respeto al prójimo que mantienen vigencia para la formación de los jóvenes pese a ser de antigua data. Al preguntársele quién debía ser el “Padre de la Patria” no dudó en responder que tenía que ser Belgrano, el Creador de la Bandera, el mismo que cuando iba camino a hacerse cargo del Ejército del Norte pasó por el entonces Pueblo de Flores y se sorprendió por la pujanza con que crecía, parecer del quedaron vestigios en las crónicas de la época.

El “Padre de la Patria” resultó ser él, pero Belgrano no se quedó atrás. Pasó a la Historia como el “Hijo de la Patria”. Padre e Hijo de la Gran Familia que es la Patria, cuyos intereses superiores privilegiaron al relegar sin pretensiones las apetencias personales. Para los miembros de la decana Asociación Patriótica de San José de Flores la figura del “Santo de la Espada” tiene una connotación especial. Ello así dado que la entidad fundada en Julio de 1938 – en el Salón Arabe del Palacio Ortiz Basualdo que tenía su sede donde funciona la galería Boyacá – es la custodia del Mástil emplazado en el histórico solar – cuyo basamento luce esculturas de Luis Perlotti – y de su majestuosa “Bandera de Izar” acerca de la que el Prócer dijo que “es el símbolo de una Nación y el signo de reunión en el campo de la Gloria”.

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Nada más y nada menos. A 171 años de su paso a la inmortalidad le rendimos sincero y emocionado tributo. El Gran Cóndor de los Andes, que él tanto conoció, con sus imponentes alas desplegadas al viento surca los cielos de la Patria y custodia su espíritu bajo la protección de la Virgen del Carmen, a la que San Martín proclamó Patrona del Ejército de los Andes. “Suenen claras trompetas de gloria y levanten un himno triunfal, que la luz de la historia agiganta la figura del Gran Capitán”. Cuanta verdad hay en esta estrofa de su Himno que lleva letra de Segundo Argañaraz y música de Arturo Luzzatti.

El General San Martín: cumplió sobradamente con los deberes de hombre y soldado durante tu tránsito por esta vida terrenal. Puede seguir descansando en paz bajo la protección de Dios que es el premio, la corona de los justos y lo sigue teniendo a su lado e iluminando con la luz que no tiene fin. Una suerte de llama votiva parecida a la que luce encendida siempre en el frontispicio de la Catedral Metropolitana de la CABA donde descansan sus restos mortales, conforme a su última voluntad, custodiados por los Granaderos.

Jamás olvidaremos que prefirió el exilio antes que desenvainar el sable corvo – de reminiscencias napoleónicas, árabes y que compró usado en Londres – para derramar sangre fratricida. Sable del que fue su última dueña, por designios sucesorios, Manuelita Rosas casada con Máximo Terrero, un matrimonio ligado a una tradicional familia de Flores encabezada por Juan Nepomuceno Terrero, recordado por una calle de nuestro querido Barrio que nace a la altura del 6300 de la Avda. Rivadavia.

(*) Vecino florense, Abogado y Vicepresidente de la Asociación Patriótica de San José de Flores

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