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Rebelión alimentaria

Escribe Julia Virginia Ferrero, tiene 10 años y es vecina de Flores.

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Escribe Julia Virginia Ferrero (*)

Josefina y Joaquín fueron de visita a la casa de su abuelo George, (que estaba ubicada en la calle Membrillar) que los recibió muy bien y les hizo la merienda. Mientras ponía las vainillas y la leche para los chicos dijo:

– ¡Comida! ¡Me acuerdo que cuando era chiquito pasó algo muy raro con la comida!
– ¿Qué pasó? – Quisieron saber Jose y Joaco.
– Miren- dijo el abuelo- cuando era chiquito hubo una rebelión alimentaria.
– ¡¿Una rebelión alimentaria!?- gritaron los niños – ¿p-p-pero en serio?
-Si- respondió el abuelo – ahora les contaré la historia muy famosa de la rebelión alimentaria.

La Familia Nocturnias

En 1946, cuando yo tenía 4 años, las comidas cobraron vida.
En 1948 se cansaron de ser comida para humanos, entonces en un supermercado ubicado en Camacuaá se reunieron. La cebolla dijo que le daba vergüenza que todos lloraran ante ella, decía que se parecía como una chica mala. El brócoli dijo que no le gustaba que le estén sacando el pelo enrulado, ya que era único y no para siempre. El frasco de miel se quejó de que se ponía rabioso cuando le sacaban la sangre. El Casancrem dijo:
– La víctima fatal es el pan ya que a él lo cortan en rodajas.
– Si – dijeron todos.
– ¡Tengo una idea! –dijo el pan– ¿Cuál? –preguntaron los alimentos–

¡Nos rebelaremos antes los humanos para que no nos coman! –gritó entusiasmado el pan. ¿Te has vuelto loco pan? –preguntó la galleta de chocolate –¿Cómo vamos hacer eso? –dijo, – las personas nos encerrarán y nos darán una buena lección. – No, no les dejaremos – respondió el pan,- seremos rebeldes y ellos no podrán hacerlo – Bueno… – dijo la galleta de chocolate – espero que no pase nada malo.

Al día siguiente fueron a la calle, se pararon y gritaron:
– ¡Ey humanos! ¡Nos rebelamos ante ustedes porque no queremos ser comidos! ¡Rebelión alimentaria!¡Rebelión alimentaria!¡Rebelión alimentaria! Ante esto las personas aterrorizadas dieron un grito que hizo venir a pobres, ricos, policías, bomberos, animales y ambulancias al escándalo.
– ¡Alimentos que hablan! gritó espantada la gente – ¡Sí! – respondieron las comidas- si quieren que los dejemos en paz tienen que hacer un cambio con nosotros – ¿Cuál? – preguntaron los humanos – Nos tendrán que dar un cohete para irnos a otro planeta y nunca volver acá.

El comienzo de Negrita

Así lo hicieron y ese día los humanos pasaron mucha hambre, pero al día siguiente muchas manzanas sin vida crecieron, entonces entre todos se repartieron la fruta.

Muy buena historia, abu – felicitaron los chicos –tenes muy buena imaginación – dijo Joaquín – ¿imaginación? ­– preguntó George – ¡pero dije que la historia que acabe de contar pasó en la vida real! – ah- respondió Joaquín –pero… ¿sigue la historia? – si – respondió el abuelo.

Resulta que las manzanas que habían crecido estaban con una enfermedad, entonces todos los humanos estaban en cama, y eso fue un problema, ya que nadie podía trabajar ni comprar nada porque estaba enfermo, encima ya no tenían nada para comer.
Por otro lado, estaban los alimentos que ya estaban en la luna y ya habían hecho un campamento para dormir allí, por eso la cebolla reunió a todos los alimentos, y dijo:

– Chicos, ¿no nos pasamos un poco con los humanos? – para mi si- dijo la galleta de chocolate – ya que ¿Qué sabían los humanos que teníamos vida? – pero deberían haber notado en las generaciones pasadas – dijo el yogur – pero si fuera así algunas de las generaciones se tendría que haber rebelado! – respondió la galleta de chocolate – sí, hay que volver a la tierra a disculparnos, además, pobres, ¡deben estar pasando mucha hambre! – dijo la cebolla -Tiene toda la razón, cebolla, ¡pero tampoco vamos a volver a la tierra para disculparnos y después nos coman! – respondió en pan – encontraremos una forma para que los humanos puedan estar satisfechos y no nos coman – dijo la miel.

Entonces, las comidas volvieron a la tierra con su cohete, aterrizaron en el centro de la ciudad, pero se extrañaron al ver que no había ningún negocio abierto, y había pocas personas en la calle, todas comiendo pastillas, tosiendo, ¡parecían locos! los alimentos preocupados dijeron:

– ¿Tanto daño le hicimos a la humanidad? –
Asustados, siguieron caminando, hasta que encontraron el periódico de flores tirado en el piso, lo recogieron y lo leyeron, decía:
– Las manzanas que crecieron, ¡tienen una enfermedad!
Al leer el título, los alimentos se espantaron y dejaron caer el periódico.
– ¡Tenemos que salvar a la humanidad! – Dijo el casancrem-

– Estoy de acuerdo, pero… ¿Cómo vamos a salvar la humanidad? ¡Tardaríamos años en hacer la cura! Y cuando la encontremos dudo que los humanos vivan – dijo la galleta de chocolate – yo escuche una leyenda en que había un líquido mágico en la parte oculta de la luna, que cura cualquier enfermedad del mundo – dijo la miel – wow, ¿y sabes cómo es ese líquido? – preguntó el pan – me parece que en la leyenda decía que era un líquido rosado brillante – bueno, ¡tenemos que partir ya! – respondió el yogur.

Rápidamente, partieron hasta la luna, pero no se bajaron del cohete, ¡así iban más rápido hacia el lado oculto de la luna! Mientras viajaban, la miel, el casancrem, la galleta, y la cebolla agarraban algunas botellas para poner el líquido mágico allí, Cuando llegaron, ahí sí se bajaron, y no paso mucho tiempo hasta que encontraron el líquido mágico, rápidamente, agarraron las botellas y empezaron a llenar las botellas con ese líquido, lo hacían tan rápido, que solo tardaron 1 hora en llenar las millones y millones de botellas que tenían que llenar.

Guardaron todas las botellas en el cohete y partieron hacia la tierra, cuando llegaron, repartieron las botellas a todos los humanos y les explicaron que era un líquido que iba a curar la enfermedad que tenían, obviamente tardaron días en repartir las botellas a los humanos de todo el mundo, pero cuando terminaron de repartirlas, los humanos los agradecieron y los perdonaron de lo que habían hecho.

(*) Julia Virginia Ferrero tiene 10 años y es vecina de Flores.

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