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Los comercios del barrio de Flores que funcionan en tiempos de Covid-19

Carnicerías, pescaderías, verdulerías y supermercados, considerados esenciales vienen manteniendo las ventas. Se verifica un aumento de la demanda de productos para cocinar en el hogar y golosinas. El delivery ayuda a mantener a otros, que pierden más del 30 por ciento del volumen facturado. Esparcimiento, gimnasios, gastronomía, educación y cultura en su peor momento.

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Escribe Dra. Natalia Rivarola

Son las 11 de la mañana del jueves 30 de julio. Día frío, pero con un sol que lo hace por demás agradable. Si fuera un año “normal” sería una jornada ideal para que los chicos disfrutaran de sus vacaciones por el barrio, riendo en los patios de juegos de las plazas, comiendo en algún local de la Avenida Rivadavia, viendo alguna película en el Cine Atlas o participando de los talleres de su Museo. Pero las cosas son totalmente distintas y nada de esto sucede en el invierno 2020. De hecho, la imagen del único cine que aún queda en pie en Flores, de los más de veinte que el barrio supo tener, genera profunda tristeza.

Las habituales filas de las familias en esta época del año hoy son reemplazadas por puertas cerradas con cadenas y candados, blindex rotos con maderas, y hasta un graffiti pintado en una de sus paredes, evidencia el nulo movimiento de hace meses de las salas. A pocos metros de allí, otra postal impacta: la tradicional pizzería y confitería “San José” de Rivadavia y Rivera Indarte expone en sus vidrieras papel higiénico, polenta, fideos, aceite… busca sobrevivir en momentos donde la crisis producto de la pandemia de coronavirus golpea fuerte.

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Pero de repente la voz de un hombre resuena en el aire. Un trabajador de una obra se pone a cantar y recuerda que no todas son pálidas. Así como el negocio de la construcción continúa funcionando – de hecho numerosas obras del barrio avanzaron en estos meses de aislamiento -, hay otros rubros que logran hacerle frente a la pandemia y caminar. Así por ejemplo, los locales de alimentos, como carnicerías, pescaderías, verdulerías y supermercados, considerados esenciales y que no bajaron sus persianas en toda la cuarentena, vienen manteniendo las ventas. De hecho, se verificó un aumento de la demanda de productos para cocinar en el hogar, como harina, huevos y aceite. También se produjo una mejora en el consumo de latas de conservas, snacks y vino, así como de galletitas y golosinas.

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Esto explica las filas fuera de algunos kioscos del barrio, como del maxikiosco de Rivadavia y San Pedrito, o el intenso trabajo en locales que incrementaron sus ventas gracias al servicio de delivery de golosinas, como un mayorista ubicado en Pedernera que recibe repartidores de las distintas aplicaciones de envíos y cuenta también con su delivery propio por la gran cantidad de pedidos que le llegan.

Aunque las verdaderas acaparadoras de filas en el centro comercial de Rivadavia (además de los Bancos y el Correo Argentino, totalmente colapsados), son las farmacias. No solamente por los medicamentos y los artículos de higiene sino también por todo lo que es cosmética, cuidado capilar y perfumería. Así se pueden ver vecinos esperando para entrar a cadenas como Pigmento o Farmacity y también a farmacias locales más pequeñas. De hecho, durante la cuarentena creció tanto la fiebre del skincare y cuidado personal que actualmente el negocio que más factura en el barrio es de este rubro. Se trata de Kolors Odinroxs, empresa especialista en venta e-commerce de productos de belleza y salud. Por eso, aunque sus locales pintados de negro de Coronel Ramón Falcón 2417 y el de Pedernera se encuentren con las persianas cerradas, trabajan a tope, sobre todo con MercadoLibre: tienen entre 15 y 20 chicos haciendo paquetes, seis motos, ocho camionetas y cuatro camiones para hacer repartos. Se los ve estacionar en doble fila y hay camiones de correo que vienen varias veces a buscar cientos de pedidos diarios.

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Por otro lado, hay locales que si bien no son grandes ganadores, quedaron en términos relativos mucho mejor parados que otros. Por ejemplo, el rubro de reparaciones registra cierto impulso. Sucede que la gente está más en su casa, consume menos afuera y además dispone de más tiempo, así que se ve un aumento de la demanda de materiales para arreglos hogareños, como también en ferreterías, electricidad y pinturerías. Lo mismo sucede con las mueblerías, viveros, bazares y casas de productos de decoración que durante julio vivieron su “veranito”. Evidencia de esto es la gran fila formada afuera de una casa de cortinas de Rivadavia y Varela.

Otro de los rubros que se ubica como ganador relativo es la electrónica. Creció la demanda de notebooks, tablets, televisores, celulares y equipos de audio y video; y aunque las ventas se producen sobre todo mediante plataformas online con envío, muchos vecinos también eligen acercarse al comercio, como ocurre en La Casa del Audio este mediodía, donde una decena de personas espera ser atendida.

Las casas de productos para mascotas del barrio también siguen caminando esta cuarentena. Cada una de las que cruzo durante este recorrido tiene a su puñado de vecinos aguadando por alimentos balanceados, accesorios o medicamentos para sus perros o gatos. Resulta que en los últimos meses muchos hogares se animaron a adoptar a un nuevo integrante. Esta tendencia, sumada a un mayor tiempo en casa para mimar a los animales, incrementó la demanda de productos y servicios.

En el lado opuesto a estos rubros que continúan funcionando, la mayoría sufre, como la gastronomía. A pesar del delivery, muchos restaurantes, bares y confiterías se vieron gravemente afectados. Las casas de indumentaria y calzado tampoco se ven beneficiadas. Este jueves las de los alrededores de la Plaza Flores ya están abiertas para que los vecinos las visiten según la terminación de su DNI. Sin embargo todas permanecen totalmente vacías, con sus dueños y empleados a la espera de algún cliente, al igual que las jugueterías, a pesar de que se aproxima el día del niño. Misma suerte corren las peluquerías. Muchas de ellas debieron cerrar definitivamente sus puertas y algunas de las que se mantuvieron parecen tambalearse.

A pesar de que fueron habilitadas con estrictos protocolos y que en grandes medios de comunicación mostraban firmas con turnos agotados para atenderse, ni en las ubicadas en la Avenida San Pedrito ni en las de Lafuente se ve vecinos cortándose ni tiñéndose el cabello. Sin revistas de chimentos ni la típica caramelera, pero con mucha expectativa, abrieron sus puertas después de cuatro meses de estar cerradas, pero las caras de los peluqueros del barrio reflejan que la respuesta no estaría siendo la esperada.

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Hay negocios que se entregaron y no pudieron más; otros que están en una balsa, aguantando la tempestad; y otros a los que les va muy bien. Muchos experimentan una metamorfosis, como locales de pantuflas ofreciendo tapabocas personalizados o heladerías vendiendo productos de primera necesidad, pero todos de alguna manera u otra debieron adaptarse, incluso los que supieron aprovechar la situación y ver una oportunidad. Lo que no hay dudas es que, a pesar de ser el más golpeado por el coronavirus, el barrio quiere reflotar y, con mucho esfuerzo, salir adelante.

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