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La Maga de las cartas

Escribe Lucía D´ Anna Urteaga, vive en Flores y tiene 13 años.

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Escribe Lucía D´ Anna Urteaga

“Cuando yo era una niña que usaba 3 trenzas en mi cabello negro, cuando me maquillaba con un labial rosa chicle, cuando tenía muchas amigas con quien jugar y cuando me iba de vacaciones a la playa, era una niña buena. Después hubo un suceso que me marcó mucho y me hizo ser la persona que soy hoy”, redactó en una carta Amelí, una vecina con ochenta y pico de años, que nunca se había mudado de su preciado Flores.

“Aproximadamente a los 13 inviernos de edad, en el 1923, mi abuela, la magnífica Teresita, me obsequió un mazo de cartas mágicas. Esas cartas habían sido suyas, tiempo atrás, pero en este momento de la historia, me correspondían a mí. Entonces, al recibir con cariño su regalo, yo empecé a interesarme en la brujería de brujas y en los hechizos de hechiceros. Pero sobre todo, en la magia de magos.”, continuó escribiendo Amelí, con una pluma negra como la noche y en un papel tan amarillento como la luna.

“Las cartas tenían, en cada una de ellas, un símbolo espacial o alguna figura sobrenatural. No había caballos, ni reyes, ni oro, ni espada, ni basto ni copa. En cambio, poseían personajes como niños con cabeza de perro, astronautas con cabeza de alien, arboles lunáticos y estrellas asemejadas a los duendes. Me podrán decir, o gritar al cielo, que les cuesta imaginarse tal cosa, pero así eran los dibujos impregnados en las cartas de mi abuela.”, describía detalladamente Amelí, que la memoria, para ella, era lo último que se perdía.

“Al año siguiente, en 1924, yo era una experta en Tarot. Mis conocidos, y los que no lo eran también, iban a mi humilde hogar y allí me consultaban para que interpretara algún hecho, sueño, percepción o estado emocional. Entonces, al tirar los naipes, se formaba una escena y sacaba una conclusión referida a la pregunta anteriormente dicha.”, seguía relatando la poderosa Amelí, con más fuerza y nostalgia, al recordar con orgullo lo que realizaba en su juventud.

“Esta carta es para ustedes, mis hermosos nietos, que aunque son chiquitos, merecen saber el pasado de su abuela, saber mi pasado. Para terminar, les quería comentar que cualquier sueño que se propongan, con sangre, sudor y lágrimas (y una buena pluma para anotar cada paso) se puede lograr. En mi caso, cuando ya todo el barrio me llamaba La Maga de Flores, o la maga de las cartas, pude construir un local por Rivadavia, lleno de magia, amor y futuros horrorosos.” , escribió para sus tres nietos la abuela Amelí, con una pizca de sal y otra de azúcar.

(*) Lucía D´ Anna Urteaga vive en Flores y tiene 13 años.

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