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La Historia de los Firuletes

Escribe Lucía D´Anna Urteaga, tiene 12 años y vive en el barrio de Flores.

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Escribe Lucía D´Anna Urteaga

Había una vez una niña llamada Laura que se aburría demasiado, como un hongo, cuando su seño decía cosas en el aula. El hongo (Laura) dormía, roncaba, dibujaba caritas en su cuaderno borrador, practicaba su firma, etc, etc, etc.
Y lo que más le gustaba hacer eran firuletes de todo tipo.

¿Qué es un firulete? Me preguntarán ustedes, queridos lectores florenses. Un Firulete es una cosa que pocos la llevamos adentro, pero no como un nuevo órgano, ni tampoco como la pizza que cenamos hace un rato. Un firulete espera ser liberado del alma. Un firulete sale al mundo con papel y lápiz. Sí, un firulete nace como un dibujo, pero termina siendo mucho más que eso.

Pero, volviendo con la historia, en el mejor momento, cuando los firuletes rojos y celestes casi cobraban vida propia, la señorita exclamó con una voz de víbora que sólo a veces usaba: Urteaga! Y ahí mismísimo Laura se ponía a temblar, porque esa voz no le gustaba nada a ella, ni a sus compañeros y menos que menos a sus firuletes anaranjados.

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Ya terminada la jornada escolar, la chica volvía a su casa salticando, junto a su hermana mayor, que le contaba una anécdota romántica que había tenido con un chico de su grado, pero Laura, ni escuchaba porque estaba diseñando mentalmente un firulete nuevo.
– Qué rico olor a…¡Fideos con brócoli!- dijo, lamiéndose los labios superiores.

Después de almorzar y hacer la tarea, que le había mandado su odiosa víbora maestra, sacó los 2 lápices negros, el de dibujar y el de pintar. Buscó una hoja lisa y prendió su velador, porque el sol se había escondido entre las nubes y faltaba luz natural. Luego de unos trazos firmes y precisos, Laura, había creado otro firulete. Pero este no lo pintó por completo, sino como un mosaico o como la meta de una carrera de autos. Un cuadradito negro, uno blanco, uno negro y así sucesivamente hasta terminar el estampado.
Lauchi suspiró sobre su obra de arte y este se movió y cobró vida, algo que sorprendió totalmente a su creadora. El firulete saltó a la mano de la joven y trepó su cuerpo atlético hasta llegar al bolsillo de la campera azul que vestía Laura.

¿Tenés frío?- le preguntó Lau al firulete, pensando que si había salido a ella, sería muy friolento.
Como no obtuvo respuesta, siguió preguntando hasta atinarle.

-¿Tenés hambre? ¿Querés las hojas del brócoli que sobraron?
Nada.

-¿Qué te pasa muchacho? ¿Acaso tenés miedo o me parece a mí? – exclamó con certeza. Y lo sacó del bolsillo, para verle la carita, que estaba mojada, por lágrimas firuletescas.
Y así comenzó la historia de Laura y su firulete protector, que cada día se entendían más y lograban ponerse de acuerdo con mejor facilidad.

Y vos? ¿Te animás a crear un firulete?

(*) Lucía D´Anna Urteaga tiene 12 años y vive en Flores.

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