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Inflación barrial

Tristeza. Resignación. El barrio de Flores se ve sumergido en una situación muy particular. Se está acostumbrando a vivir con inflación. No hay precios de referencia y los valores por productos similares entre un negocio y otro, entre una vereda y otra, pueden fluctuar entre un 40%.

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Lita de Lazzari, personaje polémico y vecina del barrio de Flores, cuando fue entrevistada por este periódico en su departamento de la Avenida Alberdi, solía repetir “Hay que caminar, hay que caminar”. Y muchísimos años después, la frase de Lita toma vigencia. Salir a comprar apurado puede ser muy peligroso.

Los negocios de barrio suelen tener menos stock y suelen comprar en efectivo para lograr . mejor precio. Las grandes cadenas, en muchos casos, con ofertas “mentirosas” o descuentos irreales (suben os precios horas antes), quieren atrapar al consumidor y en muchos casos los obligan a comprar dos o tres productos iguales para asegurarse un stockeo del comprador y lograr efectivo rápido.

Por momentos, las calles se ven vacías. Y en los supermercados chinos, la gente no encuentra ni un “precio cuidado” y suele comprar lo justo y necesario, lo que tiene en la mente antes de entrar. Sabe que si mira algo fuera de lo pensado, luego tendrá que resignar una futura compra.

Mientras tanto, florecen las cafeterías y otros locales de moda, que buscan –como dicen muchos- “sacarle entre 500 y 1000 pesos” a los vecinos y gastarse en un cafecito o en un puñadito de nueces o almohaditas de avena. Las verdulerías parecen vender joyas, ya inalcanzables y que no se pueden vender por kilo ni por unidad.

Algodón de Azúcar

Dentro de poco, los vecinos comprarán “medio kiwi”, el oro verde. Hay que aclarar que ninguna de las verdulerías del barrio, en muchos casos hasta seis a menos de cien metros a la redonda, tiene idea de cerrar. La posibilidad de sostener un local sin dar factura, tickets, contar con habilitación o demás, le hacen ahorrar costos en épocas de inflación “en todo”. Las ferias, cercanas a plazas, son una gran mentira. Tampoco entregan tickets y la mercadería es de segunda o tercera calidad, mientras que los precios no tienen una gran diferencia.

El precio del aceite sube, la carne y las verduras también. Y la gran duda es, ¿qué podemos hacer al respecto? Dada la tendencia en materia de la trayectoria de los precios, es fundamental controlar el gasto a través de un adecuado presupuesto familiar basado en prioridades respecto a los bienes que sean exclusivamente de primera necesidad. El primer paso es elaborar un buen presupuesto familiar con todos los ingresos disponibles y cuánto se está dispuesto a pagar mensuales para cuentas u otros gastos. Igualmente, servirá confeccionar un presupuesto de alimentos, evitando las compras frecuentes y cualquier tipo de gasto hormiga.

En segundo lugar, comparar precios entre distintos negocios, considerando que incluso una diferencia de $ 100 puede marcar la diferencia para la economía del hogar. También en contratar servicios, los precios de un plomero, un electricista o un albañil pueden fluctuar un 500%, utilizando los mismos materiales, sólo teniendo en cuenta la mano de obra.

Debido al alza del costo de la vida y a los ingresos familiares, la mayor inflación implica una restricción al gasto lo que se traduce en un adecuado proceso de comparación y elección de bienes priorizando solo lo necesario. Eso puede ocasionar un estancamiento. La falta de ofertas reales, no del tipo “hot sale”, como días atrás, hacen que los productores o vendedores de comodities, resignen ganancias.
Al respetar el plan de compras, se adquiere solo lo realmente necesario evitando gastos en suntuarios (o productos de temporada, como en el caso de las vestimentas en las que se las usa un par de veces al año) y en bienes de impulso.

Paralelamente, evaluar la conveniencia de comprar en proveedores alternativos como emprendedores barriales, pueden marcar la diferencia. No es lo mismo comprar una torta en la panadería de la esquina que a la señora que montó un emprendimiento gastronómico en su casa de la Avenida Varela. Otros también defienden “las compras en conjunto, familiares o al por mayor” que arrojan buenos resultados en término de menores precios para los consumidores.

En suma, la inflación avanza en 2022 y el vecino busca y buscará diferentes tácticas para salir a flote. Si la ola inflacionaria crece, lo hará ceder más a quedarse en su hogar, con lo justo, con “lo puesto”, prendiendo la menor cantidad de luces y hornallas.

El cafecito

Punto de reunión por excelencia, lugar de estudio o trabajo, las cafeterías suelen ser un lugar de referencia para los porteños. De todas formas, se trata de un hábito cada vez más caro. Es que tomarse un clásico café cortado en la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, puede costar unos 400 pesos. La realidad indica que la “inflación del café” corre a un ritmo superior que los precios en general.

De hecho, según difundió el INDEC en su último IPC, en términos interanuales el segmento “Café, té, yerba y cacao”, trepó 73,5% en abril. Más precisamente, de acuerdo al dato del organismo oficial para el Gran Buenos Aires, el café molido de 500 gramos aumentó en un año 116,7%: en abril de 2021 costaba $295,12 y en el mismo mes de este año, subió a $639,71. Así es que este producto se incrementó casi el doble que la variación interanual de la inflación general, que fue del 58 por ciento.

Dichos incrementos, lógicamente, se trasladan a las cafeterías. Es así que, según un relevamiento realizado en distintos locales especializados en la Capital Federal, se observa que en muchos casos el precio de un cortado o una lágrima, por ejemplo, se ubica en torno a los 400 pesos.

En tanto, en otras cadenas del rubro en el barrio, por ejemplo, una lágrima de 350ml cuesta entre $385 y $440. Un latte ronda los $450 y un café con leche grande, en torno a los $480. Un café doble, por su parte, cuesta entre $430 y $520, dependiendo el lugar. El precio de un café con leche cuesta en torno a los $480 en distintas locales de cafeterías que visitó este periódico.

Las empresas productoras de café en Argentina importan íntegramente el insumo que fue, justamente, uno de los commodities que más aumento en los últimos años. De hecho, desde mayo de 2020 hasta la actualidad, la cotización en los mercados internacionales subió en torno al 125%.

Estos aumentos a nivel global se dieron por una serie de factores. Entre ellos, se destacaron las sequías y heladas en Brasil, y las inundaciones en Colombia, dos de los principales países productores y desde donde Argentina importa buena parte del café que se consume. También se observó un incremento en los fletes para el comercio internacional.

Según datos de la Cámara Argentina de Café, a principios de 2021 en el país se consumía 1 kilo de café por habitante al año. Más allá de su popularidad, Argentina se ubica lejos de los países en los que más se toma: según sitios especializados, el ranking lo encabeza Finlandia con 11,6 kilos al año.

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