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Eduardo Alonso, el indiscutido Rey de los Botones

Eduardo es un apasionado por estos pequeños objetos indispensables para muchísimas prendas.

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“El botón es importantísimo. Cuando compro una prenda les presto mucha atención porque determina la calidad. Lo primero que miro de la vestimenta, en lugar del zapato o el pantalón, es el botón”, admite entre risas Eduardo Alonso, quien hace más de 60 años que está al frente de ese pequeño local, ubicado en la Avenida Rivadavia 6283, que se transformó en un clásico de Flores: “El rey de los botones”.

Eduardo es un apasionado por estos pequeños objetos indispensables para muchísimas prendas. Tiene los estantes de su negocio repletos con cajitas de cartón llenas de botones de diferentes tamaños, colores, formas y materiales. También hay cajones con variedad para todos los gustos.

Él sabe a la perfección donde están ubicados cada uno de ellos y según el pedido elige cuál es el indicado. Hay de madera, de metal, de cristal, poliéster, carey, galalita, de nácar y hasta uno extraño de espejo. Tiene algunos importados de Italia y Alemania de la década del cuarenta que son toda una reliquia. Es difícil no encontrar el botón perfecto en alguna de sus cajitas, pero si no tiene el adecuado para el cliente se encarga de hacerlo él mismo. “A la gente le encanta que le talle los botones en el momento, los vuelve loco”, cuenta mientras trabaja con su preciado torno italiano con más de 70 años de antigüedad. Con una piedra les da forma a mano y luego llega la parte del tallado, que según admite es la que más disfruta. Con una pequeña pinza talla desde el nombre del cliente, flores, pétalos y hasta curvas.

Pero su pasión por los botones no es algo que surgió de casualidad. El oficio viene de familia: su padre Eugenio Alonso llegó a los catorce años a Buenos Aires desde España y comenzó a trabajar en una casa mayorista de mercerías.

En aquella época llegaban muchos botones desde Europa y él se encargaba de preparar los muestrarios para los clientes. Sus diferentes colores y tamaños le generaban mucha curiosidad y decidió montar su propia botonería. Así, en 1933 nació la primera sucursal de “El rey de los botones”, en un pequeño local que supo ser un garaje ubicado en la calle Varela y Avenida del Trabajo. Desde el primer día, lo que los distinguió fue la variedad de botones totalmente artesanales y tallados a mano.

Fue allí donde Eduardo y su hermano gemelo Horacio se criaron, y a los 14, acostumbrados a jugar con los distintos materiales de los recortes que sobraban de la producción diaria, comenzaron a diseñar los propios. “Agarramos una plancha de poliéster y como no teníamos torno los empezamos a cortar con una sierrita serrucho en forma cuadrada. A los bordes le dábamos forma con una piedra. Luego pulíamos a mano botón por botón y le pegábamos la patita en el medio”, recuerda sobre su primer botón cuadrado color verde de unos 5 centímetros, que todavía guarda – al igual que algunos tesoros de la primera botonería de su padre – en una de las miles de cajitas.

Como les quedó muy prolijo lo pusieron a la venta y un confeccionista se llevó tres para a un tapado. A los dos meses ese tapado salió en una revista y varios clientes se acercaron al local en busca de aquel distinguido diseño. De un día al otro, los botones de los hermanos comenzaron a ser muy solicitados. Como no daban abasto con la producción se quedaban todas las noches trabajando en el taller y algunos amigos del barrio los ayudaban con los pedidos. “Vendíamos un montón de botones porque se habían puesto de moda. En aquella época hacíamos entre 300 a 400 por día”, admite. Al poco tiempo, lograron expandirse e instalar tres botonerías – aunque siempre familiares – sobre la avenida Rivadavia.

A Eduardo, a quien le gusta visitar su taller para despejarse con algún diseño hasta los domingos, lo visitan confeccionistas, modistas y algunos artistas que van en busca de los botones para obras de arte y artesanías. De hecho, él también los utiliza para crear aros, pulseras y collares que exhibe en la vidriera. “Siempre elijo el botón como si fuera para mí. Me genera mucha satisfacción cuando vienen y se van conformes con el producto”, cuenta el indiscutido rey, quien con pasión, a los 80 años, se sigue encargando personalmente de la atención de cada uno de sus clientes.

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