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De la mano de Adriana Vallejos, avanza el mural de la casa Marcó del Pont

La obra busca plasmar los espacios más representativos del barrio y aquellos que los vecinos de seguro recordarán

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Escribe Nicolás Tatasciore Gorosito

“El muralismo es una actividad comunitaria”. Así lo define Adriana Vallejos, artista plástica a cargo del mural que se está gestando en la casa Marcó del Pont, en Artigas y la vía. Su trabajo es incansable y la pasión por lo que hace se luce en la pared de esa esquina. Este mural, que poco a poco va tomando forma, busca plasmar los espacios más representativos del barrio y aquellos que los vecinos de seguro recordarán.

Los curiosos pueden ver cómo van apareciendo las siluetas de la chimenea de lo que fue el quemadero de basura, o la famosa casa de Baldomero Fernández Moreno, poeta de Flores. Frente a estos el primer árbol que hubo en el boulevard que supo tener la avenida Carabobo. Por debajo se empiezan a entramar diferentes personajes y situaciones que tienen que ver con la historia misma del barrio. Cada una de las partes de esta obra está tomada de fotografías antiguas de Flores, algunas replicadas de manera exacta y otras tomadas como referencia. Estas postales van haciéndose lugar en la pared que se ve desde la estación de la línea Sarmiento.

Bajo la gestión de Eduardo Gabor como presidente de la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores, este proyecto fue retomado con el objetivo de plasmar la identidad florense en una de las esquinas más transitadas del barrio. Además de Adriana, trabajan varios de sus ex alumnos quienes ahora son docentes y artistas. Ellos dan parte de su tiempo para este trabajo que lo sienten tan propio como Adriana. De hecho, ella comenta que si hay algo que caracteriza a esta obra es que no es un proceso cerrado; si bien hay una idea central, todas las propuestas o sugerencias de los que participan son escuchadas y tomadas. Eso, dice la artista, le otorga un carácter más orgánico al mural.

Veinticinco años

El trabajo es muy artesanal, ya que antes de llevar las pequeñas piezas de color a la pared, muchas son diagramadas y colocadas sobre una maya que luego se adhiere al muro. Otros sectores, en cambio, se van rellenando sobre la marcha, amoldándose a lo que ya está colocado. Así, poco a poco el mural va apareciendo ante los ojos de los artistas. Adriana y su equipo utilizan las pausas, no solo para comer algo o tomar un mate, sino para ver la obra de lejos y pensar el próximo a realizar

En las largas jornadas de trabajo, el equipo de artistas se ha topado con todo tipo de situaciones pintorescas; una niña que entró corriendo porque los colores le llamaron poderosamente la atención, personas que solo se acercan para preguntar una dirección o vecinos que con mucho cariño donan pequeñas piezas de azulejos o mosaicos para contribuir con la obra. Estas últimas son el combustible más poderoso para Adriana y sus colaboradores, ya que justamente afirman ese carácter comunitario del muralismo que la artista sostiene. Por eso cada una de estas piezas donadas son incluidas en el mural.

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