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Anita Martínez: “Cuando realmente hicimos pie, fue cuando nos mudamos a Flores”

En forma exclusiva, Flores de Papel realizó una entrevista con Anita Martínez, actriz, activista en una multitud de causas, y por sobre todo, bien de Flores.

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Escribe Felipe Clemente

-¿Qué es lo que la unió inicialmente al barrio de Flores?
-Lo que se podría decir para entender lo que me une al barrio de Flores, es que nosotros de chiquitos vivimos en varios barrios; en Caballito, en Almagro, pero cuando realmente hicimos pie después de haber pasado bastantes inconvenientes familiares fue cuando pudimos mudarnos a Flores, a este barrio de casitas bajas. Mi hermano siempre dice que es como “Mar del Platita”.

Nosotros veníamos de vivir en Once, con mucho ruido. Cuando pudimos hacer base acá en Flores era como estar en Los Troncos, un barrio soñado de Mar del Plata, muy tranquilo y muy residencial. Lo que tienen de lindo estas casas es que tienen una arquitectura muy poética. Si vos recorres las municipales tienen mucha poesía, esas ventanitas que tienen una magia que le da belleza. Es lindo caminar por acá. También hay muchos jardines florales, entonces cuando viene la época linda de septiembre, la primavera, cuando caminamos con mi vieja decimos que se pone perfumado. Me parece que lo que tiene es eso, es un lugar donde uno encuentra un bienestar para vivir, tiene esa magia.

– ¿Cómo es su relación con el barrio actualmente?
– Yo ahora no estoy jugando de local, pero creo que me pasa lo que ocurre con todos los barrios, ¿no? Que vas generando un espacio donde se genera tu propio núcleo de conocidos. Te sentís parte, es como una comunidad. Es lindo cuando en un barrio se arma algo así, los vecinos están como en red. En Flores está toda esa movida de vecinos con cosas como las alarmas que pusimos, y eso es bueno porque este es un barrio de gente grande entonces eso también te da la pauta de que si alguien mayor necesita algo puede accionar su alarma y alguien le va a preguntar si está bien o si necesita algo.

Uno está en contacto con todos, eso me parece muy bueno. Y lo que tiene Flores también es la comunicación de transporte. Es un barrio que vos haces 20 minutos viniendo del centro y estás en una casita, con patiecitos, balcones lindos, no estás hacinado. A veces es una de las cosas que yo digo ¿Por qué a los seres humanos nos gusta vivir encajonados? Como yo soy fanática de las plantas y las huertas, y donde vivo hago una huerta y me encanta consumir cosas que yo cultivo, necesito ese espacio.

Además cuando viajas, volvés, te tomas el 132 y te bajas en Carabobo, ya es otro aire, otra cosa. Por ejemplo, cuando yo estaba en el teatro ensayando en las temporadas que hice, me tomaba el subte y me bajaba en Independencia y no combinada, me iba caminando hasta el teatro. También eran otras épocas, pero seguís estando comunicado. Acá a tres cuadras tenés Rivadavia, Alberdi, Directorio, es un acceso a todo, y pensar que después haces un par de cuadras y estás en otra zona, con las casitas, es muy lindo. Y las plazas son hermosas.

Mi nene cuando era chiquitito fue a la Medalla Milagrosa y en esa placita tenemos todos los recuerdos de la calesita. La verdad que están divinas, perfectas para tomar mate, hacer deporte y quedarte ahí un ratito. Las plazas terminan siendo una zona de juntada de chicos. Y con el paso de los años la zona se llenó de mercaditos y de puntos de compra, y conserva esas cosas de barrio; la mercería, la señora que vende las pilchas baratas, etcétera. También hay galerías y aunque ahora con la pandemia es complicado hablar de las galerías porque es una situación especial, esos lugares son espectaculares.

Hay obras de orfebrería, acolchados y manteles, carteras, ropa y zapatos, o esos negocios para que te compres unos aritos. La galería siempre es un paseo, una experiencia en sí misma.

– ¿Qué le sumaría o restaría al barrio de Flores? ¿Qué le sobra, qué le falta?
– Yo creo que dentro de todo y a pesar que algunas cosas han cambiado, noto una resistencia al tiempo. Flores se mantiene muy estoico. Creo que eso tiene que ver con la cantidad de gente mayor que vive en el barrio. Lo que sí me duele muchísimo es ver casonas que se demuelen para hacer edificios.

Vos ves caserones hermosos y de un momento a otro nada, edificios. Eso me duele porque no me gustaría que este barrio perdiera esos detalles que lo hacen clásico y elegante. Por suerte hay cosas que se mantienen, por ejemplo las casas municipales no se pueden tocar. Cosas como esas me alegran porque ayudan a preservar más que nada lo que tiene que ver con el espíritu del barrio. Además, estamos en una época en la que es muy difícil que los chicos jueguen en la vereda y bueno, esas cosas me gustaría que nos volvieran a pasar, no solo en Flores, sino en todos los barrios.

Gran puesta en valor de la Cúpula de la Basílica San José de Flores

Tener la tranquilidad que tenía mi vieja que yo salía o me iba a andar en bici y ella no se preocupaba. Me gustaría recuperar eso como concepto para todo, sentirnos más seguros. Esas cosas no sé si volverán, la sociedad cambió mucho. Pero sí me gustaría que los pibes volvieran a ganar la vereda, porque aunque algunos lo hacen ya no es la costumbre como la teníamos nosotros. Nosotros sacábamos la silla a la vereda, eso no se hace más. Los tiempos son distintos y hay que acostumbrarse.

– ¿Y usted, Anita, qué está haciendo actualmente?
– Ahora estoy dando clases de teatro y de yoga, y estamos trabajando en una fusión entre esas disciplinas corporales, aplicándolas al teatro. Y con todo el tema de los animales sigo ya que gracias al Bailando, soy la madrina del refugio San Francisco de Asís.

Eso me dio la posibilidad de conectarme con muchos proteccionistas y rescatistas y podemos funcionar como una comunidad. Siempre tratamos de impulsar leyes que puedan mejorar la vida y el bienestar de los animales. Todos sabemos lo que la naturaleza nos está reclamando. Eso es algo que a mí me interpela mucho, creo que la naturaleza nos está mostrando que nosotros estamos en falta todo el tiempo.

Me parece que tiene que ver con una sensación de que uno nunca tiene tiempo de ocuparse de estas cosas. Uno puede hacerse el tiempo de ocuparse, aunque sea en las cosas mínimas. Nadie te dice que vayas al océano a sacar plástico, pero podés hacer otras cosas, como separar la basura en tu casa, reciclar, limitar el consumismo. Somos una sociedad que, por ejemplo, genera mucha basura tecnológica. En esa línea, lo que tiene muy bueno el barrio de Flores y la comuna en general es que el tema de castración y vacunación de animales está muy bien organizado.

Arte en las estaciones de subte

Eso es lindo decirlo porque en nuestro barrio hay muchísimos animalitos y mucha gente que rescata, muchos proteccionistas. Las campañas de castración y vacunación son importantes porque nos ayudan a controlar la población y a mantenerla sana. Así pudimos erradicar enfermedades como la rabia. Siempre hay que estimular a la gente a dar las vacunas a los animalitos y en nuestra comuna está muy bien organizado. En la pandemia, mucha gente no vacunó, quizás por miedo a salir, y está bueno decir que la vacunación gratuita en la Ciudad se realiza con todos los protocolos y es segura. Todas las peleas son con el corazón, con lo que uno cree y para mejorar los derechos de los animales y brindarles mayor bienestar.

– En abril de 2007 fue tapa de Flores de Papel. ¿Qué cambió en su relación con el barrio entre esa Anita y la actual?
– Yo creo que este barrio siempre fue para adelante. Tengo la misma mirada igual que en aquel momento, porque siempre el barrio estuvo bien. Los espacios para los animalitos que ya mencionamos, por ejemplo. Este barrio siempre va creciendo, por voluntad de mucha gente laburante y que empuja y cuida lo que hay. Incluso ahora que se reabren las cosas por la pandemia, vuelven con más fuerza. Es un barrio resiliente, que se repone.

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