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Manzanas Azules
Lucía D´Anna Urteaga tiene 15 años y es vecina del barrio de Flores.
Escribe Lucía D´Anna Urteaga
Manzanas azules. Era la primera vez que las veía, la primera de tantas más. Ella gritó y soltó la cesta. Las manzanas rodaron hasta los pies del hombre.
-¿Usted me está cargando, Josué? ¿Le parece gracioso asustarme con algo tan falso como el color azul en las manzanas?- dijo la cocinera, o mejor dicho, la muchacha que quería tener un emprendimiento de delicias caseras a dos cuadras de la Plaza Flores.
-Petra, le juro que no es una broma.- respondió él.- Cuando las coseché estaban tan rojizas como sus cachetes cuando enciende el horno.
-¿Entonces qué fue lo que sucedió? ¿Y cómo es capaz de traérmelas en este estado?- Resopló- Así jamás venderé una sola tarta de manzana.
-No tengo la menor idea. Fue en este instante junto a usted que aprecié la tonalidad de las mismas.
Las manzanas azules seguían en el suelo. ¿Acaso nadie iba a hornear país con esas frutas tan peculiares?
-Puedo pagarle hasta la mitad del precio que habíamos acordado. Tampoco tengo tanto dinero como para invertirlo en cualquier payasada. –finalizó la mujer, extendiendo un par de billetes al agricultor.
Ella no era ninguna tonta. Había pensado que el interior de las manzanas con cáscara azul se encontraría idéntico al de las de cáscara roja o verde. Las cortó y comprobó que era blanquecino.
-Madre mía – volvió a gritar la cocinera.
Un gusano se deslizó por la piel tersa de aquella manzana. Petra, invadida en repugnancia y desprecio hacia esa criatura invertebrada, la tomó por la cola y la arrojó hacia al tacho de basura más próximo.
Sin embargo, cuando continuó cortando las frutas, siguió encontrando en cada una, esa especie de gusano.
-No puedo ser tan desgraciada.- sollozó Petra.
Minutos después se percató que al fondo de la cesta quedaba una última.
-Es roja. ¡La manzana es roja!- festehó, todavía con lágrimas en los ojos.
Además de que estaba en perfectas condiciones de apariencia, carecía de bichos pegajosos. Petra no puedo contener su emoción y le clavó un mordisco. ¿Qué importaba si se la comía? Con una manzana no llegaba a cocinar una tarta ni en sueños. Aún así, Petra se extrañó de su sabor. No estaba lo suficientemente deliciosa.
-Debo probar las azules con gusanos.- se dijo.
Y no, no cayó envenenada como Blancanieves. Al contrario, eran las manzanas más dulces de su vida! En ese momento tan refrescante fue cuando se le ocurrió la idea que la haría tener las mejores manzanas y por lo tanto, las mejores tartas de manzana del mundo.
-¡Ajá! Son los gusanos quienes las tiñen azules y le dan el toque dulzón.
Entonces los colocó sobre las manzanas rojas y a la mañana siguiente, comprobó su hipótesis:
-Manzanas azules. ¡Me haré millonaria!



