Una Canción Coreana, el restaurant del barrio de Flores elegido por los chefs

Escribe Dra. Natalia Rivarola

En el país hoy viven alrededor de 30 mil personas de origen coreano, y la gran mayoría se encuentra asentada en el sur de Flores. Durante mucho tiempo, sus costumbres y tradiciones eran completamente desconocidas para los vecinos, pero poco a poco se desarrolló una voraz avidez por consumir su cultura. La gastronomía coreana vive hace años un fuerte fenómeno, en parte gracias a la popularidad del K-Pop y los K-Dramas.

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Y si bien hay numerosos locales que ofrecen sus platos, hay uno que logra destacarse: ubicado a metros del Barrio Ricciardelli, Una Canción Coreana no solo figura entre los mejores restaurantes de la Capital según reconocidos chefs, sino que es uno de los más representativos de esta comunidad.

Hasta este verano, los fines de semana gente de toda la Ciudad e incluso la Provincia hacía fila afuera del local de Avenida Carabobo y Balbastro para conseguir una mesa. Pero la pandemia lo cambió todo y hoy, aunque sus dueños planean seguir vendiendo sus platos a través de delivery y Take Away, no saben si reabrirán el salón en un futuro cercano.

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“Estamos trabajando de martes a domingo hasta las 22. Venimos modificando horarios y días porque el comportamiento de los clientes cambia totalmente con la nueva normalidad”, comienza explicando a Flores de Papel Victor Ho, esposo de Anna Chung (anfitriona en el restaurante) e hijo de Seung Ja Joo, la cocinera a cargo de las delicias, sobre las transformaciones que fueron haciendo a lo largo de la cuarentena.

Pero más que los horarios, su principal cambio – al igual que el de casi todos los locales gastronómicos – fue en la necesidad de apostarle al delivery de un día para otro. Si bien era una opción con la que ya trabajaban, no era su fuerte ya que no permite toda la experiencia gastronómica que ofrece. Sin embargo, debieron adaptarse, aunque no sin inconvenientes ya que no cuentan con un servicio de envíos propio y no están conformes con las apps que tanto auge están viviendo estos meses.

“Los de las aplicaciones nos vinieron a ver antes de que empiece la cuarentena pero yo no quería trabajar con ellos porque no iba con el perfil de mi restaurant.Esto es más personalizado. Me gusta explicarles cuando vienen los clientes y a través de una aplicación se pierde el contacto. Cuando llegó la cuarentena tenía que buscar alguna forma de entregar, las usamos pero tuvimos problemas. Ahora estamos haciendo entregas con una agencia de remis”

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Sucede que para Víctor esta atención especial es un servicio que siempre los caracterizó y no están dispuestos a perder: “La verdad yo gasto mucho tiempo por cliente porque no conocen. Ahora los asesoro por WhatsApp, teléfono, Facebook y por Instagram”. En cuanto a las medidas de higiene y seguridad que adoptaron en el restaurant de bajo Flores se puede decir que fueron unos “adelantados”. “Acá venía un cliente que es dueño de un laboratorio farmacéutico, y gracias a él tratamos de implementar desde marzo la misma seguridad. Dividimos al grupo para que sea mínimo, que no se crucen, cuando entran se alcoholizan, la ropa que traen la tienen que dejar, usan barbijo…”. Además, gracias a sus conocimientos como ingeniero electrónico, incluso meses antes de que llegue el coronavirus al país comenzaron a implementar “menús digitales”.

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Pero a pesar de los esfuerzos, la recaudación fue en picada: entre febrero y marzo cayó a la mitad, y en abril facturaron la cuarta parte de lo que hacían cuando el salón estaba abierto. “Ahora está levantando y llegamos a la mitad de lo que veníamos facturando”, se esperanza Víctor ante el repunte que vivieron en julio. Sin embargo, a diferencia de lo que muchos creen, no están seguros de reabrir sus puertas si el Gobierno los habilitara en las próximas semanas. “Estoy dudando porque hay que invertir mucho para que no se contagien entre los clientes ni a nosotros. Esto va más allá de dinero y negocio, es la vida de nuestros empleados y de la gente que quiere comer”, dice con mucha seriedad. “Tener un restaurant me gusta pero no porque sea un negocio sino porque la gente viene, come nuestra comida y nos dicen que están contentos. Si abro el restaurant y vienen con miedo no sé si lo haría”, reflexiona, para luego contar que en estos momentos se mantienen funcionando por la necesidad de pagarles los sueldos a siete trabajadores.

Aunque no todo es negativo durante esta pandemia. Gracias al aislamiento obligatorio comenzaron a conocerlos muchos vecinos del barrio que nunca habían probado sus platos: “Antes venían más de Núñez, Belgrano, Palermo o Villa Crespo, pero con la cuarentena aumentó bastante la gente de Flores. Yo creo que es porque un día pedís empanadas, otro pizza, volvés a las empanadas, y después querés probar algo diferente y ahí estamos nosotros”. También el hecho de no poder recorrer grandes distancias para hacer Take Away suma para este crecimiento en el barrio.

Conocido como el restaurante coreano más argen-friendly de Buenos Aires, Una Canción Coreana nació en 2012, después de que la madre de Víctor y su esposa cerraran su bazar que funcionaba en el mismo local. “Justo dos años antes vinieron dos directores de cine para filmar un documental sobre mi esposa, que es cantante lírica. La película se llamó Una Canción Coreana y se filmó durante tres años. Mientras lo hacían decidimos cambiar a restaurant por insistencia de mi madre. Ella quería hacerlo para la comunidad, a puertas cerradas. Nosotros accedimos pero a nuestra manera, que fue abrir un restaurant para la comunidad no coreana. Quisimos hacer un lugar para difundir nuestra gastronomía”, cuenta Víctor. Como surgió en plena filmación no dudaron en bautizar al emprendimiento culinario con el nombre del documental, que luego fue elegido una de las 14 películas del BAFICI 2014.

La película lo ayudó a arrancar y gracias a su calidad en pocos años se convirtió en uno de los más populares del Barrio Coreano. “Yo últimamente saludo con ‘viva la vida’. Quiero decirles a los vecinos que la vida va a ganarle a todo”, dice con esperanza en medio de la pandemia Víctor, quien vive en Flores desde que llegó al país hace 43 años.

Y cierra: “Hay que prevalecer. El que prevalece gana”.