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Un Martín Fierro para Flores coreano
En Av. Carabobo al 1500, el restaurante “Una Canción Coreana” se ofrece como la sede de un programa televisivo que ganó un Martín Fierro en cable: “El Tío y el Sobrino”, un legado vivo, un puente entre la cultura coreana y la identidad florense.

En la última entrega de los Martín Fierro de Cable, “El Tío y el Sobrino” obtuvo la estatuilla en la categoría Mejor Programa Culinario. El ciclo, que se emite todos los domingos a las 11:00 a.m. por América TV, combina el fuego de la cocina coreana con los sabores de cada región argentina al recorrer el interior del país. Este galardón no solo reconoce la calidad televisiva del dúo conformado por Esteban Ho y su tío, sino que también pone el foco en el barrio de Flores, donde funciona el restaurante “Una Canción Coreana” (UCC), un espacio familiar ubicado en Av. Carabobo al 1500, que sirve de base operativa y hogar creativo para cada grabación.
Desde su formato, “El Tío y el Sobrino” rompe con la lógica de un estudio cerrado: cada episodio se filma en cocinas hogareñas o en productores regionales, para mostrar cómo productos autóctonos —como quesos de Córdoba, caldos de pescado patagónicos o quinoa salteña— se fusionan con las técnicas ancestrales de Corea del Sur.
Es emotivo ver cómo un capítulo puede arrancar en el Bajo Flores, donde Esteban y su tío afinan los últimos detalles de la preparación, y continuar en Mendoza, donde dialogan con viticultores para maridar un bulgogi con un Malbec de altura.
Un producto de calidad, muy cuidado en cada detalle. Una propuesta itinerante que despertó la atención de públicos distintos: desde el televidente curioso que nunca viajó al interior hasta el productor local que ve en la pantalla a un chef explicando la fermentación del kimchi con granos de Chaco. La obtención del Martín Fierro 2023 (se entrega a año vencido, el último vigente) confirma que este programa generó un impacto genuino. No se trató únicamente de mostrar recetas; se trató de contar historias: historias de familias campesinas que cultivan ajíes en Salta y, de pronto, aprenden a incorporarlos en un puchero coreano; relatos de pescadores chubutenses que vieron cómo Esteban transformaba la merluza patagónica en un mandoo al vapor con salsa picante; o la risa compartida entre el tío Ho y un abuelo tucumano que le enseña a preparar un tamal criollo para fusionarlo con la técnica de la masa de mandu.
En cada encuentro, las cámaras captan la emoción de descubrir un ingrediente y la sorpresa de la fusión entre dos culturas arquitectónicamente distintas.
Todo lo anterior se alimenta de la historia de UCC, el restaurante pionero en acercar la cocina coreana al público porteño. Ubicado en Av. Carabobo 1549, en pleno Bajo Flores, Una Canción Coreana fue fundado por tres generaciones de la familia Ho.
Originalmente, An Ra, soprano argentino-coreana y espíritu del proyecto, viajó en su juventud a Seúl para estudiar música. Allí aprendió recetas tradicionales que, a su regreso, heredó a la abuela Ho, quien, con paciencia, transmitió cada técnica a su nuera y, más tarde, a Esteban. Antes de que nombres como “bibimbap”, “kimchi” o “jeon” se volvieran parte del lenguaje gastronómico porteño, UCC ya ofrecía un espacio tradicional: mesas bajas con ollas de barro para dorar bulgogi, cuencos de cerámica llenos de kimchi fermentado y faroles de papel que colgaban del techo para darle un aire de Seúl en Flores.
Reconocimiento a la calidad
Con el paso de los años, UCC se convirtió en un punto de encuentro tanto para la comunidad coreana local como para porteños curiosos. Recibió reconocimientos de chefs argentinos influyentes y consiguió ubicarse entre los mejores restaurantes de Buenos Aires según distintos medios especializados. Pero más allá de los premios, lo que hizo único al lugar fue la forma en que la familia Ho supo mantener la autenticidad: cada fermentado cumplía su tiempo exacto, cada corte de carne se seleccionaba personalmente y cada guarnición era preparada al instante para conservar texturas y sabores frescos.
En pantalla, Esteban y su tío transmiten esa misma pasión: Esteban, con su formación como ayudante del chef Sid Choi (ganador de MasterChef Corea) y como profesor de cocina coreana en el Centro Cultural Coreano, explica con precisión técnica cada paso; mientras tanto, el tío Ho evoca la memoria familiar, anécdotas de abuelas que cocinaban a leña y consejos que vienen de generaciones.
Esa combinación de rigor profesional y cariño hogareño hace que el televidente se sienta parte de la cocina: aprende a salar el kimchi guardando los tiempos justos de reposo, a seleccionar carne de pastura para un bulgogi jugoso o a aromatizar un japchae con hierbas que crecen cerca de los ríos del Chaco.
Celebración en el barrio
Al regreso de cada viaje, los domingos por la mañana se transforma en un momento de celebración para Flores: vecinos que merodean por Av. Carabobo ven cómo se la dirección de UCC y se anotan en la fila para probar en vivo y en directo el plato que vieron a Esteban preparar en televisión.
Así, el programa funciona como una carta de presentación que despierta el interés tanto de turistas gastronómicos como de familias del barrio que buscan experimentar sabores distintos sin alejarse demasiado.
La consagración en los Martín Fierro del Programa “El Tío y el Sobrino” refrenda el valor de un proyecto que nació hace años en una esquina del Barrio Coreano y hoy trasciende fronteras internas.
Cualquier domingo, a las 11:00 a.m., América TV sintoniza el fogón de Flores con destinos remotos de la Argentina profunda. Y luego, de lunes a sábado, el aroma de los fermentados y el humo del bulgogi invitan a pasar por Av. Carabobo 1549, donde Una Canción Coreana se ofrece como la sede de un legado vivo: un puente entre la cultura coreana y la identidad porteña, un motivo de orgullo para el barrio y la prueba de que la cocina es, al mismo tiempo, memoria, viaje y territorio.
