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Sofía, la nueva novia del Papa
Sofia Cessak, la argentina elegida por Netflix para contar al amor de juventud de Bergoglio. La película fue filmada, unos minutos, en nuestro barrio.
Las milongas, el barrio de Flores, las miradas de reojo, el amor platónico y esa sensación de que Dios existía en los ojos de Amalia. La leyenda de la noviecita adolescente de Jorge Bergoglio, mal llamada la novia del Papa Francisco, que llegó hasta las primeras planas de Kazajistán, fue fuente de inspiración en Los dos Papas. Dentro de la película de Netflix, dirigida por Fernando Meirelles y protagonizada por Jonathan Pryce y Anthony Hopkins, otra más chiquitita, la de una empleada administrativa argentina que no puede creer que sus firuletes tangueros recorran el mundo.
A Sofia Cessak, la Amalia de la ficción, le cuesta vencer la timidez y entender que no va a despertarse de lo que está viviendo. Tiene 24 años, trabaja todos los días en una oficina, y se mantiene en silencio pese a que su apellido polaco forma parte de los créditos de un tanque del gigante del streaming. Empezó a bailar a los 14, gracias a un taller de su colegio, el Nacional Buenos Aires, pasó por las aulas actorales de Augusto Fernandes, estudia Licenciatura en actuación en la Universidad Nacional de las Artes y (aquí el dato que fastidiaría a Francesco) es hincha de Huracán.
Católica “no practicante”, no sabía de contratos de confidencialidad hasta que tuvo que firmar uno. Desconocía la dimensión del proyecto cinematográfico al momento de presentarse al casting: sus amigos habían visto en Facebook un aviso (“Se buscan bailarinas con conocimiento de actuación”) y la alentaron a enviar -vía mail- una fotografía personal y un currículum. El segundo paso fue una prueba en una productora palermitana. En 50 minutos, filmaron sus firmes pasos de tango y su ductilidad en una escena actoral. Sofía se mostraba segura en el baile porque había llevado “un bastón” como pareja de baile, a su amigo Mauro, docente de tango. Después, le confesaron “la noticia bomba”: iban a filmar un tramo de la vida del Papa.
Junto a Juan Minujín, Cessak atraviesa el blanco y negro de la historia, los años cincuenta, con el personaje de Bergoglio antes de elegir la vocación sacerdotal. Brevemente, ella invoca a esa mujer a quien “Jorgito” le rompe el corazón al reafirmar que el amor por Dios estaba por encima del amor humano.
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Aunque María Elena Bergoglio, la hermana de Jorge, haya jurado más de una vez que “él nunca tuvo novia, porque en su corazón solamente vivía Jesús”, la figura de esa inocente jovencita enamoradiza sobrevoló varias veces desde la fumata blanca del Vaticano y el anuncio de “habemus Papa”. De hecho, la propia Amalia salió a aclarar los tantos en marzo de 2013.
“Teníamos 12 años. Todavía me acuerdo de la cartita que me envió, con el dibujo de una casita de techo rojo. ‘Este hogar te voy a comprar cuando nos casemos’, decía. Me queda la ilusión de que fui la primera persona que le inspiró a él un hogar y una familia. Mi papá vio la carta y me dio una paliza. Después del reto, le pedí a Jorge que no se acercara más. Hice mi vida”, regalaba su versión la verdadera Amalia. “Cuando lo eligieron Papa lo vi por televisión y me puse de pie. Yo soy su pasado, un pasado limpio y lindo”.
Sofía todavía está impregnada de esa atmósfera dulce. “Creo que Jorge buscaba una señal y, a pesar de sentir cariño por Amalia, tomó la decisión con dolor. Puede ser que le haya roto el corazón en su momento, pero el amor es así, da, quita, se transforma en otra cosa. Y la verdadera misión de él era el sacerdocio”.
Antes de filmar, Cessak googleó “todo lo que podía”. Y consultó al mejor “buscador histórico”, su abuela Libertad, que le pintó aquella era en la que “las chicas iban a los bailes bien custodiadas por sus madres”. Sus escenas se filmaron en Constitución, Recoleta y La Paternal. En el rodaje, Sofía se “reconectó” con parte de su pasado ligado a la religión. Recordó que había tomado la Comunión en la Iglesia Santa Cruz de San Cristóbal, “templo tercermundista donde se reunían las Madres de Plaza de Mayo”.
Fue en la oficina que frecuenta que recibió el llamado que la hizo saltar de emoción por haber sido seleccionada por Netflix. Defensora del bajo perfil, prefiere no dar detalles de ese empleo. Así como Roberto Carnaghi, alguna vez oficinista, sabía que la vida que quería estaba ventanas afuera, Sofía entiende que alguna vez dejará ese lugar para “dar el salto”.
Hija de un veterinario y una abogada, admiradora de Cristina Banegas, Leonor Manso, Erica Rivas y Pilar Gamboa, la chica que dos años atrás se abrazó con Jonathan Pryce en un encuentro del elenco en un bar porteño, ya vio seis veces la película. Con esa sencillez propia de quien da los primeros pasos camino a un sueño, cuenta que aún no tiene representante. “A mis nueve años me llevaron a ver Derechos torcidos, de Hugo Midón. Desde entonces supe que eso es lo que quiero hacer. Actué en obras en bares de San Telmo y centros culturales de la ciudad, y todavía nunca experimenté la televisión”.
En medio del boom de The Two Popes, Sofía espera por la reposición teatral de Giros, una historia de tango, de Liliana Adi. Un corto del que participó, Minoría selecta, de Hernán Arnedo, viajará a un festival en Londres. Mientras, la pandemia viral sigue mostrando en repetición agotadora al Papa enojado con una insistente mujer a la que le golpeó la mano en la Plaza de San Pedro. ¿Estamos frente a una visión endulzada de Francisco en la película? “Tal vez la película sea una llamada hoy a ver esa época anterior de él, de esa bondad, esa calidez y humildad que Jonathan tan bien representó”.