Flores de Papel | El periódico gratuito del barrio de Flores

Actualidad

“No te laves las manos”

Escribe el Pastor Justo Janse

Publicado

el

Escribe el Pastor Justo Janse

Seguramente ya recibiste innumerables recomendaciones para no contagiarse del “coronavirus” y el más efectivo es “LAVATE LAS MANOS” y “NO TE TOQUES LA CARA” con las manos pues podrían estar contaminadas. Luchamos contra un enemigo mortal invisible a simple vista.

Actualmente lavarse las manos es una práctica que ha sido implementada mundialmente como profilaxis higiénico-sanitaria. Pero en la Viena culta y evolucionada de mediados del siglo XIX no se pensaba así: era una idea, por así decirlo, un tanto bizarra. Quien proclamó dicho anatema fue un joven de origen húngaro: Ignacio Semmelweis (1818-1860). En la época en que prestó sus servicios como asistente de obstetricia en la Universidad de Viena, el joven doctor Semmelweis observó un lamentable suceso: numerosas mujeres morían menos de una semana después del parto, a causa de una enfermedad conocida como sepsis puerperal.
Semmerlweis de hecho descubrió que la mortalidad aumentaba cuando a un hospital entraba un nuevo grupo de estudiantes universitarios que debían familiarizarse tanto con la obstetricia como con la realización de las autopsias. Semmelweis recomendó a todos los médicos y a los estudiantes lavarse las manos con extremo cuidado en una solución de hipoclorito después de haber realizado autopsias. Los resultados de esta campaña de limpieza de las manos rayaron en lo milagroso. En menos de un año la tasa de mortalidad en “el departamento” disminuyó del 30% al 3%. Semmelweis se entusiasmó por este resultado, pero se convirtió en un fanático del lavado de las manos. Este comportamiento sin duda pedante y ultra-riguroso no fue bien visto por muchos de sus colegas vieneses a los cuales no les gustaba ser definidos como “asesinos” por el médico húngaro. Le hicieron la vida imposible hasta obligarlo a huir a Hungría donde encontró un puesto en un hospital de Budapest. En éste consiguió el mismo descenso en el índice de mortalidad que ya había logrado en Viena. Al mismo tiempo —durante su ausencia— la tasa de mortalidad en Viena volvió a subir.

TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE
Eva Perón, la única mujer en las calles de Flores

Obsesionado por el rechazo de sus teorías, el pionero de la antisepsia termino por ser recluido en un hospital psiquiátrico, donde no permaneció por mucho tiempo. Dos semanas después de su ingreso, ya había muerto. Según una leyenda popular, su muerte fue causada por una infección contraída durante una de las últimas cirugías que realizó, una infección parecida a la que causaba la fiebre puerperal. Los hechos reales indican, sin embargo, que murió después de una paliza que le proporcionaron miembros del personal del hospital psiquiátrico. Un final triste para el hombre que salvó la vida de muchas mujeres, ¡con el simple hecho de lavarse las manos! Su revancha póstuma llegó en 1879 en ocasión de un convenio científico. Un obstétrico francés estaba pronunciando un discurso contra Semmelweis, cuando un distinguido señor, de baja estatura, se levantó, fue al pizarrón y dibujó la imagen de un estreptococo. «Este —dijo— es el asesino que Semmelweis eliminó» Y regresó a su asiento. Ese hombre era Luis Pasteur.

Pero “ME LAVO LAS MANOS” también puede significar otra cosa. Poncio Pilatos lo hizo públicamente pretendiendo indicar que “nada tengo que ver con la muerte de este Justo”. De allí “lavarse las manos” significa no hacerse cargo de tus decisiones. Hay cosas que no se pueden limpiar con agua y jabón. “¿Hasta cuándo serán incapaces de lograr la purificación?” (Oseas 8:5b)

“POR QUÉ NO SE LAVAN LAS MANOS” fue la crítica de los fariseos a los discípulos de Jesús en una pretendida simulación de pureza: “Entonces los fariseos y los escribas le preguntaron*: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen con manos inmundas? Y Él les dijo: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “ESTE PUEBLO CON LOS LABIOS ME HONRA, PERO SU CORAZON ESTA MUY LEJOS DE MI. (Marcos 7:5, 6).
Hay un enemigo invisible a simple vista que es mortal. El pecado es todo aquello que contamina nuestros pensamientos y ensucia el alma. Anhelamos ser impecables pero no podemos lograrlo por nosotros mismos.

Jesús se juntó con los pecadores, comía con ellos y permitía que le tocaran. Vino a salvarnos. Si somos cristianos no deberíamos pretender una pureza personal criticando a quienes se equivocan. El diablo es el que te acusa causando vergüenza y más dolor; pero, el Espíritu Santo te ayuda a reconocer el pecado guiándote al arrepentimiento para perdonarte y restaurar tu vida.
«Todas las cosas son puras para los puros, más para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas.» (Tito 1:15).

Tristemente debemos reconocer nuestra necesidad de purificación en nuestro corazón: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a El mentiroso y su palabra no está en nosotros.” (1 Juan 1.8-10) .

Tal como lo hizo David, pide a Dios que purifique tu corazón: “Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” (Salmo 51.2, 7, 10).

Espacio Publicitario

Flores de Papel Digital

Recibí las novedades del barrio por mail

* indicates required

Intuit Mailchimp