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Los parripolleros solidarios de Santa Clara

Cada segundo Domingo de mes en la Parroquia San Clara un grupo de 15 personas se viste con el delantal y pone manos a la obra.

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Escribe Natalia Rivarola

Corría el año 2002. El país comenzaba a salir de la peor crisis económica de su historia reciente. Las cacerolas de los vecinos de Flores lucían abolladas, las necesidades eran muchas y el aumento de la pobreza y de la indigencia era implacable. Pero, como muchos dicen, en tiempos difíciles la solidaridad aumenta.

En el barrio, la Parroquia Santa Clara, ubicada en Zuviría y Varela, tenía una gran necesidad de asistir a familias que estaban en una situación complicada a través de Caritas, a la vez que en su comedor se daba la merienda a casi 80 chicos con sus mamás todas las tardes. “Y para sostener toda esa demanda que había, el cura párroco de entonces, el padre Juan Bautista, exportó de la Parroquia Lujan Porteño la idea del parripollo. Nos convocó a los esposos de las mujeres que trabajaban en Caritas, y muchos, entre los que me encuentro, dijimos que sí”, cuenta Marcelo Caldarini, quien participa desde el día uno de la iniciativa que convoca a cientos de vecinos cada segundo domingo de mes.

Hoy el contexto es otro, pero sin dudas las ganas de ayudar son las mismas. Cada jornada de trabajo, un grupo de aproximadamente 15 personas se viste con el delantal, la gorra, y pone manos a la obra. “La primera vez hicimos 80 pollos con mucho temor, por si salían bien y por si se vendían. El grupo estaba comandado por Jorge Flores, que era miembro también de la comunidad, y que fue el que nos enseñó. Una cosa es hacer un pollo en tu casa para tu familia y otra es hacer 80 juntos, más chorizos y morcillas. Entre todos fuimos aprendiendo, discutimos bastante hasta que logramos organizar esto”, explica el vecino de Flores, para luego detallar que en diciembre de ese mismo año aumentaron a “100 pollos; en 2003, a 120; después a 150 y hoy estamos haciendo 160 pollos, 300 chorizos y 300 morcillas”.


Pero para que el atrio esté inundado de ese aroma tan tentador no alcanza con trabajar un día al mes. El proceso arranca esa semana: el miércoles se consulta a los distribuidores y se compra el carbón y la mercadería; el sábado la reciben y preparan los pollos; el domingo a las 6:30 de la mañana unos cuatro organizadores se juntan para armar toda la infraestructura; luego se cocina todo, se vende y hay que limpiar. “Esto termina generalmente a las 14. La venta se hace en el momento o bien en la semana se seña en la Secretaría parroquial. Al comienzo era fundamentalmente gente de la comunidad de la iglesia, pero como el proyecto se extendió en el tiempo hay vecinos que vienen a comprar sin formar parte de la comunidad y últimamente también mucha gente de paso”.

La mercadería la compra Santa Clara y las ganancias son para las obras de la institución. La Parroquia se fundó en diciembre de 1930 y requiere un mantenimiento importante, por lo que, sin las mismas necesidades que en 2002, lo recolectado con las ventas de los pollos se destina a los trabajos del templo.

Una curiosidad es el clima que ayudó todo este tiempo a los parripolleros solidarios de Santa Clara, como a quien la suerte acompaña por realizar buenas acciones. “Nosotros lo hacemos en el atrio de la Parroquia al aire libre y cada segundo domingo del mes teníamos el tema de qué hacíamos si llegaba a llover. En 16 años sucedió solo dos veces. En abril pasado, por ejemplo, había llovido durante toda la semana y el pronóstico decía que el domingo iba a ser un día de tormentas. No sabíamos qué hacer, pero finalmente no lo suspendimos. El sábado llovió todo el día, y por cuestión del destino el domingo a media mañana salió el sol y a las cuatro de la tarde se largó con todo. Después llovió todo el domingo, el lunes y el martes”, dice con una sonrisa, para contar luego una particular tradición: “las chicas cuando se casan, para que no llueva el día de la celebración, le traen huevos a Santa Clara. Nosotros nunca le trajimos pero hacemos los pollos que están emparentados con los huevos. Por suerte solo dos veces tuvimos que trasladar todo al gimnasio que tiene el colegio parroquial”.

Porque cuando la ayuda es necesaria, a los parripolleros de Santa Clara no los detienen ni los malos pronósticos.

La bendición del Papa
Cuenta Marcelo que cuando Jorge Mario Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires fue a celebrar misa a la parroquia un domingo que coincidió con el parripollo. “Cuando salió se encontró con toda la parrilla llena; le contamos la historia, bendijo la mercadería y nos deseó buena venta”. Y efectivamente, ese día se vendió todo. Pero no es la única bendición que recibió el proyecto. El que es hoy arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Mario Aurelio Poli, cuando era el vicario de Flores también fue un domingo y, en medio de bromas por las ventas que hubo tras la acción del ahora papa Francisco, también les dio la suya.

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