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Personajes

Llévame en tu bicicleta

Federico Malleret (23), vecino del barrio de Flores, comenzó hace algunos meses con una de las travesías más importantes de su vida: salir en viaje en bicicleta para recorrer todo el continente.

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Escribe Santiago Nuñez

Federico Malleret (23), vecino del barrio de Flores, comenzó hace algunos meses con una de las travesías más importantes de su vida: salir en viaje en bicicleta para recorrer todo el continente. En diálogo con Flores de Papel, cuenta la experiencia, comenta sus sensaciones, enumera los lugares recorridos y aquellos por recorrer. “Vamos de a poco – dice- pasito a pasito o, como me gusta decir a mí, una vuelta de rueda a la vez”.

El 5 de abril del 2017 no fue un día cualquiera para el barrio de Flores. Un joven entusiasta salió de su casa, vio por última vez la Plaza frente a la Basílica San José y emprendió uno de los sueños más grandes de su vida. Tenía puesto un traje deportivo azul y un casco que solo le cubría la parte superior de la cabeza. Aquel momento fue único: Federico Malleret se dirigía desde la avenida Rivadavia al continente, desde Flores hasta llegar, algún día, a Estados Unidos. En el medio de su viaje, recorre la primera parte de su travesía, cuenta algunas anécdotas, comenta las dificultades. “La gente -dice, mientras desde el audio de WhatsApp se le escucha la risa- que transmito el mensaje de que todo se puede hacer”. Federico está y va a estar por mucho tiempo, como dice su Blog personal de Facebook, “Pedaleando Fronteras”.

– ¿En qué consiste este viaje? ¿Cuáles son tus sensaciones al día de hoy?
– Empecé a viajar a principios del año pasado y, desde ese momento enfoco mi vida eso. Este viaje lo empecé el 5 de abril, arrancando desde el barrio. Yo vivo a una cuadra de la plaza y empecé allí con la bicicleta, que es mi medio de transporte. Es casi lo único que uso. Hasta ahora hice solamente 90 kilómetros en combi, después el resto fue todo sobre las dos ruedas. Voy solo con la bici, la carpa y todo el equipamiento para cocinar. En lo que va del viaje, subí por Entre Ríos, crucé en Paysandú, bajé todo por la ruta tres de Uruguay hasta Montevideo y, después, subí todo por la costa oriental hasta Brasil.

– ¿Por qué decidiste dedicar tu vida a viajar?
– Viajo porque lo encuentro mucho más interesante que cualquier otra cosa que puedo hacer hoy en día. Es algo que me encanta. Siento que es la mejor decisión que tomé. Lo que voy sintiendo en el viaje es increíble. La gente se va copando, se va prestando. Cuánto más viajo más me doy cuenta que la gente es igual en todos lados, las fronteras las planteamos nosotros.

– ¿Cómo es la travesía de viajar tantos kilómetros llevando cosas, enfrentando al viento, el cansancio y obstáculos y dificultades, etc.?
– Tengo una Mountain Bike con la que voy por todos lados. La bicicleta debe bancar el terreno que le mande. Llevo alforjas, que son mochilas que van agarradas en la bicicleta, para transportar mis cosas. El secreto siempre es llevar lo menos posible pero lo que hace falta. Pedaleo por ruta, por caminos o por donde sea más cómodo. En ruta, lógicamente, se me complica cuando no tengo banquina, porque es inseguro, pero en general no pasa.

– ¿Cuánto tiempo podes pedalear en un día?
– Yo hago turismo, quiero ir conociendo los lugares, por lo que la cantidad de horas de pedaleo siempre es relativo. Depende de la distancia de lo que quiero conocer. El día que más pedalee viajé 170 kilómetros más o menos. Otro día 135 km., pero en promedio viajo entre 80 y 120 por viaje.

– ¿A qué lugares te detuviste y cuáles te gustaron más?
– La primera parte hasta el día de hoy avance mucho por la playa para escaparme del invierno que se venía. Me detuve relativamente poco. Las playas de Uruguay son una locura pero las hice a las corridas. Las agarré fuera de temporada, por lo que disfruté de amaneceres hermosos en playas casi desérticas. Desde Montevideo hasta el Chuy. La gente en Uruguay es muy copada. El Palmar del Departamento de Soriano me gustó mucho. Es lago rodeado de bosque. Conocí una familia que me hospedó. Comí, fui a jugar al futbol con el hijo. Eso pasa mucho en el viaje, la gente se va prestando. Las playas brasileras también tienen lo suyo. Florianópolis es una locura. Tiene noche, playa, bosque, escalada, deportes acuáticos. Hasta ahora fue el lugar que más me gustó.

– ¿Qué dicen tu familia y tus amigos de este viaje que estás haciendo?
– El común denominador dice que soy un “loco de mierda”. Mis viejos, por suerte, son libres, me dejan decidir. Nunca me complicaron demasiado, siempre apuntan a que yo cumpla mis sueños y no a ponerme palos en la rueda. Lógicamente se preocupan porque su hijo está andando en bicicleta por alguna parte del globo. Pero ya se acostumbraron. También, había mucha gente que no me creía que iba a hacer este viaje porque yo estuve seis meses u ocho diciendo que estaba armando este viaje. No me creían. “Hablá en serio”, me decían. Ahora no lo pueden creer

– ¿Qué hacías antes de emprender este viaje? ¿A qué te dedicabas?
– Mi vida normal ahora es esta y va a seguir siéndolo. Antes estudiaba. Hice dos años de ingeniería (uno de eléctrica y otro de robótica) hasta que descubrí que no me gustaba eso y, a parte, era electricista.

– ¿Qué extrañas del barrio?-
– Del barrio me gustaba dar una vuelta el sábado o el domingo temprano, que es el único momento en el que Flores estaba tranquilo. Extraño, a su vez, sentarme en un bar con un amigo de hace mucho tiempo y tomarme una cerveza, relajado.

– ¿Qué pensas hacer cuando vuelvas?
– No pienso volver por ahora. Yo salí sin tiempo a viajar. Me fui a recorrer el mundo. Acá en Brasil voy a quedarme un tiempo trabajando, porque hay que mantener el viaje. Tengo que hacerlo porque yo salí con un presupuesto que banca los primeros meses nada más. El rumbo ahora es la costa Atlántica, las Guayanas, Surinam, Colombia, Centro América y Estados Unidos. Ese es el plan. No es fijo ni invariable. Después de eso me gustaría cruzarme a Europa y Asia y hasta Oceanía. Tengo muchas ganas de estar en un lugar en el que no entienda absolutamente una palabra. Pero pasito a pasito, o, como me gusta decir a mí, una vuelta de rueda a la vez. Ese es mi lema.

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