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Las manos de Boun

Escribe Luchi D´Anna tiene 11 años y vive en el barrio de Flores. Fundó y dirige –junto a su prima Alma- la biblioteca infantil gratuita del Museo Barrio de Flores.

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Escribe Lucía D ´Anna Urteaga

En el barrio donde todo ocurre, Flores, vivía un niño llamado Boun. Él era sereno y tranquilo… a diferencia de sus manos. Ellas eran súper revoltosas e irresponsables. Se metían en tremendos desastres. Las manos tomaban su propio rumbo y no obedecían al cerebro de Boun. Les cuento unos ejemplos: Un día en el colegio, la maestra hizo una pregunta a la clase sobre división. Boun no sabía la respuesta pero de todos modos la mano derecha se levantó con espíritu matemático. Oh, ¡qué vergüenza pasó el niño esa hora!

También, cuando era el cumpleaños de su hermana Isabel, y su familia se lo cantaba, la mano izquierda de Boun tomó un pedacito de torta. Se ve que todos se dieron cuenta, lo retaron y para empeorar las cosas, la cumpleañera se largó a llorar.

Otra vez, el nene estaba en la plaza, con su tío jugando una carrera. De pronto ve pasar a un perrito “adorable” y se detiene. En ese instante sus dos manos, al mismo tiempo, lo acarician suavemente. Al perro no le gusto nada ese mimo, por eso, mordió a Boun.

En el siguiente episodio, el muchachito hablaba con la chica que le gustaba. Luego de conversar un rato, la mano derecha subió desde el bolsillo del pantalón hasta la cara. ¿Saben lo que hizo? Se escarbo la nariz y se saco un moco. La nena no le habló nunca más.

En otro momento, Boun, estaba con sus amigos pegando figuritas de fútbol en el álbum del mundial. Una de las chicas, lo invita a pegar a Messi. Y su mano derecha lo coloca torcido. Todos se enfurecieron y ahora en los partidos contra el B, lo mandan de arquero. Encima, no ataja una, ya que sus manos no tienen ganas de hacerlo.

Otro día, Boun jugaba con sus amigos al dominó. Lo estaban armando y era larguísimo. Le tocaba tirarlo a un compañero suyo. De repente, cuando nuestro protagonista colocaba una pieza, su mano izquierda la deslizó hacia atrás. Todas las fichas cayeron en su turno indicado. Desde ahora esos varones juegan al TEG.

También, cuando el nene visitaba una exposición de motos, se subió a una de ellas y al sonreír para la foto que su madre le tomaba, la mano derecha apretó el acelerador y Boun salió disparado a una pila de hojas secas. También hay que echarle la culpa a su mano izquierda porque se negó a frenar.

En otra ocasión, Boun estaba en el jardín de su abuela, con ella al lado. Admiraban el pasto, las plantas, las hojas, las palmeras y las flores. Aunque el chico no quería sus manos se dirigieron al cactus más espinoso de Flores, el abuelo de Verdio Espino. Y Buon, pobrecito, se re pincho.

Otro día, el nene intentaba hacerse un licuado. Quería merendar, entonces cortó la fruta y la metió en la licuadora. Antes de poner la tapa, su mano izquierda apretó el botón de encendido y las naranjas y los pomelos “enchastraron” la cocina. A parte, por desgracia, se rompió el electrodoméstico.

Las manos lo tratan horrible y todo porque una vez él se puso unos guantes apestosos y sudados de uno de los varones del grado para atajar en el arco. También porque un día aceptó que su hermana le pintara las uñas ya que estaba aburridísimo.
Y porque otra vez, sin querer, cuando era pequeño, jugó con el fuego. ¡Qué dolor! Yo creo que nunca se deshará de la maldición manual. ¿Y ustedes queridos lectores florenses?

(*) Luchi D´Anna tiene 11 años y vive en el barrio de Flores. Fundó y dirige –junto a su prima Alma- la biblioteca infantil gratuita del Museo Barrio de Flores.

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