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La Victoria, un clásico de 102 años en Flores

Desde abril de 1915 funcionan como tienda en el barrio de Flores. En 2006 fue declarado edificio histórico por el Museo de la Ciudad. La historia de una generación de inmigrantes españoles que merece ser contada.

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Escribe María Martínez

Corría el verano de 1915 en La Ciudad de Buenos Aires cuando la primera generación de los Fernández -Sáez, inmigrantes de España abrían las puerta a una comunidad de vecinos del barrio de Flores con un comercio destinados a la venta de lencería femenina. Sin embargo en aquel momento nadie se imaginó que la popularidad del lugar trascendería los límites del barrio hasta convertirse en la actualidad en uno de los locales más antiguos de la Ciudad de Buenos Aires y cuyo éxito continuo vigente.

Ésta parece ser una historia más de las que guardan algunas esquinas del barrio de flores, sin embargo detrás de los movimientos ágiles y de la explicación detallada de la historia que me narra Alberto Fernández, perteneciente a la cuarta generación de los primeros dueños de la tienda, hay pasión, anécdotas y orgullo.
En dialogo con Flores de Papel, Alberto y su hijo Oscar cuentan los pormenores del comienzo, la historia familiar, el presente del comercio y las anécdotas de los mejores tiempos.

– Es una de las tiendas de ropas más antiguas de la Ciudad…
– La historia comienza en abril de 1915 cuando dos hermanos de mi abuela provenientes de España vinieron al país. Uno de ellos era originario del pueblo 9 de julio. Allí tenía un comercio similar a éste pero cuando vino a Argentina lo ayudaron para que se independizara y pusiera este local. Sin embargo no sería el único local. Le fue muy bien. Logró realizar una cadena de locales similares en la Ciudad de Buenos Aires. Luego trajo de España unos 15 sobrinos a los que enseñó el oficio para luego venderles el fondo de comercio e independizarlos.

– ¿Algunos de esos locales continúan en la Ciudad?
– No. Este es el único que queda. En Flores funcionaba éste y otro que ya cerró. Se llamaba “La Flor de Flores”, justo en la esquina de la plaza donde hoy está Claro.

Un recorrido por el interior de la Tienda permite darse cuenta que la infraestructura es antigua, clásica y que el ambiente del lugar conserva ciertas características tradicionales poco comunes.

Con un movimiento ágil no propio de su edad, Alberto recorre de esquina a esquina ese espacio que es netamente suyo y que lo conoce mejor que nadie. Me muestra las nuevas colecciones de batones, camisones y modelos como los que ya no se ven en las vidrieras de la ciudad.

“La última reforma se hizo en los años 70…desde entonces la infraestructura jamás se volvió a modificar”, admite mientras realiza con la mirada un recorrido inmediato por las paredes y techo.

Pasaron 30 años desde que Alberto y Oscar se hicieron cargo del negocio familiar del Pasaje La Porteña y Rivadavia.

– En diálogo con su esposa me relataba que lo eligen de muchos barrios porteños incluido el interior de la provincia de Buenos Aires…
-Claaro (admite orgulloso) Vienen de todas partes a comprarnos porque aquí encuentran productos que ya no están a la venta, que no son comunes. Generalmente tenemos una clientela de más de 50 años de edad. Últimamente estamos incorporando nuevas colecciones de marcas clásicas que sin dejar de ser tradicionales tienen un matiz más moderno. Sin ir más lejos, hoy una señora del Tigre vino a buscar unas prendas. Imagínate viaja desde allá, interrumpe Oscar, hijo de Alberto. La diferencia de tonalidades en el habla se siente. Alberto aún conserva la tonalidad española a pesar de los años en que reside en nuestro país, mientras que Oscar tiene la porteñidad asimilada.

En diálogo con Flores De Papel ambos comerciantes admitieron que como proyecto a corto plazo buscan llegar a un público más juvenil sin perder la esencia clásica de la casa.

Polleras de lanas, batones de algodón puro, camisas con cuello mao son algunas de las prendas que se exhiben además de la clásica ropa interior. Un lugar que más allá de sus 102 años de historia conversa el misticismo de la época, y un reconocimiento innegable entre los vecinos de la comuna 7.

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