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La nube de los deseos

Escrita por Lucía D´Anna, tiene 11 años y es vecina del barrio de Flores.

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Escribe Lucía D´Anna (*)

Benjamín estaba tomando un jugo de naranja exprimido en el mejor bar de Flores con su tía Gisella. Ella tomaba un café con leche y comía su primera medialuna. Tenía dos. El niño, después de merendar, le propuso a su tía, ir al parque. Gisella le dijo, mostrando sus dientes blancos, que sí. Cuando llegaron al parque, se asomaron unas nubes sospechosas y no sospechosas de robarle un lápiz a Benja, sospechosas de un crimen real: largarse a llorar en un día de plaza.

La mujer había cambiado de opinión: no quería quedarse en la plaza; prefería ir a su casa con su sobrino. Benjamín se encaprichó, protestó, suplicó y pataleó. Gisella se sentía la peor tía del mundo pero no tenía otra opción. Al llegar a la casa de la tía, Benjamín se quedó mirando por la ventana como caía la lluvia. Ella lo animó al decirle que jugarían un tutti frutti.

Su tía era muy inteligente y poseía mucho vocabulario, entonces en las primeras tres rondas, cantó primera. Benjamín, cada vez, que no sabía una palabra, miraba una nube hasta que en la letra “j” sección colores, vio que la nube tenía rostro. El niño estaba sorprendido y entusiasmado de nuevo. Le pidió a su tía que le dé una escalera y una soga. Ella, sin dudarlo, buscó en el depósito y encontró lo pedido. Benjamín salió al jardín, se subió a la escalera y con la soga agarró la nube. Fue trepando hasta llegar bien arriba. La tía estaba desesperada y no sabía cómo actuar. En cambio, el niño estaba alegre y le preguntaba todo a la nube.

  • Hola, soy Benjamín Caprinene. Vos, ¿cómo te llamás?, ¿podés hablar no?, porque tenés boca, digo ¿Por qué estas triste?
  • Buen día, Benjamín. Me llamo Nunu. Estoy llorando porque tengo hambre. Aquí, en el cielo, no hay lindos bares (dijo entre lágrimas la nube).
  • ¡Ya sé!, dijo Benja sintiéndose un genio.

El niño llamó a su tía y le dijo que suba con la medialuna, que no se había terminado en el bar. Ella se sintió necesitada y feliz. Tomó la medialuna y fue con su sobrino. Se empapó bastante pero al sentarse en la nube quedó sequita. Ellos le dieron de comer a Nunu y ésta preguntó:
Ahora les voy a conceder lo que quieran porque yo soy “la nube de los deseos” y cuando la gente hace una obra de bien, se los hago realidad.

Perfecto, dijo Benjamín. Y le susurró al oído lo que deseaba: los parques secos y ganarle a su tía en el tutti frutti.

(*) Lucía D´Anna tiene 11 años y es vecina del barrio de Flores.

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