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La inseguridad y la desidia golpean la Escuela Benjamín Zorrilla
Escribe Natalia Rivarola
El lunes 25 de febrero docentes de la Escuela Nº 4 D.E. 11 “Benjamín Zorrilla” se encontraron con un panorama desolador cuando ingresaron al establecimiento de San Pedrito 1415: un grupo de vándalos –no hay otra forma de llamarlos- había destrozado todo. Rompieron muebles, rejas, vidrios, material didáctico y microscopios, mancharon pizarrones, pintaron cruces esvásticas en los pisos, taparon baños con algodón y hasta defecaron y orinaron en distintas partes de las aulas, sin robar ningún elemento. Pero esta no fue la primera vez que ingresaron extraños a la escuela, de hecho fue la tercera consecutiva en los dos meses que van del año. Aunque hasta ahora siempre se habían tratado de robos.
“Hace varios años que no hay casero, esto hace que la escuela esté totalmente vulnerable durante las noches y los fines de semana. Solo hay vigilancia en el horario escolar. Ya se solicitó casero y vigilancia las 24 horas pero no hay respuesta”, cuenta a Flores de Papel, M…, docente de la institución, quien detalló que la casera que había se jubiló en el 2015 y nunca más nombraron a nadie. “Uno de los muchachos que trabaja en el colegio de auxiliar pidió el puesto pero el Gobierno no nombra más caseros”, asegura.
Los hechos de inseguridad se repitieron los últimos tres veranos e incluso durante el ciclo lectivo. En estos años la comunidad educativa del Benjamín Zorrilla perdió material de trabajo como libros, computadoras, equipos de sonido e impresoras, hasta blocks de hojas.
En 2018 también se llevaron todo el material de educación física -pelotas, pecheras que se usaban para los campeonatos intercolegiales y aros de básquet-. Incluso, este año durante la capacitación de febrero “fue robada la bicicleta de una maestra que debió dejarla eventualmente en el playón de la entrada, bajo rejas y candado”, detallan en una nota presentada por los docentes a las autoridades.
“Se acumulan las denuncias y los reclamos, pero no llega ninguna solución”, afirma la maestra a Flores de Papel. Además, cabe destacar que de los destrozos y los objetos robados, el Gobierno de la Ciudad nunca se hizo cargo. “Hay elementos que se compraron con plata de la Cooperadora, pero otros, como los parlantes para el audio de los actos, ya no se pudieron reponer más”, se lamenta. Y cuenta que para recuperar parte de los objetos en la escuela han hecho ferias del plato, venta de bizcochuelos y rifas.
La inseguridad no es lo única que golpea a esta escuela de Flores. Debido a las falencias edilicias, el año pasado se inundó en tres oportunidades. El hall de entrada, la sala de música, el cuartito de sonido y el patio interno se transformaron en piletas. Ventanas rotas y goteras que caían a través de los tubos de luz. Tras numerosos reclamos, con carteles incluidos, recibieron “una solución a medias”. “Lo que hicieron fue limpiar los techos que estaban tapados de basura y dijeron que ya no entraría tanta agua. Todavía no nos tocó otra tormenta como esa para ver qué pasa con la solución mágica”.
Ese triste lunes de febrero, toda la comunidad educativa abatida por la situación realizó un abrazo simbólico y una caravana para visibilizar la problemática. Los acompañaron papás de la escuela, vecinos del barrio que se solidarizaron, algunos medios televisivos, gremios docentes y miembros de las cooperadoras escolares. Al día siguiente tuvo lugar otro gran gesto: docentes de todo el Distrito 11 se acercaron a la escuela de San Pedrito para ayudar a limpiarla y arreglarla. Mientras tanto, las autoridades ministeriales que deben garantizar que los chicos puedan aprender en condiciones dignas, seguros y protegidos, siguen sin dar respuestas.