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La extraña y curiosa situación que se da en Argerich entre Yerbal y Rivadavia

Escribe Santiago Nuñez

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Escribe Santiago Nuñez

La cuadra 0-100 de la calle Argerich debe ser única en toda la Ciudad. Y no porque tenga alguna rareza específica. De hecho, muestra varios lotes como cualquiera: un local de venta de colchones, un consultorio de odontología, una verdulería, tres kioscos, un almacén una ferretería, dos bares, un instituto geriátrico, un local de venta de empanadas salteñas, un local de máquinas de coser, seis edificios y diez casas. Pero esa cuadra tiene una particularidad que casi ninguna otra tiene: es la cuadra de las seis peluquerías.

“Podríamos poner un cartel que diga ´feria de las peluquerías´”, dice, entre risas, Sandro, uno de los que corta el cabello en Pelos y Pelitos, ubicada en Argerich 17. Este local tiene dos sedes en la cuadra, una en frente de la otra para hombres y mujeres respectivamente (Argerich 22). Éstas se suman a Franco y Russo (Argerich 13), Anita Luz (Argerich 23), Barber Shop Panda (Argerich 21) y Mary (Argerich 38), para completar las seis peluquerías de ambas veredas.

La mayoría no sabe, e incluso ni siquiera se preguntó, porque hay tanta tijera y máquina en el lugar. “Cuando estás en el microcentro y ves todas las cafeterías que hay, no te preguntás nada”, afirma uno de los encargados de Mary, mientras deja haciéndose el baño de crema para una clienta. En Franco y Russo, con gente esperando ya a las 10:54 de la mañana de un viernes, prefieren no contestar.

El que se anima a dar una respuesta, al menos tentativa, es Diego, peluquero de Anita Luz: “Para mí, es una cuestión casi de envidia, porque dos peluquerías -señala sutilmente- empezaron trabajando con nosotros”. Diego observa, a su vez, la importancia que tiene esa cuadra. Argerich es el paso indudable de un montón de trabajadores de los locales de Avellaneda hacia Rivadavia, en donde suelen tomarse el colectivo para volver a sus hogares. Es un confluente de gente permanente en los horarios “pico”.

Muchas de las peluquerías, y Anita Luz es expresión clara de ello, tienen una importante recepción de la comunidad boliviana, muy grande en esa zona de Flores. También, algunas otras comunidades como la venezolana o la dominicana, aparecen frecuentemente por la zona y son comunes clientes de sus locales. Esto sucede principalmente en las “barberías”, que son especialistas en cortes más modernos, con navaja, cortes de cejas y estilos de cortes muy latinoamericanos.

Las peluquerías de la cuadra se caracterizan por tener letreros luminosos en sus puertas, que dicen, con luces que titilan, “abierto”, “peluquería” y demás referencias para invitar a los transeúntes al lugar. Tienen frentes y carteles rimbombantes, de varios colores como Barber Shop Panda, o de un color muy fuerte como Pelos y Pelitos (rojo) o Franco y Russo (verde).

Algunos presentan tonos más opacos como Anita Luz, que tiene más tiempo en el barrio que el resto de la cuadra. “20 años”, expresa Diego, mientras se le infla el pecho de orgullo.

La pregunta que surge es hasta qué punto llega la competencia, y si es que hay “pica” o rispideces entre ellos o no. “En general nos llevamos bien y nos saludamos”, responde, sin dudarlo, Andrea, encargada del local femenino de Pelos y Pelitos. “Yo no conozco a nadie ni me saludo con nadie”, presentan desde Mary, sin coincidir con el local que tiene a unos 30 metros. “En general no hay problemas, lo que puede pasar es que, por la espera en determinado local, otro te ´robe´ un cliente”, comenta Diego.

Dicen en la cuadra, a su vez, que no es solamente una situación de esa vereda sino que en muchos lugares de la zona hay peluquerías, aunque, lógicamente, nunca seis tan cercanas. Diego lo explica de la siguiente manera: “Mi mujer atiende sobre Quirno y mi papá sobre San Pedrito”.

En muchos casos, también, las peluquerías del barrio tienen una fuerte impronta familiar. “Mi mamá nos enseñó a todos”, dice Diego. Andrea confirma que “hay mucho negocio familiar”, mientras se ve un pequeño niño que recorre la peluquería que ella está abriendo para empezar a atender.

Los precios de los locales son muy económicos. “Mucho más baratos que en Rivadavia”, se enorgullece Andrea. Un corte oscila entre los $ 120 y $ 140 y un baño de crema está alrededor de $250.

Hay varias razones, entonces, para pasar por allí. Para ver cómo en Argerich se trabaja con tijera, peine y máquina sin frenar. Para cortarse el pelo antes de salir o después de trabajar. O, al menos, para reírse y pensar que solamente en Flores puede haber una calle que tenga seis peluquerías en una misma cuadra.

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