Flores de Papel | El periódico gratuito del barrio de Flores

Actualidad

La Abuela aviadora

María del Pilar tiene 74 años, cuatro hijos y cinco nietos. Contadora que sigue ejerciendo la profesión, se la puede ver todos los días caminando por las calles del barrio o haciendo gimnasia en el Club Pedro Echagüe, y una vez cada 15 días se va a jugar por el cielo.

Publicado

el

Escribe Natalia Rivarola

María del Pilar tiene 74 años, cuatro hijos y cinco nietos. Contadora que sigue ejerciendo la profesión, se la puede ver todos los días caminando por las calles del barrio o haciendo gimnasia en el Club Pedro Echagüe, y una vez cada 15 días se va a jugar por el cielo. Sí, eso es lo que siente cuando se pone al mando de un avión, aventura que comenzó hace casi 20 años pero anhelo que viene desde la infancia. Valiente e inquieta como pocos, vuela por el mundo, se tiró de paracaídas, buceó y no le dice “no” a ninguna experiencia que le tenga preparada la vida.

“Aprender a volar es algo que tenía colgado en el ropero. Siempre me gustó. Mi papá, que también era un tipo de acción, me llevaba a ver las carreras de autos y yo iba y miraba los aviones. A los 17 quise hacerlo, sentía que era para mí, pero mi mamá no quería ni loca. Después tuve hijos, uno falleció, me separé… y cuando ya estaba todo más o menos ordenado, un día abrí el ropero y me acordé”, comienza contando María sobre este sueño que vive desde los 56 años, momento de su vida donde “había empezado a buscar algo” porque para una persona activa como ella “si estás con la cabeza bien y todo como corresponde, lo peor que hay es quedarse sentado viendo televisión”. Había tratado ser buzo, pero no funcionó y fue entonces cuando uno de sus hijos le contó que quería ser piloto y ella sin dudar también se anotó. Él dejó y ella se convirtió en “la abuela aviadora”.

En estos años de continua formación, ya que “cada avión tiene su manual y vos tenés que saberlo”, María voló de todo: “Ultraliviano, Cessna 150, Cessna 152, Cessna 172, Cessna 182, de la línea Piper todo. El mío era Piper también”, cuenta con nostalgia mirando un modelo miniatura de ese que tantas alegrías le dio y debió vender tras la crisis en 2002. “Tenía 200 caballos por motor y capacidad para seis personas. Pasé varias veces la cordillera sin problemas”. Con él voló a Uruguay, Paraguay, Brasil, Bolivia y Chile, a veces con su familia y otras trasladando a enfermos. Llegó a hacerlo todos los días, porque “estaba muy enganchada y siempre encontraba una razón”. Desde que lo vendió ya no vuela con tanta frecuencia, pero cada dos semanas se va a alquilar alguno a Morón y también aprovecha los viajes que realiza, ya sea por su profesión de contadora o por placer, para conocer nuevos vientos como en Estados Unidos, Italia o España.

¿La mejor experiencia que vivió en el aire? Volar en planeador. “Es un avión que no tiene motor, lo remolcan. Te suben bien arriba y te quedás ahí, jugando en el cielo. Todo eso es puro placer. Imaginate que vas a San Martín de los Andes, alquilás un planeador, te tiran ahí arriba y te quedás una hora volando con un cóndor al lado. Es impresionante. Pero esas cosas no pasan si uno no se anima”.

Por otro lado, gracias a la aviación tuvo la oportunidad de hablar en agosto del año pasado con la vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti. En el encuentro, que se dio en el marco de los festejos por el aniversario de la creación de la Fuerza Aérea Argentina que se realizaron en el Colegio de Aviación de la provincia de Córdoba, María le contó su punto de vista de algo que la inquieta y preocupa: “El desarrollo de la actividad aeronáutica en nuestro país está muy distorsionado porque se lo considera una actividad de multimillonarios. Debería ser algo obligatorio porque achica el territorio, en el buen punto de vista. En mi avión en Jujuy estaba en dos horas. Si hay un enfermo, ¿qué haces? ¿Estás veinte horas en un micro o dos horas en un avión? ¿Tiene algo que ver con jet set o con laburo? El tema es que algún político debería verlo. No podés creer que a la persona que le gusta volar es millonaria. Es bastante frustrante”, remarca.

Oriunda de Flores, barrio donde vivió toda su vida, es partidaria de la frase “vivir la vida” y se anota en cada aventura que puede. Ahora, está ilusionada con un sueño que tiene altas chances de cumplir. “En Melbourne, Australia, en abril del año que viene hay una competencia de paracaidistas veteranos y necesitan mujeres pilotos de más de 75 años. Yo los cumplo en octubre. Espero que se dé”, cuenta con una gran sonrisa, y agrega: “Yo llevé gente para que se tire de paracaídas y también me tiré, más o menos a los 60 años. No tenía osteoporosis, entonces si no tenés nada que te impida hacerlo, hay que decir que sí. Si después no te gusta no lo repitas. No me tiraría con un elástico de cabeza a ver si toco el suelo, pero para mí son lindas las aventuras controladas”. Y finaliza con un gran consejo: “En aviación tengo dos o tres amigas así veteranas. Con ellas decimos que la vida es como el mar, hay que surfearlo, hay que vivirla. A las señoras que pasamos los 50 les recomiendo que si tienen un sueño loco en el ropero, es momento de descolgarlo”.

Espacio Publicitario

Flores de Papel Digital

Recibí las novedades del barrio por mail

* indicates required

Intuit Mailchimp