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Flores te espera como un desierto

Escribe Michelle Bendeck

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Escribe Michelle Bendeck

Ya van a ser las cuatro. El sol me afecta de la manera más insoportable, todavía no estoy acostumbrada a que sea verano. No lo es, pero me siento en una caldera. Es comprensible que la calle esté desierta, que no haya nadie en la estación. Un poco más y digo que también es natural que tampoco vos vengas.

No lo aceptaría así de fácil, quiero que lo sepas, porque hace ya varios años que al Sarmiento le pusieron un aire acondicionado que te morís…Y más allá de eso, creo que valgo más de un sacrificio. Basta con decirte que estoy en este banquito hace más de una hora y media, viendo cómo se derrite el cartel con filete que dice “Flores”.

De vez en cuando me paro y me acerco a las vías a mirar el horizonte, a buscar algún atisbo de tren. Pero casi nunca se ve otra cosa distinta al fuego blanco del sol que no termina de ponerse sobre el lejano, lejano Oeste. Una mariposa que se escapa de algún dormitorio donde se hace la siesta o un soporífero amor, se cuela en la estación para tirarme aire caliente.

Aunque la espante se me enreda en el pelo, se seca, se petrifica y se cae como una hojita crujiente, todo esto en tiempo récord. Entonces quiero llorar pero no puedo, las lágrimas se vaporizan en seguida. Pienso que de todo tenés la culpa, que nos atraes en vano a mí y a todas las cosas a deshidratarnos a las puertas mismas del infierno.

Quisiera tener una armónica o un revólver en los bolsillos de los shorts para paliar el tedio imaginando cosas, dándome aires de carrilera o cow-girl fatal. Aunque si tuviera que pedir un deseo, serian veinte pesos para comprar una Coca. Por suerte Flores es Capital y los domingos desiertos como éste algún kiosco abierto encontrás…

Pero lo malo es que plata no traje, ni celular, para avisarte que te cancelo de una vez por todas, aunque vos a tu manera lo hayas hecho primero.

Supongo que en realidad la estación de Flores nunca está así de desierta, ni siquiera los domingos muy calurosos; y que las mariposas no se disecan tan rápido, y que por precaución yo nunca salgo de casa con los bolsillos vacíos. Pero voy a dejar este texto inalterable, para que puedas sentir la asfixiante tonalidad amarilla que cae sobre Flores esta tarde.

La próxima vez no te resuelvas a seguir los caminos del tren ni del viento, porque este ya será para vos pueblo viejo, pueblo muerto, donde no vas encontrar ni media doncella que te espere.

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