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El recuerdo de la Coca Sarli en un viejo cine de Flores

El pasado 25 de junio dejó este mundo a los 89 años un ícono del cine erótico argentino: Isabel Sarli. “La Coca” siempre será recordada por su extensa filmografía, que incluye películas como Carne, La leona y La diosa impura, dirigidas por Armando Bo, quien fue el gran amor de su vida, pero también por las particulares tardes en las salas de cine de aquella época que hizo vivir a grandes y jóvenes.

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El pasado 25 de junio dejó este mundo a los 89 años un ícono del cine erótico argentino: Isabel Sarli. “La Coca” siempre será recordada por su extensa filmografía, que incluye películas como Carne, La leona y La diosa impura, dirigidas por Armando Bo, quien fue el gran amor de su vida, pero también por las particulares tardes en las salas de cine de aquella época que hizo vivir a grandes y jóvenes.

Flores, décadas atrás, supo ser uno de las zonas con más movida de Buenos Aires. Personas de toda la Capital y el Conurbano solían viajar hasta acá para disfrutar de sus boliches, billares, confiterías y cines cada fin de semana. Estos últimos eran uno de los entretenimientos que gozaban de mayor importancia en el barrio, que contaba con numerosas salas en una época donde la televisión no se encontraba tan popularizada ni existía internet. Los nostálgicos recordarán como las salas, algunas majestuosos e imponentes, otras medio clandestinas, eran punto de concentración de la diversión.

En una de estas últimas tenían lugar día a día lo que muchos hoy recordarán como simpáticas anécdotas. Por la década del ‘70, funcionaba en Carabobo 945, cerca de la avenida Eva Perón (ex avenida del Trabajo), El Continental, cine que hace tiempo dejó de existir. Era conocido por ser de los pocos donde dejaban entrar a menores de edad a ver películas clasificadas para adultos. Generalmente daban un western acompañado de un film de Olmedo y Porcel o la Coca Sarli. Así lo recordó en la despedida de este símbolo el periodista Eduardo Fabregat en Página12: “En el contexto de la dictadura que lo asfixiaba todo, la Coca era una anomalía. Tetas en pantalla. Una mujer hermosa y caliente que se curtía hombres a mansalva, y nosotros en la oscuridad de la sala pulguienta con los ojos como platos. Calladitos la boca, porque si nos pasábamos de rosca el acomodador del Continental venía con un palo de escoba a golpear los respaldos y ponernos en caja. Siempre en las últimas filas y cerca de la puerta por si caía un inspector”.

Destaca que por ese entonces no se podía acceder a pornografía en internet y “solo algún afortunado tenía un pariente mayor con revistas importadas”. “Apenas si teníamos a la Coca y nuestra imaginación. La Coca cada vez más grande, cada vez más ícono, la Coca indiscutible. No importaba que fueran reposiciones con una cinta cada vez más destruida. No importaba cuándo se había filmado todo eso. La Coca era eterna”. Y tan eterna fue que sobrevivió por mucho a ese cine grande, sucio y oscuro, cuyo sótano se llenaba de jóvenes ante cada inspección. Sobrevivió a ese y a prácticamente todos los de Flores, que con los años fueron demolidos, abandonados o convertidos en templos, supermercados y garajes, para dejar solo al Atlas Rivera Indarte en pie.

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