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El mes que Flores estalló
Muertes; marchas; incidentes en una comisaría tomada; jefes policiales apartados y promesas políticas tras una reunión con vecinos y familiares de la víctima.
Escribe Natalia Rivarola
Muertes; marchas; incidentes en una comisaría tomada; jefes policiales apartados y promesas políticas tras una reunión con vecinos y familiares de la víctima. Todo eso ocurrió en los últimos 20 días de 2016 en un Flores que estalló. Los asesinatos de Pascual Mollo, en una entradera, y Brian Aguinaco, baleado por motochorros, despertaron la furia de quienes tienen que convivir con esta realidad a diario y que piden de todas las maneras posibles seguridad. Flores está en llamas, y se van a necesitar más que algunas promesas para apaciguar el fuego.
Diciembre empezaba con una noticia que quizá anticipaba el estallido que se venía. Un informe del Consejo de la Magistratura revelaba que en el barrio se había registrado el mayor número de homicidios de toda la Capital. Con 40 asesinatos sobre un total de 175, la tasa de crímenes violentos en Flores fue de 24,34 cada 100.000 habitantes y cuadruplicó, así, la media de la ciudad, que fue de 6,05, y la de todo el país de 6,4. Pero esto no fue sorpresa para nadie, ya que el año anterior había quedado en segundo lugar de este estremecedor ranking.
Solo diez días después, un sábado a la noche, Pascual José Mollo, titular de una histórica empresa de cartelería, salía a la puerta de su casa en la calle Rivera Indarte al 500 a despedir a unos invitados de la fiesta de cumpleaños de su hija cuando fue sorprendido por tres delincuentes, quienes lo amenazaron para hacerlo ingresar a la vivienda. Como el vecino de 69 años se resistió, uno de ellos lo mató a quemarropa. “Quisieron entrar en casa y papá no iba a permitirlo. Estaban sus nietos, amigos, el resto de la familia”, relató su hija Mariana a los medios, con la voz quebrada por el dolor. El festejo de sus 40 años quedó arrasado por el ataque. Consternados por el crimen, la noche siguiente sus vecinos y amigos se movilizaron, bajo el lema “Ni un vecino menos”, a la comisaría 38 para pedir justicia y mayores medidas de seguridad. Es que en la misma cuadra habían ocurrido, en una semana, tres asaltos; uno de ellos, a la propia hija de Pascual. Como no obtuvieron respuesta, organizaron por redes sociales tres marchas más. Ninguno de los siete comuneros que los representan los acompañó.
A siete cuadras del crimen de Mollo, exactamente dos semanas después, el sábado de Nochebuena pasado el mediodía, Brian Aguinaco de 14 años volvía con su abuelo en un VW Polo Classic de la peluquería. Doblaron con el coche en Asamblea y Rivera Indarte justo momentos después de que una mujer fuera asaltada por dos motochorros. Esos justo momentos después de que una mujer fuera asaltada por dos motochorros. Esos ladrones dispararon y le dieron un balazo en el cuello al adolescente, que sólo atinó a decir: “Tata, llevame al hospital”. Fue operado en el Piñeiro y luego trasladado en estado crítico al de Niños Ricardo Gutiérrez.
A penas supieron la noticia, en pleno día de Navidad, numerosos vecinos se reunieron para orar por él y pedir nuevamente mayor seguridad en la Comisaría 38. Indignados, dolidos y con miedo, volvieron a autoconvocarse para el día siguiente.
“Nunca fui a ninguna marcha pero esto ya pasó todos los límites”, comentaba una vecina en el Facebook de “barrio de Flores” que hoy cuenta con 16.000 vecinos conectados; “ya fue suficiente”, agregó otra.
La nueva manifestación se difundía a través de las redes y con carteles en las calles cuando llegó la peor noticia: tras dos días de agonía, Brian había fallecido.
La gente enfureció y esta vez no lo dudó. Más de mil personas con carteles, globos negros y velas marcharon a las 20 horas una vez más a la comisaría de Bonorino al 258 para ser escuchados. Coparon la seccional y los alrededores, al grito de “Brian, presente”, “que se vayan todos” y “corruptos”. Hubo momentos de tensión e incidentes, un grupo de personas rompieron puertas, ventanas, computadoras y televisores; se hicieron pintadas en el frente. La palabra “infiltrados”, por la presencia de barras de Huracán, Deportivo Español, San Lorenzo y Ferro, se repitió en las redes sociales. Pero también había comerciantes y familias completas, abuelos con sus hijos y nietos, pidiendo que alguien proteja sus vidas. Los vecinos reclamaron la presencia de autoridades de todas las jurisdicciones, entre ellas el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; y la ministra de Seguridad nacional, Patricia Bullrich. Flores era tapa de todos los portales de noticias, la marcha salía en vivo en todos los canales.
Finalmente la protesta, que concluyó cerca de la medianoche cuando efectivos arrojaron gases lacrimógenos, tuvo como respuesta una reunión del ministro de Seguridad de la Ciudad, Martín Ocampo, con una comisión de familiares de Brian a la mañana siguiente. En la misma se acordó un “plan de acción y un mecanismo de trabajo” y se anunció la remoción de la cúpula de la comisaría 38. El comisario Alejandro Carlos Attili – quienes los vecinos denunciaron por connivencia con los delincuentes del barrio- fue apartado y en su lugar fue nombrado Juan José Olivi, quien se desempeñaba como titular de la comisaría 48 de Villa Lugano.
Esa misma tarde se organizó otra marcha, esta vez en la sede de la Comuna 7, en avenida Rivadavia y Culpina, sin la presencia del “abuelastro”, ni familiares de Brian. Más de 500 personas, en forma totalmente pacífica, se hicieron presentes en el lugar por Brian, por Pascual y por todas las víctimas de la inseguridad. Los custodiaron más de 80 policias uniformados y una veintena de la Brigada, además de numerosas vallas.
Unas horas después, La Alameda, Fundación cuyo titular es el legislador porteño Gustavo Vera, difundió el Mapa del Delito en el barrio, que incluye narcotráfico, prostíbulos y talleres textiles clandestinos. “La Comisaría N° 38 es una de las comisarías más corruptas de la Ciudad, ya que libera la zona para recaudar y esa recaudación se reparte en tres”, explica Vera en su informe.
“Una parte para el funcionamiento de la comisaría, otra parte para el enriquecimiento ilícito de los jefes, y otra parte tiene que ver con los jueces y sectores políticos cómplices que permiten estas zonas liberadas”.
El 29 de diciembre, tras un operativo conjunto realizado por Interpol, en colaboración con la División Homicidios de la Policía Federal, se detuvo a un menor de edad en Chile sospechado de ser el asesino de Brian. Su nombre es Brian G., tiene 15 años, domicilio en la villa 1-11-14, y permanecerá en el Instituto de Menores Inchausti. Por otra parte, fue detenido en la 1-11-14 Luis Armando Gómez, alias “Yun”, de 26 años, que ya había sido condenado en 2012 por el Tribunal Oral Criminal N°30 a cuatro años de cárcel por el delito de tentativa de robo, lesiones y resistencia a la autoridad, una pena de la cual cumplió dos años de acuerdo a registros oficiales.
Cuatro días después, Eliana y Fernando Aguinaco, los papás de Brian, estuvieron por primera vez marchando junto a unos doscientos vecinos del barrio, que se congregaron en la intersección de las avenidas Rivadavia y Nazca, y se dirigieron hasta Rivadavia y Carabobo, esta vez sumando al reclamo de más seguridad en la zona, que los dos detenidos por el crimen del chico de 14 años no sean liberados.
Por otro lado, el Director de Flores de Papel, Roberto D´Anna, consiguió que en la tercer semana de enero la Basílica de Flores facilitará uno de sus salones para que los vecinos se reúnan para alimentar el Mapa del Delito.
Diciembre fue un mes explosivo en Flores, y 2017 no empezó mejor. Pablo Pelisch, un corredor inmobiliario de 54 años, apareció muerto dentro de su auto en Bacacay y Fray Cayetano con 14 puñaladas en la madrugada de año nuevo. Si bien aún se desconoce si fue un hecho de inseguridad u otro tipo de móvil, la violencia y la muerte –cabe recordar que entre los crímenes de Pascual y Brian también fue asesinado a golpes y puñaladas en la calle Ramón L. Falcón a metros de la esquina de Pumacahua Jonathan Leandro Costelo, un hombre en situación de calle que solía pedir plata a los automovilistas para cuidar sus autos estacionados, en lo que se cree fue un “ajuste de cuentas”- rondan por el barrio. Un barrio que, estremecido de dolor, se puso de pie para decir basta.