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El calendario de Facundo

Escribe Julia Ferrero tiene 12 años y vive en Flores.

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Escribe Julia Ferrero (*)

Facundo se levantó y miró el reloj. Eran las 7.25 hs, iba a llegar bastante tarde al trabajo.
Corrió al baño, se lavó los dientes y desayunó un café frío que había quedado de la otra noche. Antes de irse, se dirigió a cambiar la hoja del calendario. El día anterior había sido muy agotador, por eso la hoja estaba rota y tachada. La arrancó y la tiró al tacho de basura. La hoja asignada a este día salió a la luz. Estaba nueva y bonita, pero seguramente tendrá un mal destino cuando Facundo regrese de la oficina con el mismo malhumor de siempre.
Se fijó la hora. Eran las 7.25.

– ¿Pero cómo? ¡Cuándo me desperté eran las 7.25! ¿O mi vista me jugó una mala pasada? ¡Significa que me apuré para nada!
A Facundo le agarró un ataque de ira, rompía todo lo que veía. Si pondrían un toro enfurecido al lado de él, no se notaría ninguna diferencia entre los dos.

Estaba a punto de romper la hoja del calendario cuando escuchó una vocecita.
– ¡Alto! ¡Stop, stop!
– ¿Quién habló?
– ¡Yo! ¡El calendario!
– ¿Qué?
– Sí, sí. Hablé yo, el calendario. Te digo que pares, ¡parecés un toro enfurecido!
A Facundo le molestó el comentario.

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– ¡No paro nada! ¡Te voy a romper!
– ¡Te advierto que no lo hagas!
– ¡Ja! ¿Qué me puede hacer un inofensivo calendario?
– Mucho más de lo que pensás. Puedo parar el tiempo, es más, ya lo hice.

– ¿Cómo?
– Me puse de acuerdo con el tiempo, decidimos hacer paro hasta que cambies tu conducta. Solo a vos se te va a parar el tiempo, los demás seguirán con su vida.

– ¿Y cómo es eso? ¡Si se para el tiempo se les para a todos! ¡Si no estaríamos cada uno en otro mundo!
– Mirá, te lo voy a explicar simple. Cada uno estamos en nuestra propia dimensión. Cada uno ve las cosas diferentes al otro. Seguramente no me estás entendiendo, pero bueno, no voy a gastar tiempo con vos, ¡no quiero que tengas ni un poquito de éste! Bueno, si te arrepentís vas a tener que ponerte de rodillas y rogarme.

– ¡Ni loco! Es más, ¡marchate de esta casa! ¡Estoy más que bien sin vos!
– ¿Estás seguro que querés que se pare el tiempo para siempre?
– Segurísimo.

– Perfecto. ¡Hasta nunca!
Apenas el calendario se fue, Facundo salió contento a la calle.
Pensaba en todas las maldades que podría hacer, desde pegarle una bofetada a un compañero de trabajo que odiaba, hasta robar uno de los aviones más caros del mundo. Al final, se pasó el día metiendo los dedos de la gente en sus narices y tomando helados en su heladería preferida.

Pasaron las semanas y los meses hasta cumplirse un año. Facundo se había enfermado de la soledad, necesitaba a alguien con quien hablar, por eso decidió buscar al calendario.

Se fijó si estaba en su barrio, Flores, pero no lo encontró. Viajó por toda la ciudad, tampoco lo encontró. Visitó La Pampa, Mendoza, San Juan, La Rioja, Salta y las demás provincias, pero ni rastro del calendario obtuvo.
Aprendió a manejar aviones y barcos solo para ir a otros países.

Fue literalmente a todos los países del mundo. ¡Hasta al Polo Norte llegó! Una vez trepó la Torre Eiffel para comprobar si el calendario se encontraba allí, pero tampoco estaba.

Tan loco se puso Facundo, que hasta lo buscó en las profundidades del mar con un submarino.
Dicen que finalmente lo encontró. El calendario estaba escondido dentro de fósiles de ballena. Pero sucedió algo, apenas Facundo lo vio, murió de vejez y cansancio.

(*) Julia Ferrero tiene 12 años y vive en Flores.

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