De visita en la casa de Doña Zulma

Doña Zulma vive en el barrio de Flores. Su casa no se luce por fuera, tiene un portón de hierro y ventanas cerradas con celosías, Esa casa se luce desde dentro, por la familia que formó con su esposo Abel.

Abel es ingeniero y a pesar de su edad todavía ejerce su actividad, con la autoridad y el conocimiento imprescindibles que trae la experiencia. Criaron cuatro hijos: dos abogados y dos médicas. Zulma también enseñó idiomas y en todo momento, esa familia fue y sigue siendo un foco de cultura y de inspiración para todos quienes los conocemos.

En cierto modo son un orgullo del barrio, porque siempre mantuvieron su presencia en Flores. Más allá de los viajes laborales y de estudio, esa casa albergó aniversarios, alegrías, tristezas… Y sigue así, sólida y sobria por fuera, cobijando ahora a Zulma y sus visitas.

Yo soy una de esas visitas ocasionales que comparte momentos y recuerdos con esa familia desde hace más de cincuenta años. Y es doloroso ver que en la puerta de Rivera Indarte al 400 donde yo tocaba el timbre en mi niñez, ahora haya basura desparramada. Ver que el contenedor de residuos es abierto y vaciado impunemente casi a diario. Saber que hubo incontables gestiones para moverlo de lugar -la última es la 00974818/25- pero que aún resultando favorables y justificadas por razones de salubridad (Doña Zulma y una de sus nietas usan silla de ruedas y tienen que ir esquivando la basura al desplazarse por la vereda) el Gobierno de la Ciudad no lo traslada.

Los contenedores antivandálicos llegaron hasta la avenida Directorio, mientras a pocos metros el asco y la desidia despliegan su pestilente y vergonzosa presencia. Y la casa sigue gris y sobria, esperando mejores tiempos, con las celosías más cerradas que nunca, evitando mirar a la vereda.