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Cómo cambiará la vida en el barrio tras la pandemia

Cuando se levante totalmente el aislamiento obligatorio e incluso luego de que pase la pandemia, expertos aseguran que nuestra vida no será exactamente como la de antes. Ya habrán cambiado los hábitos, las formas de relacionarse y las actividades del día a día no podrán volver a ser iguales, sobre todo en las zonas con gran población.

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Escribe la Dra. Natalia Rivarola

Cuando se levante totalmente el aislamiento obligatorio e incluso luego de que pase la pandemia, expertos aseguran que nuestra vida no será exactamente como la de antes. Ya habrán cambiado los hábitos, las formas de relacionarse y las actividades del día a día no podrán volver a ser iguales, sobre todo en las zonas con gran población.

Flores – que al cierre de esta edición tiene el mayor número de infectados de Covid-19 de toda la Capital – no es precisamente un barrio con poco movimiento, con sus más de 150 mil habitantes más las personas que circulan cada día por su calles debido al transporte, el hacinamiento en varias zonas vulnerables, sumado al gigantesco centro comercial al que vienen personas de todo el país como es el de Avenida Avellaneda. En este contexto, ¿cómo cambiará la vida en el barrio tras la crisis sanitaria?

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“Negocios abiertos, los que tengan espalda para resistir…y filas de gente para entrar de a uno”, respondió una mujer ante la consigna que planteó el director de este periódico y del Museo Barrio de Flores Roberto D’Anna a los vecinos sobre cómo se imaginaban Flores en tres meses.

Muchos creen que la mayoría de comerciantes locales estarán destruidos o ya habrán bajado sus persianas definitivamente por la crisis económica producto de la actual cuarentena; otros que la gente estará paranoica caminando por las calles con tapabocas y mirando con desconfianza a todo aquel que se le cruce; y otros tantos piensan que sus veredas estarán repletas de gente como si nada hubiera pasado, que volverán a funcionar incluso las ferias en las plazas y los medios de transporte estarán colapsados de pasajeros.

La realidad es que no hay un manual para afrontar lo que se está viviendo. No se sabe cuánto durará esta crisis ni cómo se saldrá de ella, y aunque nadie está en condiciones de hacer pronósticos certeros, comienzan a asomar algunos interrogantes sobre el futuro de algunos sectores relevantes en la vida cotidiana como el comercio, el mundo del entretenimiento, la gastronomía, el trabajo en las oficinas, los eventos masivos y una larga lista de rubros que, sin dudas, experimentarán transformaciones.

Un estudio de investigadores de Harvard considera que el distanciamiento social será necesario al menos hasta el 2022 y que habrá una posibilidad de resurgimiento del contagio hasta el 2024, por lo que recomienda mantener la vigilancia de este virus “incluso en caso de una eliminación aparente”.

Es por este motivo de incertidumbre que las cámaras de distintos sectores ya trabajan en protocolos para la reapertura. La primera dificultad que se desprende tiene que ver con el distanciamiento social. Según estiman, en bares, restaurantes y locales de comida rápida el personal deberá mantener una distancia de 1,5 metros ante cualquier persona y cada mesa deberá estar separada de otras contiguas por 2 metros de distancia.

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Esto significa que los locales deberán prescindir de un gran porcentaje de las sillas. Algunos lo podrán soportar – no sin un gran aumento de precios para los consumidores – y habrá otros que se verán obligados a cerrar. Es de presumir que esto no afectará a las grandes cadenas sino más bien a los comerciantes barriales que se la verán por demás difícil. A la vez que las cervecerías que tanto se habían puesto de moda y los boliches deberán adecuar los escenarios, lo que puede significar la pérdida definitiva de las “noches de Flores”.

Por otra parte, en los gimnasios – numerosos en el barrio- tendrá que haber un socio cada 4 metros cuadrados, lo que significa una reducción de más de un 50% de su capacidad. Además se suspenderán todas las clases que impliquen contacto y se redistribuirán las máquinas para que haya 2 metros de distancia entre cada una.

Las menos afectadas quizá sean las peluquerías, que trabajarán a agenda cerrada, con turnos separados que permitan higienizar y desinfectar el lugar y los elementos de trabajo entre clientes. En cuanto a los espacios de trabajo y de atención al público en todos los casos deberán contar con esquemas intensificados de limpieza y desinfección de todas las superficies de contacto habitual de los trabajadores y los clientes.

Aunque la apuesta es que el “home office” que muchos empezaron a realizar durante la cuarentena ganará terreno de manera definitiva.

En cuanto a los supermercados, continuarían con una organización similar a la actual, dejando ingresar de a pocas personas y acentuando los hábitos de higiene. Por lo que la postal de largas filas afuera de los mismos – al igual que de bancos y farmacias – seguirá repitiéndose por mucho tiempo en el barrio. Aunque también continuarán siendo fuertes las compras online.

Los hospitales, sanatorios y consultorios deberán readecuar espacios y ordenar turnos para achicar esas aglomeraciones que se dan todo el tiempo. Aunque el conflicto puede verse intensificado en las guardias, como la tan polémica por recurrentes situaciones de inseguridad del Piñero.

En el ámbito de la cultura la vuelta de actividad será con seguridad con números más reducidos de público, sobre todo cuando se trate de lugares cerrados. Así, por ejemplo, el Atlas Flores, único cine que permanece en pie en nuestras calles, tendrá que vender un número menor de entradas a la capacidad de la sala y asegurarse de que haya butacas libres entre los espectadores.

Sin embargo, suponiendo que todas estas medidas logren llevarse a cabo de manera adecuada, el barrio cuenta con un espacio que será realmente preocupante: el centro comercial de Avenida Avellaneda. Como es sabido, allí se agrupan muchísimos locales, en su mayoría de ropa, que abastecen a gran parte de los negocios minoristas del país.

El caos para transitar por las calles que abarca – cabe destacar que antes de la llegada de la pandemia sus galerías comerciales sobre Nazca ya habían cruzado las vías del tren y se estaban extendiendo hasta Rivadavia -, era permanente. Incluso figuró este verano en un ranking de los lugares que más circulación tuvieron de la Ciudad, registrando más de 15 mil visitantes por día en enero del 2020, que no es precisamente temporada alta. A pesar de que muchos locales ya cuentan con páginas web para venta online o están asociados a aplicaciones para celulares que ofrecen el envío de la mercadería, será una de las zonas más conflictivas y la disminución de su actividad podría implicar la perdida de trabajo a miles de personas.

“Me gustaría imaginarlo con una comunidad que mira lo que pasa a su alrededor, que se da cuenta de qué frágiles somos, de cuánto nos necesitamos”; “Espero que con la gente más amable que antes de toda esta locura”; “Ojalá nos encuentre unidos”, fueron algunos de los deseos de los vecinos para el Flores del futuro cercano. Los lugares muy concurridos tendrán que reinventarse y los cambios en las costumbres serán notorios, esperemos que al igual que los cambios para bien en la sociedad.

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