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Class Propiedades cumple cuatro décadas trabajando para los vecinos
Honestidad, esa es la clave para durar en el rubro inmobiliario según Víctor Blanco, quien con Class Propiedades (Alberdi 2190) este mes cumple 40 años trabajando para los vecinos.
“Yo creo que en esta profesión el único secreto es ser responsable y honesto. Responsable porque tenés que estar en los horarios, ir cuando el cliente tenga la necesidad, mostrar la propiedad en el momento justo. Pero sobre todo ser honesto para decirle lo que verdaderamente vale el inmueble, que se vendió en lo que se vendió y vivir de ese honorario, no con lo que queda por debajo de la mesa”.
Esa es la clave para durar en el rubro inmobiliario según Víctor Blanco, quien con Class Propiedades (Alberdi 2190) este mes cumple 40 años trabajando para los vecinos.
A diferencia de muchas otras personas que abren su propia inmobiliaria, Víctor no tenía a nadie en la familia que se dedicara al rubro ni tampoco había trabajo antes en una. Su papá era cajero en un frigorífico y su mamá ama de casa. “Yo estudié en la escuela secundaria industrial.
Me recibí de electrotécnico, pero cuando tuve que trabajar fui a buscar laburo de cadete porque a mí me gustaba el saco y la corbata, no el mameluco”, cuenta divertido. Salió de la colimba a los 21 años y se fue a trabajar a una metalúrgica como liquidador de sueldos y jornales.
Allí juntó unos ahorros y quiso comprarse su primer terreno. “Fui a una inmobiliaria de San Justo, nunca en la vida había entrado a una. Veo escritorios, todo ordenado, la gente vestida impecable, me llevan a ver el terreno en un auto… Ese día me di cuenta que quería tener una inmobiliaria”, relata Víctor, como si hablara sobre amor a primera vista. Le comentó la idea a su concuñado y juntos en 1979 hicieron el curso en el antiguo Colegio de Martilleros de la Ciudad de Buenos Aires. Finalmente en octubre de ese mismo año, tras vender ese “primer terrenito” y sin mucha idea de lo que era el mercado, abrieron su primera inmobiliaria, como “aventureros a lo Starsky y Hutch”, recuerda. Y luego nació Class Propiedades, nombre de fantasía que se le ocurrió al pensar que si algún día decidía vender su fondo de comercio no quería que “nadie siga laburando con mi nombre no estando yo”.
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Con el tiempo Class fue creciendo y consolidándose en el barrio. “Ya le he dado la vuelta a varias familias. Me compraron su primer departamentito dos ambientes para casarse, tuvieron sus hijos y vinieron a comprar un dúplex, después se compraron la casa y después cuando son grandes y los chicos se fueron, volvieron a comprar un departamento”, cuenta Víctor con orgullo, quien trabaja con su mujer Adriana y su hija Florencia, además de Alfredo, su colaborador hace 30 años.
Al ser consultado sobre cómo hace una inmobiliaria con tantos años para adecuarse en un momento de crisis, Víctor destacó que logró sobrellevar todas ellas gracias a la experiencia: “La tablita de Martínez de Hoz con su economía, el Plan Primavera con Alfonsín, el Corralito, el Efecto Caipirinha, el Efecto Tequila… Para enfrentarlas tenés que estar bastante formado, tener unos años en esto como para sentarte, tranquilizarte y ver cómo sigue el tema. Este país siempre cambia, te tenés que ir aggiornando al momento”, cuenta, para luego hablar sobre la situación actual: “Hoy el momento que estamos viviendo no es el corralito, pero si es bastante malo. Si la economía está bien las propiedades se venden, si está mal no se venden. Para los que recién empiezan les digo que ahorren y pongan todo en un tachito cuando hacen una venta. Cuando yo tenía 25 años vendí dos propiedades seguidas y me creí Gardel, me compré un auto nuevo. Cuando me vino la mala no sabía cómo vender el auto para subsistir y seguir manteniendo la oficina”.
Otra clave, asegura, es tener la confianza de los vecinos, que se construye con los años. “La prioridad es saber la necesidad del cliente. Le he dicho a más de uno que no invierta en este momento en desmedro de lo que yo hago. Yo les tengo que decir realmente a mis clientes que han confiado en mí durante tantos años la verdad de la situación”, explica sobre la seguridad que les da gracias a la transparencia de su trabajo.
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Y esa confianza y seguridad es la que sigue buscando transmitir a pesar de la trayectoria que lo avala, ya que siendo el dueño de Class Propiedades aún elige levantarse de su escritorio y salir en invierno, verano y con lluvia a tasar él mismo. “Mientras tenga salud por supuesto que lo voy a hacer, no lo dejo en manos de otro. Ir a ver al cliente por primera vez para tasar y captar es primordial. Ese momento que tenés mientras le estás tasando es el más importante porque te está conociendo, sos la cara de la inmobiliaria y te está testeando si sos honesto o no”, asegura, y pasa a explicar una duda que sobrevuela alrededor de la tasación de una propiedad: si existe el precio por metro cuadrado o se toman numerosos parámetros. “Ambas cosas”, responde, y agrega: “Por ejemplo en el caso de Flores hay cinco zonas diferentes de evaluación para la parte inmobiliaria, como el Bajo Flores o la de los boliches de Nazca y Rivadavia.
Y cada metro cuadrado de cada lado vale totalmente diferente. Lo importante es dónde está ubicada la propiedad. Siempre primero es la vereda en que está, ni siquiera la calle, y después el edificio. El departamento es lo último que tenés que ver. Todo eso con los años me dio la pauta de hacer evaluaciones no por comparaciones sino por lo que estoy viendo yo realmente”.
Pero no todo en la labor de este vecino son las tasaciones y los contratos. También realiza trabajos sociales que merecen la pena destacar. Hace unos años, antes de que se produjera el traspaso de la Policía Federal a la Ciudad, presidía la Asociación Amigos de las Comisarias, conformada por comerciantes de la zona que ponían “un pesito todos los meses para comprar camisas para los policías, nafta para los patrulleros o cuando algún efectivo tenía un hijo le dábamos un subsidio para que pudiera comprar pañales o bonos para los supermercados de la zona”, detalla. Actualmente continúa con sus acciones en el Colegio Profesional Inmobiliario, en la comisión Responsabilidad Social Empresaria: “De la matricula que paga cada uno de nosotros hay un dinero que queda para hacer beneficencia a comedores y colegios de la Ciudad”.
“Me mudé a Flores y mudé la inmobiliaria acá porque es importante vivir en el barrio donde trabajás. Lo apreciás más y a la gente le podes decir ‘yo vivo acá a tres cuadras, camino y hago las compras acá’”, finaliza Víctor, quien hoy con 65 años se imagina en una década cumpliendo medio siglo al frente de Class haciendo lo que tanto disfruta.