Centro Cultural Roberto Arlt, todo proyecto tiene su porqué

Escribe Agustina Poli

En el barrio hay distintos centros culturales como el Marcó del Pont, Roberto Arlt, entre otros. La mayoría fueron creados después de la vuelta de la democracia, en 1983. Ante dicho hecho, se creó el programa cultural en barrios, por Pancho O Donnell. Este proyecto fomentaba la idea de libre expresión, y es por esto que la mayoría de los centros tienen como nombre artistas populares, escritores, poetas, cantantes, etc. Si bien antes estos lugares de encuentro tenían un enfoque más laboral, con el pasar del tiempo se fueron haciendo más artísticos.

Uno de los primeros en abrir, fue el centro cultural Roberto Arlt, inaugurado por primera vez en 1984, aunque en1992 cerró por motivos políticos, reabriendo en 1996. En su momento el espacio en el cual volvió abrir sus puertas fue en Rivadavia y Culpina (actual CGP), pero como quedo chico el lugar, se mudaron a la escuela provincia del Chaco, ubicada en Avellaneda 2547. Siendo su coordinadora hasta octubre de 2016, Tamara Alonso, al irse por motivos personales, tomó su lugar Mariano Ferreira, que desde 2009 se encontraba en este espacio comunitario. Antes había coordinado otro centro cultural tres años, en San Telmo, “entre como promotor, porque era lo único que había, aunque ocupe el cargo de coordinación mientras Tamara estaba de licencia” nos cuenta.

Si bien hay instituciones que solamente tienen un jefe y se hace lo que él dice, esta no es la idea en la que se basa el centro. “La dinámica de trabajo bastante conjunta, aunque hay responsabilidades que caen directamente en mí, pero muchas decisiones son tomadas en equipo”. Ahora están a cargo Graciela (limpieza), Carina, y Mariela (auxiliares administrativas), Pablo (promotor), junto con él. “Cada uno es muy capaz y creativo. Entonces se muestran las diferentes perspectivas o visiones de conflictos”.
A estos tipos de espacios puede ir cualquier persona, no hay restricción alguna “hay gente variada y súper heterogénea”. Entre todos se ayudan, todos aportan –ya sea limpiar algo, como juntar plata para una situación específica- es por esto que los espacios de este tipo son imprescindibles para la vida en sociedad. Hay gente que por varios años sigue en el mismo nivel, y no hay nada de malo, dado que el fin no es alcanzar el éxito sino pasar un buen momento. Incluso a veces se forman grupos más allá del horario del taller, otros encuentran su vocación. “Se generan lazos de convivencias, y aprendizajes, con realidades que tal vez te son ajenas a vos. Podes llegar a encontrar algo distinto en la mirada, vida del otro”.

A pesar de que las inscripciones son en el mes de marzo, dependiendo de la dinámica, de cómo se vaya formando el grupo y del espacio con que cuente el taller se puede llegar a inscribir en meses posteriores. Por ejemplo, “el baile –folclore, árabe, tango, salsa- tiene mucha demanda, dado que trabaja en espacios más amplios que otros y puede atraer a más gente”, a diferencia de talleres que trabajan en aulas que como mucho entran 20 / 30 personas, “igualmente partiendo de la base que, si son muchos tampoco rinde”. Aunque también el centro cultural cuenta con una lista de espera, en la que si el cupo al principio está lleno, se anota y en el caso que algún integrante deje de ir, se va llamando.

Como la dinámica la va creando el grupo a medida que van pasando los meses, algunos llegan más constituidos que otros a mitad de año. Esta es la primera instancia en la que se puede hacer una muestra para mostrar al público de que se trata el taller. Por otra parte, por diversas cuestiones tal vez no se llega a preparar nada y dejan la exhibición para fin de año. O en algunos casos, no se presenta el taller en ninguna de las instancias. La propuesta de hacer la muestra, “lo evalúa el profesor, si el grupo está listo o no para mostrar”. “Tampoco muestran todos el mismo día, sino se va viendo quienes quieren presentar para que todos tengan un espacio adecuado a su presentación y puedan mostrar cómodos el trabajo practicado”.
Tal vez te sorprenda o no, pero nada es al azar, en este centro cultural Roberto Arlt, sino “que todo proyecto tiene un porque”. Es por esto que tiene “algunas ideas relativamente nuevas y otras que son históricas del centro” como las milongas y peñas, cuatro actividades claves que desarrollan hace varios años, una barrileteada, una varieté “Nosotras decimos no” y un carnaval Étnico. En referencia a la primera, es una jornada en la cual participan chicos, los cuales no tienen por qué ser alumnos de algún taller (aunque también se suman abuelos, padres, tíos, etc.) para armar barriletes y después llevarlos a una plaza a remontarlos. “Antes era en el Garraham pero ahora atrás del Easy de Agronomía, cada vez más gente va, pero lo bueno es que hay árboles bajos.” En cuanto a la segunda actividad, se busca dar importancia a la problemática de la violencia de género, tanto para el hombre como para la mujer, la idea es “poner en cuestión como estamos socialmente, aunque desde una mirada más de centro cultura a través de una varieté”, en la cual participan algunos talleres. Por último, el carnaval Étnico, que se retomó la idea hace dos años dado que se había dejado de hacerse, trata de diferentes expresiones carnavaleras que conviven en el barrio y la ciudad.

Y para finalizar, Mariano nos cuenta que tratan de concientizar, porque la cultura es un derecho y aunque mucha gente no lo piensa de esta manera, hay que cuidarlos y así poder exigir que estén en condiciones, que haya material para trabajar, financiamiento. “Estos espacios son imprescindibles en la vida de la sociedad. No es como la escuela, que es una obligación, tiene otro rol”. Lo cual no quiere decir que te podes inscribir y no ir mas, sino que es un ambiente más relajado, en donde te podes distender de los problemas. “Son importantes para despertar el soñar de los chicos, estimular la creatividad y la expresión de los adolescentes”.