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Arte en las estaciones de subte

Velocidad. Si hay una palabra que define a nuestra modernidad es la velocidad. Todo avanza muy rápidamente en la cultura de lo pasajero. Sin embargo, en los cimientos de la ciudad y de la sociedad aún hay vestigios de una de las cosas que permanece a lo largo del tiempo: el arte.

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Escribe: Nicolás Tatasciore
Foto: Axel Braña

Velocidad. Si hay una palabra que define a nuestra modernidad es la velocidad. Todo avanza muy rápidamente en la cultura de lo pasajero. Sin embargo, en los cimientos de la ciudad y de la sociedad aún hay vestigios de una de las cosas que permanece a lo largo del tiempo: el arte.

Muchas veces, con los ajetreos del día a día no tenemos tiempo de detenernos a mirar detenidamente y descubrir el espacio que nos rodea. Flores es un barrio que está lleno, no solo de historia no solo en sus calles, sino principalmente en sus paredes. Pequeños rincones del barrio contienen obras o reproducciones de trabajos de algunos de los artistas plásticos más importantes de los últimos dos siglos.

Si hablamos de velocidad, hablamos del subte. Sus estaciones que unen la esquina de Nazca y Rivadavia con la Plaza de Mayo, están ornamentadas con algunas de las obras más hermosas. Ocultas bajo tierras, estas piezas constituyen parte del patrimonio artístico de nuestro barrio.

En la cabecera, en San Pedrito, encontramos dos grandes producciones de Eugenio Cuttica, artistas conocidos por realizar obras de tamaños inmensos. Uno de los paneles se denomina “Luna y Corona de Novia”, una enorme ilustración donde vemos dos niñas (o quizás la misma en espejo) parada sobre una silla. Luna es un personaje que Cuttica ha trabajado frecuentemente. En palabras del propio artista, ella representa la feminidad en estado puro.

La obra, es una reproducción de una perteneciente a una colección donde el pintor muestra su influencia del arte oriental y trabaja la idea del silencio; Luna observa paisajes que le son enormes o a veces mira al propio espectador. En la misma estación, enfrentado a esta imagen, Cuttica retrata a algunas de las personalidades más destacadas del barrio; Alfonsina Storni, Baldomero Fernández Moreno, Hugo del Carril y Florencio Escardó. Sin irnos todavía de estación, encontramos pegado a los molinetes un retrato de Hugo del Carril, realizado por el mismísimo Antonio Pujía, uno de los escultores más sensibles del siglo pasado. Atento a los detalles, como siempre, realizó el centro de la guitarra con forma de corazón remarcando la pasión del cantor por la música.

Siguiente estación, San José de Flores. Nos encontramos nuevamente en presencia de un gigante del arte; Guillermo Roux. Al igual que en la anterior parada del subte A, también tenemos dos obras. La primera se llama “El ángel de Flores” y es una de las imágenes más hermosas que posee el barrio. En ella podemos distinguir rápidamente la Basílica San José de Flores en su forma original, del siglo XIX. Como buen pintor que es, Roux hace que nuestro ojo comience a recorrer el resto de la obra, descubriendo así todo el paisaje que alguna vez fue Flores.

Arboledas, edificios, y casonas recrean los distintos escenarios que conformó el barrio a lo largo de su historia. Por encima, coronando el relato, un hermoso ángel que parece funcionar como un guardián de todos los vecinos y vecinas de la zona. Enfrentado a esta escena, vemos el otro panel, llamado “La orquesta de Blum”, la cual es un homenaje a aquellas pequeñas orquestas de los años 30 que animaban los bailes en los clubes de barrio, casamientos, festividades y carnavales de Buenos Aires. En un recuadro que parece quedarles chico, los músicos se acercan unos a otros para hacer sonar sus instrumentos y animar la fiesta. Subiendo las escaleras encontraremos más obras para deslumbrar nuestros ojos.

Adrián Pallarols instaló un olivo como símbolo de paz, con 24 olivas que hacen referencia a los 12 apóstoles y a los 12 ancianos del Antiguo Testamento. También se puede disfrutar de un olivo de acero, con niveles y relieves, de 2,10 metros de alto por 4, 20 metros de ancho, del artista Julio Lavallén, que incluye el lema episcopal del papa “Miserando atque eligendo” (lo miró con misericordia y lo eligió). Finalmente, si salimos de la estación, nos encontramos con una obra en sí misma; la basílica. Un edificio que permanece firme al paso del tiempo y de las eras. Con una interesante mezcla de estilos y repleta de simbolismos, el templo es sin duda la insignia más reconocible de nuestro barrio, con sus Evangelistas cuidándonos desde el techo del edificio.

Por otro lado, en la estación Carabobo, nos encontramos con jóvenes talentos. Artistas urbanos que se han unido para decorar a “lo Roux o Cuttica” los paneles que están sobre las vías. Parbo, Tec, Delfi, Chu, PMP, Naza, Larva, Gualicho, PumPum, Sonni y Zumi trabajaron en conjunto para armar dos enormes paneles que coronan la estación. Utilizando la técnica del esténcil, y retomando una estética muy propia del street art, los convocados cubrieron toda la superficie con imágenes que van desde lo caricaturesco a reminiscencias del Pop Art. Esta estación es un paso al futuro.

Flores, es un barrio lleno de historia. Cómo todo en la Ciudad de Buenos Aires, el barrio también adquirió una velocidad difícil de detener. Pero si podemos detenernos nosotros. Basta con tomarse 10 minutos para enfocar la atención únicamente en estas piezas. Mientras esperamos el subte, entre trámite y trámite o en la cola del cajero, podemos levantar la mirada y descubrir que el arte está por todos lados.

Esculturas, graffitis, pinturas o instalaciones, ocupan silenciosamente su lugar dándole un toque de magia a Flores, un barrio donde el arte crece en cada rincón.

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