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¿Por qué vamos al templo cada domingo?

Dime con quién andas y te diré quién eres. Con quien estoy, con quien elijo estar, afectará toda mi vida. Mis amigos o lugares frecuentes expresan mi búsqueda de propósito en la vida. Jesús eligió a quienes estuviesen con él; y le siguieron.

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Escribe Pastor Justo Janse

Dime con quién andas y te diré quién eres. Con quien estoy, con quien elijo estar, afectará toda mi vida. Mis amigos o lugares frecuentes expresan mi búsqueda de propósito en la vida. Jesús eligió a quienes estuviesen con él; y le siguieron.

Dice la Biblia: “1 Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, 2 siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. 3 Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. 4 Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; 5 un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; 6 un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos.” (Efesios 4.1-6)

HEMOS SIDO LLAMADOS: La misma palabra iglesia proviene de la voz griega ἐκκλησία que es una palabra compuesta ἐκκαλέω (ekkaléō, convocar), de ἐκ (ek), “fuera”, y καλέω (kaléō), “llamar”. Literalmente “llamar afuera”. De allí el sentido de llamar a una asamblea, reunir una congregación, conformar una iglesia. ¿Qué significa ser parte de la Iglesia? Dios, a través de Jesucristo, está construyendo una nueva humanidad, formada por los hombres y mujeres transformados, los cuales están viviendo nuevas vidas.

¿En qué consiste el vivir de manera digna del llamado recibido? Fuimos llamados a ser un solo pueblo santo (dedicado para Dios, para el servicio de Dios) por lo que la UNIDAD y la PUREZA son esenciales.
Congregarse es estar reunidos en el nombre de Cristo: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18.20).

¿Has oído este llamado de Dios para ser parte de su iglesia?
1. AL RESPONDER ESTE LLAMADO IMPLICA UN CONSTANTE MOVIMIENTO; UN “DEJAR ATRÁS”. “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.” (Hebreos 12:1)

La vida cristiana no es una competencia. Vamos juntos sosteniéndonos en el camino, puestos los ojos en Jesús, despojándonos del pecado que nos detiene, desvía y lastima. Necesitamos un grupo sano que también nos ayude a “reprimir” lo malo. Que me corrige para lograr estar plenamente habilitado para lo bueno. Hermanos que me confrontan con la verdad en amor.

Pero anhelamos tanto alcanzar la perfección… ¿y caemos en aparentar que la hemos alcanzado? Además cuando la exigimos… ¿simulamos que ya somos perfectos?

El apóstol Pablo, se refiere a sí mismo con mucha honestidad y humildad: “Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.” (1 TIMOTEO 1:15, NVI). Y además afirmó: “12 No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. 13 Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, 14 sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:12-14, NVI). ¿Venís a congregarte porque Dios te ha llamado? Tal como eres, Jesús te ama y te llama.

2. CUANDO RESPONDEMOS INDIVIDUALMENTE, NOS SUMAMOS A LA FAMILIA DE FE.
Un aviso paradójico: “Busco pareja estable para esta noche”. Vivimos una era de relaciones superficiales. Por eso a veces se establecen prematuramente yugos desiguales con parecidos superficiales y diferencias fundamentales. Es triste que alguno pueda decir “Yo estoy bien con Dios pero no me congrego en ningún lado”. La unidad de la iglesia depende de la resistencia de cada parte, como una cadena puede ser tan fuerte como el más débil de sus eslabones.

3. NOS UNIMOS EN UN PROPÓSITO; PARA LO CUAL ES POSIBLE Y NECESARIA LA UNIDAD EN LA DIVERSIDAD. Cada uno tiene dones diferentes y complementarios: “Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Efesios 4:16).

Cada servicio es efectivo si es recepcionado con humildad, aceptando que el otro es valioso porque lo necesito. Curiosamente, Jesús enseña que tengamos cuidado de la reciprocidad mercantilista; por lo que yo debo servir también a quienes no pueden retribuirme y recibir de quienes no puedo compensar.

Además estar juntos nos estimula para cuando estamos solos -lo cual no es igual a estar separados o abandonados- seguimos siendo Iglesia en el trabajo cotidiano. Anhelamos: -Ser una iglesia misionera: generosa en recursos y personas. -Ser una iglesia hospedadora, para mostrar caridad cristiana a todos. -Ser una iglesia extendida: que no se limita con los que asisten ni se agota en las actividades para los que vienen al templo.

4. NECESITAMOS PERTENECER Y PERMANECER: “Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.” (Efesios 4.3)
Al hablar de “nuestra iglesia” no indicamos posesión, sino pertenencia. La iglesia es de Cristo; Él murió por ella. Nos unimos en su Nombre. Pero las conflictividades pondrán a prueba estos lazos fraternos y sólo se superarán con respuestas de un amor maduro enmarcado en la verdad. Por eso cuando se rompen sufrimos mucho.

Se dice de Jesús que “entró en la sinagoga como era su costumbre” (Lucas 4.16). Si cada domingo debo resolver si voy o no, es porque no estoy asumiéndolo como principio de vida que genera consecuentemente el hábito. Para permanecer, necesitamos fortalecer este hábito ya que ahorra el desgaste inercial del arranque. Congregarse es perseverar: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros.” (Hebreos 10:24, 25a)

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