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Pensar en el otro

Nos necesita el abuelo, el que nos ayuda, el policía que nos cuida, el bombero que socorre y hoy hace tareas de contención y asistencia. Nos necesita esa persona en la fila del Movistar de Granaderos y Rivadavia, en sillas de ruedas, que espera a otras 10 antes que la atiendan.

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Escribe Roberto D´Anna

“Pensar en el otro nos permite pensar en cómo mejorar un orden social”, sostuvo el filósofo Darío Sztajnszrajber en una charla hace un par de años. Ese mismo día manifestó que: “Buscamos en el otro lo que encaja en lo que yo necesito. Yo no quiero al otro, quiero el modelo ideal para mí. El otro no me importa. El otro viene siempre diferente y no encaja, por suerte. Si encajara, no sería otro. Lo ‘desotramos’ para que encaje en lo que yo necesito y lo aniquilo”.

El otro es con quien tengo que construir la vida y la cotidianeidad, y hoy ese “otro” nos necesita. Nos necesita un comerciante, un emprendedor o una persona que tiene hambre y deambula por las calles del barrio con un tupper que recibió en la Basílica de Flores (que multiplicó varias veces su capacidad de dar en los últimos dos meses) o en un comedor del Bajo Flores, como dice Julián con barbijo y sin máscara aún. Nos necesita ese maestro público o privado que desde su hogar enseña a los pequeños de nuestra familia sin pizarrón ni tizas.

Nos necesita el abuelo, el que nos ayuda, el policía que nos cuida, el bombero que socorre y hoy hace tareas de contención y asistencia. Nos necesita esa persona en la fila del Movistar de Granaderos y Rivadavia, en sillas de ruedas, que espera a otras 10 antes que la atiendan.

Todos sabemos que es difícil pensar en el otro, cuando nosotros la estamos pasando mal en una pandemia que parece infinita. Debemos pensar en el otro, porque la salvación es un trabajo colectivo. Y ahí es cuando aparecen el barrio, la cercanía, empresarios que son vecinos, médicos que son vecinos, voluntarios que son vecinos. Y en ese momento todos somos iguales, como alguna vez soñó la anarquía, al defender a los inquilinos de los conventillos y a los trabajadores oprimidos que fomentaron su unión mediante clubes o asociaciones, pensando en el otro de manera colectiva. Después, esa palabra, anarquía, se tomó como desorden y se asoció a otras cosas negativas. Y la política usó esas ideas y formó “partidos” y “leyes sociales”.


Nadie hace las cosas solo. Siempre se llega más lejos trabajando en grupo porque se tiene más fuerza para el bien y para el mal. Uno piensa, por ejemplo, en nuestro vecino César Aira, quien lleva escritos 105 libros publicados y hace todo solo. Pero no es así. Junto con él hay familia, correctores, editores y un gran representante alemán, Michael, con quien tuve el gusto de charlar en varias ocasiones y que lo llevó a vender sus obras en unos 30 países. Y así puedo dar muchos otros ejemplos.

Cuando la pandemia comenzó, en nuestro equipo trabajamos con la siguiente idea: “De ésta salimos todos juntos” y buscamos todos los días lograrlo. Y con esa premisa se sumaron más y más vecinos. Edito Flores de Papel hace 21 años y hoy esta contratapa cumple 250 ediciones mensuales consecutivas. No es lo mismo. Hay que reinventarse, aunque la esencia sea la misma, para “llevar cultura gratis a miles de hogares”.

Esta pandemia me cruzó con nuevas personas que piensan en el otro. Y las sumamos al equipo para defender Flores. Iluminados, dirían los que no creen en Dios. Y los que creen, también. Y ahí surgió el #FuerzaFlores. No me importa si sos de River o de Boca. No me importa si sos amarillo patito o celeste cielo. Somos Flores y punto. Somos un barrio que, en 214 años de historia, tuvo Fiebre Amarilla, SIDA, Dengue o Coranoavirus. Y quiere salir.

Como en todo, el que hace también recibe críticas. Es más fácil quedarse mirando “la cuarta temporada en Netflix” que salir a caminar en un pantano, tirar de la soga todos juntos, y ser creativos y fuertes ante la adversidad. Yo prefiero a esos fundamentalistas.

Desde marzo Flores trabaja para armar ese equipo y fuimos creciendo. No nos quedamos quietos. Defendimos y defendemos al barrio con uñas y dientes como en las épocas de Brian o Lautaro, ante un triple invasor: el dengue con forma de mosquito, un coronavirus invisible, y un emprendimiento o comercio que si arranca (puede abrir) lo hace al 30% de noviembre, con inflación mediante. Los tres enemigos atacan a cualquier vecino; no le importa si sos Marian o Baldomero, si vivís en Saraza (con z) o en el boulevard Francisco Bilbao.

Todos sabemos que hay días malos. Que no queremos ni levantarnos de la cama. Debemos seguir, unidos. Somos cada vez más los integrantes de este equipo, y le damos batalla. No vamos a aflojar. Cuando nos dijeron que sólo cinco periódicos (entre 60) de cercanía o barriales imprimirían el mes pasado por cuestiones económicas, nosotros imprimimos. Cuando permitieron abrir inmobiliarias, aunque “muchos sabíamos que no iba a venderse casi nada”, lo hicimos y abrimos.

Algunos se reinventaron. Otros necesitaron una mano o dos para seguir. Otros que venían a trabajar a Flores, desde Claypole hace 30 años, no entendían por qué ahora necesitaban permiso. Y tenemos que estar ahí. Ayudando. Estando incómodos. Y cuando todo esto termine, veremos “florecer” a Flores. Seguramente nos llevará tiempo, quizás años. Juntos, en equipo, veremos el fruto de tanto esfuerzo.

Fuimos y somos palmeras que resisten vientos y tempestades. Un barrio fundado el mismo año que las Invasiones Inglesas.

Un barrio solidario que, entendiendo su diversidad de razas y colectividades (único quizás en el mundo) y complejidad, pueda construir objetivos comunes, un proyecto común con ideas que nacen de uno y se enriquecen en el otro. Hasta construimos el 25 mayo puentes, puntos de encuentro, aunque sea por zoom y cantamos el himno junto a muchos de ustedes.

Estamos reconstruyendo en junio, con frío y miedo, un barrio basado en la unión de sus ciudadanos. Unión que es el fruto de debates profundos dados con tolerancia y autocrítica para encontrar objetivos comunes. Flores es grande y fuerte. Debemos “contagiar” a vecinos para que piensen en “uno y en el otro”.

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