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Historia

A 500 años de la reforma, reflexiones sobre la vigencia de sus cinco principios

Por Raúl E. Rocha Gutiérrez, Dr. en Teología y en Ciencias Sociales, Pastor de la Iglesia Evangélica Bautista de Nueva Chicago y Profesor del Seminario Internacional Teológico Bautista.

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Por Raúl E. Rocha Gutiérrez, Dr. en Teología y en Ciencias Sociales, Pastor de la Iglesia Evangélica Bautista de Nueva Chicago y Profesor del Seminario Internacional Teológico Bautista.

La vigencia del principio “Sólo Cristo”.

Parecería una verdad más que evidente, pero sin la centralidad de Cristo no hay verdadero cristianismo.
El problema es que a lo largo de los veinte siglos de cristianismo ha habido muchas personas y muchos grupos que le han añadido a Cristo, personajes y dogmas que han atentado contra la centralidad antes mencionada.
Por eso, al iniciarse el siglo XXI debemos mantener el principio de que sólo Cristo es el que nos puede dar salvación (Hechos 4:12) y que sólo Él es el perfecto mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5), porque sólo en Él – gracias a su Encarnación– han podido convivir en plenitud la naturaleza divina y la naturaleza humana.
De allí que, para honrar el legado de la Reforma, ¡digamos no a otros mediadores y a otros medios de salvación que quieran competir con el Hijo de Dios!

La vigencia del principio “Sólo la Gracia”.

A lo largo de la historia, casi a todos nos ha costado aceptar que algo valioso pueda ser gratuito.
Sin embargo, Dios en su soberanía ha determinado que la vida eterna sea un regalo que recibimos solamente por medio de su gracia.
Es decir que ninguna persona puede hacer nada por sí mismo para obtenerla.
Lo cual nos muestra con claridad la sabiduría divina, ya que la gracia nos permite a los seres humanos lograr la salvación en igualdad de condiciones (Hechos 15:11).
Por otro lado, dada nuestra universal condición de pecadores (Romanos 3:23), los hombres no podemos lograr que se borren los efectos de nuestros pecados, si no es a través de la gracia.
De allí que la gracia sea la única fuente válida de plena salvación y nos deja sin ninguna posibilidad para jactarnos por nuestros méritos personales (Efesios 2:8-9).
Por eso, celebremos el legado de la Reforma, honrando el principio analizado mediante nuestro rechazo ante cualquier propuesta teológica que atente contra la gracia como el único camino hacia la salvación.

La vigencia del principio “Sólo la Biblia”.

Muchas veces no se comprende bien qué queremos decir los cristianos evangélicos cuando decimos, como herederos de la Reforma, que estamos convencidos de que nos basta la Biblia como regla fundamental de fe y práctica.
En primer lugar, lo que queremos decir es que la Biblia debe ser nuestra norma de fe como única Palabra inspirada por Dios (2a Pedro 1:20-21).
En segundo lugar, deseamos expresar nuestra convicción en el sentido de que la Biblia es la única que nos puede enseñar con toda exactitud la diferencia entre lo bueno y lo malo (2a Timoteo 3:16-17).
En estos tiempos de la postmodernidad, donde se ha impuesto el término “post-verdad” y ha crecido el relativismo a niveles de enorme magnitud, a los cristianos nacidos de nuevo nos debe seguir importando vivir conforme a la verdad que nos enseña la Biblia como Palabra de Dios.
La razón básica para esto reside en que ella es suficiente para guiarnos a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, que es buena agradable y perfecta (Romanos 12:2).

La vigencia del principio “Sólo la fe”.

A la luz de la Biblia, los cristianos evangélicos interpretamos que sólo la fe puede ser el instrumento idóneo para que tengamos la salvación de nuestros pecados, la vida eterna (Juan 20:31).
Y que sólo la fe en Dios puede permitirnos que seamos de su agrado (Hebreos 11:6).
Por eso, de acuerdo con la exhortación del tercer versículo de la epístola de Judas, debemos luchar con todo nuestro vigor por el conjunto de doctrinas que se basan en la fe auténtica, dado que esa revelación nos fue entregada a los que formamos parte del santo pueblo de Dios una vez y para siempre.

La vigencia del principio “Sólo a Dios la gloria”.

Aunque los otros cuatro principios que fueron comentados son atribuidos a Martín Lutero, los historiadores le adjudican la paternidad del quinto a Juan Calvino.
Ahora bien, ¿por qué debemos darle la gloria sólo a Dios?
Entre otras tantas, hay dos razones fundamentales que encontramos en sendos pasajes bíblicos.
La primera reside en que todo es de Dios y para Dios (Romanos 11:36). La segunda, en que su naturaleza es incomparable (Judas, versículo 25).
En estos tiempos donde tantos se glorifican a sí mismos, incluyendo a algunos líderes religiosos, recordemos este quinto principio básico de la Reforma y hagamos dos cosas: vivamos conforme a él y compartámoslo con quienes nos rodean.

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